» 31-01-2021

La democracia 2. Grecia.

La democracia arranca en Grecias con una operación de acoso y derribo. Una operación que se articulo contra las fratias, las organizaciones tribales de dominio de los hombres sobre los hombre basada en el nacimiento y en la riqueza. Clístenes entiende que esa estructura de poder tribal es negativa para la ciudad-estado y monta una operación de oponer al poder del nacimiento y la riqueza un nueva forma de poder con tres características inéditas: a) se trataba de una estructura de poder entre iguales (la simetría entre gobernantes y gobernados) que funda la política 2) que no se basaba en los títulos de poder tradicionales (nacimiento y riqueza) y 3) para la que se propone una estructura territorial (topológica) alternativa al poder de nacimiento y riqueza. Para ello divide Atenas en tres “barrios” que llamó demos en los que se diluían el nacimiento y la riqueza. Esta forma de dar “teóricamente” el poder al pueblo (demos) es una operación negativa por cuanto de lo que se trata es de quitarle el poder a las fratias, poder basado en el nacimiento y la riqueza. No se trataba entonces de dar el poder al pueblo sino de quitárselo a los poderosos dominadores. Fue un golpe de estado.

 

Pero lo que trataba de corregir una situación de dominación -hasta entonces natural- se convierte en algo de consecuencias incalculables: la política. Los grandes pensadores: Platón y Aristóteles comprenden esas implicaciones y analizan esa nueva forma de dominación igualitaria. Como consecuencia se desarrolla toda una teoría de la política que para Rancière es lo mismo que la política. Platón analiza los títulos existentes para gobernar y a los cuatro que se asientan en la antigüedad (los padres, los viejos, los nobles y los amos) añade los títulos de la fuerza y el conocimiento (el saber), más o menos los mismos títulos que había detectado Clístenes pero mejor especificados. Pero Platón ya conoce la operación de Clístenes (cuyo decreto se produce en 508 AC) y añade como séptimo título esa operación de Clístenes con el nombre de democracia que en aquel momento significaba barriocracia. No podemos perder de vista que la cosa pública (el gobierno de la ciudad) está en manos de los hombres libres lo que excluye a las mujeres a los esclavos y a los extranjeros. Pero excluye también (Rancière) a aquellos a los que su trabajo impide perder tiempo en la cosa pública como los trabajadores libres y los artesanos. La democracia era cosa de hombres libres ricos.

 

Aristóteles hace su clasificación particular entre los que ejercen el poder con el título de la virtud (aristócratas), los que lo hacen por el título de la riqueza (oligarcas) y -siguiendo a Platon- demócratas que ya identifica con el pueblo. Entre las consecuencias que se pueden extraer de la operación de Clístenes se encuentra la que Rancière coloca como esencia de la democracia: el título para gobernar de los demócratas es el título de los que no tienen ningún título. Su título se produce por encontrarse en un lugar (el barrio). Es decir su título es consecuencia de vivir en la ciudad. Pero no son ni los pobres ni los excluidos, son todos y cada uno, son los que están. Tal como Clístenes lo plantea los habitantes de los barrios (demos) no entran dentro de ninguna de las clasificaciones que la tradición había establecido (antigüedad, riqueza, fuerza, conocimiento, virtud) como títulos de dominación. Porque otra consecuencia es que ya no estamos hablando de títulos de dominación sino que la política se establece como un espacio de igualdad y de simetría entre gobernantes y gobernados (lo que las puertas giratorias niega). Ya no se trata de superioridad sino de igualdad. Igualdad política, no lo olvidemos pero por primera vez, igualdad.

Pero lo que me gustaría destacar es que ni Clístenes (como autor), ni Platon (conocido antidemócrata), ni Aristóteles (como teóricos) pretenden otorgar al pueblo un título político. Simplemente sacan las consecuencias de una situación de facto: la maquinación de Clístenes contra el poder establecido: las fratias (el gobierno del título de antigüedad). Añadir a esos título la fuerza, el conocimiento o la virtud no cambia las cosas. La política y la democracia no se asienta sobre títulos sino sobre un determinado reparto de los sensible(1) (los barrios). Y aúno ambas porque Rancière acaba equiparándolas. La tesis que defiendo (y que no podría existir sin la lectura de Rancière, pero que diverge ligeramente de ella) es que la democracia es el tercio excluso, la consecuencia de operaciones de exclusión que determinadas facciones han realizado históricamente contra otras facciones contrarias. Y eso ha ocurrido históricamente cada vez que la democracia ha asomado. La democracia es el resto, el residuo de operaciones de exclusión. No pretendo hacer un repaso histórico pero me quiero fijar en tres momentos de la emergencia de la democracia: su nacimiento, su establecimiento en el nacimiento de la modernidad (La Revolución francesa) y la actualidad en la que supuestamente la división de lo sensible: ciudadano libre, abarca a todos los ciudadanos. Pero será otro día.

 

(1) La partición de los sensible es un concepto rancierano que interpreto libremente. Antes de la reflexión, de la aplicación de la razón a las cosas y a las ideas, se realiza una acción previa de clasificación, de ordenación de los sensible (el mundo). Pero resulta que esa clasificación condiciona el resultado de la aplicación de la razón (la reflexión). Si considero que ciudadano libre es un ciudadano: varón, no esclavo, no extranjero y rico (ocioso) la reflexión de la democracia -entendida como la función del ciudadano libre será un ejercicio de exclusión. Y esa exclusión determina el resultado de cualquier reflexión. La estadística ha heredado esta forma de exclusión en el momento en que la elección del “campo” determina el resultado. Pero no solo. La ingenierías política, financiera, fiscal, etc. determinan (retuercen) la clasificación de lo real, del mundo de lo sensible, de modo que la razón se convierte en secundaria. La política (en el sentido en que la entiende Rancière), no es el ejercicio o la lucha por el poder sino el disenso (originado en esa contradicción entre tener un título que implica no tenerlo), lo contrario de la polícía (que de nuevo para Rancière no tiene que ver con el mantenimiento del orden establecido, sino que “es” el orden establecido). La cosa no es fácil pero la cabra tira al monte.

 

El desgarrado. Enero 2021.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web