» 20-05-2024 |
Se puede considerar zanjado el pensamiento arcaico con la aparición del pensamiento mítico. En éste la verosimilitud se erige en el estándar de verdad vigente. En todo, se puede considerar este sistema como el primero bien establecido, autoconsciente, en una sociedad estructurada que ha superado el estado tribal (la ciudad es ya un hecho) y por tanto el parentesco como lazo social -sustituido por la ideología- que permite aglutinar grupos considerables capaces de acometer grandes obras de ingeniería, desde murallas a obras hidráulicas, o las propias ciudades. La religión convive con una oligarquía dominante bien establecidas y mutuamente respetuosas. El neolítico -la agricultura y la ganadería- ha fijado a las poblaciones antaño nómadas y la territorialidad y la propiedad privada se acentúan. La sociedad tribal sigue siendo mayoritaria pero dominada por la nueva cultura ciudadana. El trabajo se especializa (agricultores, artesanos, soldados, mujeres). Se inicia la escritura con efectos contables. El progreso es trepidante. Con una antigüedad de 12.000 años aparece la primera construcción conservada: Gobeki Tepe, un templo en la actual Turquía. Las ciudades, nacidas al amparo de las tierras fértiles próximas a los ríos, proliferan.
El vehículo de la verosimilitud es el relato (el mito), con las características que Aristóteles le otorgó en “Poesía”: secuencialidad, causalidad, necesariedad, intriga, y por supuesto, verosimilitud. Esta apariencia de verdad (homogeneidad, coherencia, imitación de lo natural) se convierte en el estándar de verdad vigente. Recoge la historia de los pueblos, próxima y remota (la cosmogonia), y desarrolla una importante labor ejemplar (paradigmática) de socialización y moralización del pueblo que escucha con arrobo los relatos que les cuentan los cuantacuentos, alrededor del fuego, como todavía ocurre hoy en la plaza Yamaa el Fna en Marrakech. Paralelamente se ha desarrollado una topología que identifica ciertos lugares con la sacralidad/divinidad (Hierofanias) o con la fuerza (Kratofanías) y a ciertas personas con la sabiduría (el consejo de ancianos o senado) y que los convierte en depositarios de la verdad “escrita” en la naturaleza. El modelo natural coexiste con la mitología (el relato de las andanzas de los dioses) propagado por chamanes y sacerdotes haciendo de la ”revelación” otra fuente de verdad. Los excedentes fundan el comercio que establece relaciones entre diversos asentamientos ciudadanos.
La ciudad inventa un magnetismo -distinto de la dominación- que atrae a todo tipo de gentes por la defensa/seguridad, el confort (servicios urbanos, solares, etc.) el comercio, la multiplicidad de oportunidades, la afinidad, etc. haciendo de ella un nudo de relaciones, característica, que nunca le abandonará. A los impuestos religiosos (diezmos y primicias) se añaden los civiles poniendo el contrapeso a las ventajas innegables que ofrece. La ciudad permite la libre circulación: nadie es retenido en contra de su voluntad lo que significa que debe convencer. Los oligarcas aspiran al título de benefactores, constructores o legisladores mejor que el de tiranos. Son ciudades-estado, auténticos miniestados autosuficientes política y económicamente. Los rudimentos tribales del derecho (la ley del talión, el rapto de mujeres, la dote…) se desarrollan en un cuerpo ordenado de preceptos. El subjetivismo se ve matizado por la convivencia con el Otro, próximo, que perfila la idea de bien común y verdad exterior al individuo y común al grupo. La verdad deja de anidar en el individuo para asentarse en el grupo, en el exterior del individuo. La sociedad inicia un tránsito de su marcado carácter femenino (cuidado, almacenamiento, (re)colección, cultivo, síntesis, etc.) hacia los estándares masculinos de análisis, agresión, dominación, maestrazgo y género único (Irigaray).
La ciudad vertebra toda esta época de pensamiento mítico. Los primeros datos fehacientes de ellas las encontramos en Jericó con 9.000 años de antigüedad. Las primeras ciudades debieron ser macro-aldeas construidas en madera y materiales efímeros por lo que sólo conservamos las huellas de los postes en los cimientos (¡cuando se empezaron a usar cimientos!), por lo que podemos aventurar que desde que hubo excedentes y agricultura la ciudad fue un hecho y el pensamiento mítico, también. Además se reconstruían sobre sus propias ruinas. A pesar de las diferencias de clase rígidas, la ciudad permite una libertad nunca jamás igualada. Resulta a modo de un ensayo de lo que podría ser la democracia no tanto por los derechos que dispensa como por la escasez de obligaciones. El rígido yugo parental de la tribu ha desaparecido y la sensación de libertad es enorme. Es aquí donde se gesta la idea de libertad en comunidad aunque la posibilidad de un gobierno del pueblo no se plantea. El relato marca el límite, ofrece el futuro y recuerda el pasado. Se plantean las libertades individuales y la participación en lo común pero de ninguna manera el gobierno. La jerarquía es rígida y nadie disputa al oligarca o al sacerdote su poder. Las luchas por el poder son intestinas, interclase, horizontales.
La topología subsiste mientras la verdad reside en las cosas. La topología es la fe en las cosas como portadoras de verdad. El camino de la verdad empezó dentro de cada individuo (dentro de cada animal, para el que el instinto es su verdad absoluta… aún cuando no sea consciente). El subjetivismo no da opción. Lo que percibo es la verdad del mundo. No se puede tomar la naturaleza como modelo si no es verdadera. Dejar de creer en las apariencias (Platón) supone una gigantesca inversión. El logos empieza cuando el ser humano considera la verdad como exterior a él (e independiente) y no como residente en las cosas exteriores sino como algo ajeno a él. Este es el gran paso que da el hombre y en el que no le sigue la mujer. El cuidado, la conservación, esconden la topología de que las cosas en las que se deposita el cariño son verdad, son percibidas holísticamente, sintéticamente, no distinguiendo la cosas de su verdad. No se puede cuidar algo en lo que no se cree. El hombre se hace analítico, especulativo, cuando separa la verdad, de las cosas. El hombre sustituye la verdad de las cosas por su valor y de esa manera independiza la verdad. Una mad¡re no deja de querer a su hijo haga éste lo que haga. Guzmán el bueno arroja él mismo la daga con la que asesinarán a su hijo. Las fantasías del superhombre, por encima de cualquier compromiso que no sea con la verdad pura, redondeará su nuevo papel.
Pero el hombre hace más que aprovecharse de esta diferencia (pues había habido otras). Quiere una victoria completa y desbanca a la mujer de su papel preponderante (precisamente gracias al cuidado) para ocupar su puesto. Para ello arremete contra el cuidado como cuestión accesoria, doméstica; entroniza el nuevo concepto de verdad (el logos); se convierte en el maestro que imparte la nueva fe; y desautoriza la topología como forma de pensamiento, y de paso, todo lo femenino. Es un auténtico golpe de mano que cambia el curso de la humanidad. Lo que está en juego con el machismo es mucho más que una cuestión de preeminencia de género. Está en juego un concepto de verdad, el fin de la topología, el papel de maestro (líder pedagógico), la preeminencia del análisis sobre la síntesis y, en definitiva, la superioridad del hombre sobre la mujer. Así nace la metafísica (la trascendencia es la guinda que corona esta construcción) y así continúa 25 siglos después.
El desgarrado. mayo 2024