» 13-05-2024 |
Sobre este tema he escrito mucho y a ello me remito: “Lecciones de política alternativa 103”. “La condición humana 4-1”, “La condición humana 4-2”, “La condición humana 4-3”, “Urbanismo 18-1”, “Urbanismo 18-2” Y toda la serie sobre “La muerte de la metafísica “y “El pensamiento geométrico”. También “El libro relato” trata en específico de este tema.
La necesidad de este capítulo previo se evidencia si consideramos que las lógicas pardas pretende reunir todas las manifestaciones del pensamiento que se escapan de su funcionamiento “normal”, “natural” lo que requiere que previamente trate de esa normalidad. Partimos de que lo absoluto no existe en absoluto, lo que nos sitúa en un pensamiento paradojal. No podemos afirmar absolutamente que todo es relativo. Según la teoría de tipos de Russell estamos en un problema de niveles o autorizaciones: no se puede afirmar nada coherente sobre algo más amplio (de nivel superior o para lo que no se tiene autorización) que el propio enunciado. Cuando el pensamiento habla de su propio funcionamiento es eso precisamente lo que ocurre, lo que implica que el pensamiento sobre el pensamiento es paradojal. El problema es equiparable al de la recursividad: definir al definido mediante la definición. Hoffsdatter en “Gödel, Escher, Bach” trató el tema en profundidad desde distintos puntos de vista disciplinares (matemáticas, imagen y música) y no descarto que volvamos sobre el tema pero no tengo el tema lo suficientemente claro como para atreverme con él.
Conformémonos, pues, con hablar sobre la normalidad. La normalidad es el “paradigma” que defendía Khun en su análisis del conocimiento científico: la teoría vigente en cualquier espacio (una comunidad científica) y tiempo (en un momento histórico dado). La ciencia se desenvuelve entre estadios estables en los que domina ese paradigma y periodos de revolución en los que el paradigma cambia. Los paradigmas siempre tienen fisuras (circunstancias que la teoría no puede explicar) pero que -se piensa- pueden llegar a ser resueltos dentro del paradigma reinante. Se podría equiparar a lo que Jay Gould llamó “el equilibrio puntuado” en la teoría de la evolución: la sucesión de etapas de estabilidad seguidas de momentos de extrema actividad que producen cambios revolucionarios en poco tiempo. Podría resumirse como que el tiempo no tiene un devenir homogéneo sino que se contrae en determinados momentos, se densifica, produciendo una celeridad inusual en determinados puntos de la evolución del saber. Si este momento fuera único y no una alternancia nos encontraríamos con algo parecido a lo que sucede con la evolución de la tecnología: que cada vez es más difícil estar al día porque la velocidad de los descubrimientos, es en realidad, una aceleración (es la velocidad lo que aumenta con el tiempo… y no el espacio). Dicha contracción del tiempo produce un aumento de la especialización (ante la imposibilidad de abarcar grandes campos) que finalmente conducirá a Babel: la imposibilidad de entenderse entre distintos especialistas. Eso ya ha ocurrido con el pueblo no científico (expulsado del conocimiento) y pasará en breve con la población científica.
Además del paradigma de Khun que hace que las teoría diferentes se sucedan en el tiempo, parecido fenómeno ocurre en el espacio: la existencia de distintos enfoques o disciplinas en el mismo tiempo: “la partición de lo sensible” que enunció Ranciére, entendiendo por sensible el mundo que percibimos y por partición la división en distintos campos o enfoques (lo que en teoría de conjuntos llamaríamos: subconjuntos del mismo. Esta partición de lo sensible no tiene más reglas (al revés que el paradigma que se debe a las reglas del descubrimiento científico) que las de la simplificación de lo real en vías a su mejor comprensión. Dicha partición es anterior al propio proceso de pensar (primero escogemos el campo y luego reflexionamos), por lo que solo puede ser “pensado” de forma recursiva, en sucesivas aproximaciones que solo tendrían solución en el límite (a menudo infinito). Nuestro cerebro (mente, inteligencia, etc. No se trata ahora de diferenciar esos conceptos o sustratos). solo puede afrontar los problemas (de forma eficaz) si son resolubles, por lo tanto hay que simplificar para que la solución sea posible. Desde ese punto de vista la partición de lo sensible es una mejora. Pero existen infinitas particiones de acuerdo a los distintos puntos de vista, y todas igualmente válidas. Existen por lo tanto infinitas soluciones: el mundo es matemáticamente diofántico y la solución única es un absoluto inalcanzable. La recursividad y los absolutos nos asedian.
