» 04-02-2021 |
Hablamos con frecuencia del poder y de la dominación. Ya Platon estableció que el poder se basa en la antigüedad (Viejos/senado y padres/patriarcalismo) o en el nacimiento (amos y nobles), pero además en la fuerza/opresión o en la ciencia/conocimiento. Pero la pregunta es ¿Cómo sobreviven los oprimidos? Alguna manera han debido desarrollar para que ese sutnami de poder no los haya barrido del mapa. La respuesta es la picaresca. Solo hace falta ver como sobrevive el pícaro al ciego, para darse cuenta (y en esto el Lazarillo de Tormes es genial) que existe una anti-dominación, una resistencia que es capaz de enfrentarse al poder en los resquicios, en la sombra (en el caso del Lázarillo, literalmente), sin el enfrentamiento directo, en la resistencia. La política actual considera la picaresca como deleznable, como trampas al poder legítimo, como antisocial, pero se olvida que el poder ha sido -casi siempre- ilegítimo (de ahí el interés en encontrar títulos legítimos de poder) y por tanto, su oposición cobra un sesgo de legitimidad. Leyendas como la de Robin Hood, nos hablan de la ilegitimidad de los poderosos, las revoluciones nos dicen que el poder no siempre es legítimo, las historias de legendarios dominadores destacados por su benevolencia y justicia nos enseñan una propaganda que más parece ocultar algo que mostrarnos la real historia.
Foucault lo llamó el micropoder. El nicho de supervivencia en el que se esconden los oprimidos para sobrevivir. Si la picaresca (el ingenio, al fin) es el nicho de los oprimidos de clase, es evidente que la vagancia (la resistencia pasiva), era el de los esclavos, por mucho que fuera entendido y denunciado como característica racial, y el feminismo (desde la seducción a la servidumbre) es el de las mujeres. Ante toda opresión encontramos un micropoder de resistencia que proporciona, o las herramientas físicas o las herramientas mentales para sobrevivir. ¿Qué es la locura sino un micropoder de resistencia ante el poder de la razón? Foucault se dio cuenta de que los locos, los presos, los altersexuales eran colectivos oprimidos (excluidos) que había encontrado su nicho de resistencia. Escribió sobre ellos y sobre el micropoder pero no llegó a establecer una teoría general sobre ello. Quizás no era el momento. Quizás no le dio tiempo. Tampoco se fijó en las mujeres como las grandes damnificadas del poder y que hoy entendemos que son las grandes detentadoras del micropoder, del poder en los pliegues de la realidad.
El micropoder, es la única alternativa que ha existido al poder tradicional (antigüedad, riqueza, fuerza, conocimiento, dios), pero no una alternativa en igualdad de condiciones sino en los pliegues, en los resquicios, en la resistencia. No era una oposición sino otra opción en otro nivel, sin enfrentamiento posible. Es la estrategia (y aquí se abre una opción parasitaria que, si no afronto, tampoco olvido) de las ratas o de las cucarachas: convivir sin enfrentarse: aprovecharse. Hay que volver a escribir la historia de la esclavitud desde ese punto de la resistencia, de la desesperanza, de la desmotivación. Si algo hizo bien el capitalismo (en este sentido) es espolear esa motivación hacia el triunfo, la consecución de la riqueza, la fama y el honor. Los teóricos dicen que la esclavitud desaparición por que no era rentable. Pero no fue rentable por que los esclavos así lo decidieron. No fue Lincoln quien acabó con la esclavitud: fueron los esclavos. El mantra de la vagancia de los negros continúa. Es la venganza de los blancos por la revolución de los negros, por su micropolítica de la resistencia.
Y todo esto viene de la metafísica. Ella entendió siempre que todo se regía por los tres principios aristotélicos: identidad, tercio excluso, no contradicción. Durante 25 siglos hemos aplicado una razón que se cimienta en esos tres principios. La cuántica nos ha dicho que los tres son falsos (o por lo menos no son universales). El poder se regía por el segundo principio: el poder consistía en la oposición entre dos extremos: el dominador y el dominado. El dominado no tenía ningún (contra)poder. Simplemente era la otra cara del poder. No era así. El dominado tenía un contrapoder que es el micropoder. En otro plano y de ninguna manera oponible: el poder de la resistencia. Escondido en las rendijas, en los pliegues de la realidad, pero (micro)poder al fin. No es suficiente para equilibrar la balanza pero ha sido suficiente para mal sobrevivir. Lo que ahora hay que hacer es reconocerlo y aceptarlo… lo que supone denunciar el poder opresor tradicional. Los colonizados/emigrantes, las mujeres, los altersexuales se merecen tener poder y no micropoder. No tienen que sobrevivir como las ratas o las cucarachas a la sombra (oscuridad) del poder sino que deben ser equiparadas. Y no va a ser fácil. Porque la esencia del poder es dominar, oprimir, sojuzgar.
Y eso es lo que nos propone Rancière con su acepción de democracia: se acabaron las componendas entre poder y micropoder. Lo que no funciona es el poder, la dominación, la opresión. El poder es el triunfo de uno de los dos extremos de un par de oposiciones metafísico que ha excluido cualquier tercio (tercero alternativo). Para Rancière el poder es una lucha (litigio) inacabable entre dos extremos que son irreductibles. El disenso, exactamente lo contrario del consenso, el acuerdo en que uno de los dos extremos triunfa y el otro se amilana. Pero eso lo explicaremos en la próxima sesión. Lo que hoy quería exponeros es cómo los oprimidos han sobrevivido a la opresión gracias al micropoder. Y cómo eso no es la solución. Aunque es extraordinario. Pícaro no es un insulto: es una gran explicación. Si los pícaros hubieran aparecido en Alemania, ahora serían parte de la filosofía. ¡Como poco!
El desgarrado. Febrero 2021.
Postdata. La idea de este blog nació hablando con un taxista. Nunca despreciéis el micropoder de los los oprimidos. Quizás mueve el mundo.