De acuerdo con esas particiones de los sensible tendremos distintas normalidades, distintos enfoques, paradigmas o clasificaciones del mundo y si bien los paradigmas tienen condiciones de posibilidad (el método científico) los enfoques disciplinarios pertenecen a la volición y no a la razón… si por ésta última entendemos el campo de las soluciones únicas (o limitadas). Por tanto hay algo anterior a cada partición de lo sensible a lo que podemos llamar intuición o si somos malpensados: interés. Estas intuiciones en matemáticas se llaman axiomas y son verdades evidentes (es decir aprehensibles por otra instancia distinta a la razón). Son indemostrables lo que puede ser una consecuencia (todo axioma es indemostrable) o una premisa (todo lo que es indemostrable es un axioma). Nueva forma de escapar a la necesidad de los resultados una vez establecidas las premisas y el método. Porque lo que está en juego es la necesidad. El pensamiento solo es útil si es inequívoco (por lo menos dentro del enfoque de la existencia de los absolutos), en otro caso es posible (probable) y la verdad no es absoluta sino relativa (fraccionaria). El pensamiento -en cuanto arma de máxima adaptabilidad- debe predecir el futuro, adelantarse a los acontecimientos, acceder a la característica divina de la adivinación. Y esa necesidad es equivalente a la universalidad (en cualquier tiempo y lugar). Dentro de la premisa de lo absoluto queremos verdades absolutas, necesarias y universales. Fuera de él ,nos deberemos conformar con lo relativo, la probabilidad, y la localidad (lo que solo es cierto, absolutamente cierto, en determinado ámbito).
La forma de universalidad que utiliza el pensamiento simbólico es la abstracción: se opera el objeto hasta que queda reducido a las características comunes, hasta que forma parte de un conjunto fijado (lo que implica que no es natural sino manipulado). Por ejemplo la: cantidad. Si solo tenemos en cuenta la magnitud numérica cualquier objeto es equiparable a cualquier otro cuantificable numéricamente. En matemáticas estos objetos se llaman escalares. Existen otros: los vectores que pertenecen al conjunto de las abstracciones que consideran esencial (para pertenecer al conjunto) la magnitud, la dirección y el sentido. Aún podemos considerar los tensores que recogen un número elevado de características (tiempo, densidad, viscosidad, etc.). De hecho estos objetos matemáticos se diferencian por un distinto grado de abstracción es decir de complejidad y por tanto son más exactos cuanto más complejos son, lo que implica menos aprhensibles, calculables, pensables. Para otros pensamientos históricos existen otras formas de universalización. El pensamiento mítico utiliza un concepto de verdad aparente: la verosimiltud (que se aproxima a la verdad) y que se materializa en el relato, como forma posible de realidad. También el paradigma (entendido como ejemplar representativo de toda una clase o conjunto) puede ser utilizable como forma de abstracción. Cada vez que ponemos un ejemplo para hacernos entender utilizamos este recurso en el que el caso concreto sustituye a la idea (abstracta) del conjunto de objetos con características comunes. El pensamiento representativo (una vez establecida la equivalencia de lo presente con lo representado) se diferencia del simbólico en que el vehículo de la representación es una imagen y no una palabra (abstracción ésta a la que llamamos concepto). Por supuesto que el dogma revelado o impuesto (tanto religioso como civil) cumple también estas condiciones de previsión (adivinación de la realidad), necesidad, universalidad citadas.
Igual que decir la magnitud solo es una parte de la esencia (lo que lo define, lo que es) de aquello de lo que hablamos, enunciar la naturaleza o naturalidad de algo solo es una parte de ello; necesitamos ampliarlo con la partición de lo sensible a la que pertenece. Sin partición de lo sensible el conocimiento es imposible. No solo debemos especificar lo que la cosa es, su sustancia (en cuanto a categoría fundamental aristotélica) sino del contexto en el que se halla: espacio, tiempo, posición, relación, acción, pasión, etc. porque la partición de lo sensible como en el caso de los tensores, determina al objeto en toda su singularidad. El conocimiento debe necesariamente adaptarse a la capacidad del instrumento de aprehensión (¿medida?) en este caso nuestra capacidad de raciocinio, y en un cerebro en evolución, esa realidad ha sido cambiante. Hace unos millones de años nuestro inmaduro cerebro solo podía afrontar la realidad mediante una feroz simplificación. Poco a poco nuestros objetivos son más amplios y nuestra capacidad de conocer más eficaz. Hoy debemos volver sobre los conocimientos del pasado con nuestras nuevas y mejoradas habilidades cognitivas. Ya no basta con los escalares o los vectores, necesitamos tensores, ampliar nuestra cognición a toda la complejidad de los objetos de estudio. Y de nuestras limitaciones, que siguen siendo muchas.
Hoy, ese cerebro exterior que es el ordenador nos auxilia mediante la confección de bases de datos que nos permiten soslayar la abstracción y acceder a la inducción enumerativa (todos los casos). Bases que solo podemos manejar mediante la computación. Lo que la metafísica instituyó como base de nuestro sistema de conocimiento: universalización-abstracción-ley, en el pensamiento cibernético se puede expresar como base de datos-computación-algoritmo o -si abandonamos la metafísica por la metaética- el pensamiento femenino: descripción-sentimiento-principio ético.
El desgarrado. Mayo 2024.