» 21-06-2024

La lógica parda 19. Maestros y aprendices. La transmisión del saber. El maestro ignorante. La marginación de la mujer a alumna perpetua.

Estos textos tratan el tema del encabezamiento. Los tres últimos los transcribo puesto que no tengo nada que añadir: “Señoras y señores 97. El pensamiento femenino. Luce Irigaray”. “Animales racionales 8. Educación”. “Señoras y señores 93-8. Diferencias y tendencias 7. Maestro/comunidad de saber”. 2024. “Reflexiones tipográficas 384. La igualdad de las inteligencias”. 2023. “Reflexiones tipográficas 384. La igualdad de las inteligencias”. 2016.

 

Diferencias y tendencias 7. Maestro/comunidad de saber. 2024

 

Cuando el hombre desarrolla el logos y la ontología como sustitutos de la relación de comunidad con la mujer y como taponamiento del vacío creado por su separación/aniquilación, instituye al maestro y la situación de aprendizaje como la fuente de la nueva sabiduría y como modelo de la nueva relación entre hombres que caracterizará su nueva forma de pensamiento masculino. Como toda nueva fe tiene que ser inicialmente rígida para fomentar su implantación y la tradición del saber se realiza con estricto seguimiento de las enseñanzas del maestro. El conocimiento se convierte en tan valioso como la agresividad y la fuerza -que ha caracterizado al hombre hasta entonces- y de hecho se convierte en el nuevo campo de conflicto -esta vez dialéctico- en el que se dirimirán los liderazgos, afianzando la dualidad rey/sacerdote entre la antigua y la nueva forma de ser del sujeto masculino. El conocimiento masculino así transmitido, de maestro a aprendiz -convertido en educación- se convierte en la columna vertebral del nuevo orden, pero su carácter patriarcal mellará su eficacia y su funcionamiento. 

 

Porque el patriarcalismo nace aquí. Derrocada la mujer /la diosa) de su papel consultivo y de liderazgo espiritual y depositaria de la sabiduría, la figura del pater familias, del patriarca, toma el lugar de aquella, aunando liderazgo en conocimiento y en fortaleza física. El patriarcado, la preponderancia cognitiva del macho,  complementa el aniquilamiento de la mujer como depositaria del conocimiento natural, vívido y en comunión con la naturaleza que -hasta entonces- había sido la tónica. Surge así la apariencia de saber que lleva al hombre -además de liderar el nuevo orden del conocimiento- a aparentarlo, supliendo las evidentes carencias que tiene un sistema impuesto por la fuerza y por la palabra esencialmente ambigua. Pronto, además, el logos mostrará sus pies de barro cayendo en las paradojas y fragmentándose en múltiples interpretaciones que dividirán el saber en innumerables escuelas o tendencias. La retórica (el arte de persuadir), la entelequia y el sofisma (razonamientos formales ajenos a la verdad), la tópica (los repertorios de respuestas esteretipadas) y otras desviaciones de la lógica, se establecerán en papel de igualdad con el logos, aumentando exponencialmente la clase de los maestros. 

 

La comunidad del saber, el conocimiento como depósito de sabiduría guardado en el consejo de ancianos y en el respeto y observación de la naturaleza (topología), el relato (mito) como saber comunal repetido oralmente, la desaparición de los atractores (el ritmo, la melodía, la armonía, la rima, la métrica, la simetría…) que configuraron un saber comunal, son convertidos por el logos en artes, en pura apariencia sin contenido, con tal de entronizar al logos como pensamiento único masculino. El papel de la mujer como observadora atenta y recolectora de enseñanzas de la naturaleza (el matriarcado cognitivo) desaparece y con ello la idea de comunidad, la idea de igualdad, convertida en recurso metafísico del logos, lejos de la valoración en equidad de los seres humanos. La jerarquía sacerdotal-militar-patriarcal se impondrá sobre un mundo en equilibrio, sobre una Arcadia feliz cuya memoria será tergiversada y ocultada. 

 

El logos deshumaniza las relaciones sociales al establecer la verdad como algo exterior (objetivo) y absoluto (sin grados), creando la sociedad de clases. No solo se es pobre por designio divino sino que se es pobre para siempre, de forma absoluta. Cuando la educación pasa de la madre al padre o al maestro, se convierte en adoctrinamiento (para la sumisión, para la guerra). Tal como relata Rancière en “El maestro ignorante” el modelo del maestro sabio que infunde el conocimiento al aprendiz ignorante, no funciona. Establece una jerarquía ajena a la comunidad del saber. El conocimiento es algo que se alcanza y no algo que se transmite. Es extirpado del pueblo para beneficio de las elites. La educación se convierte en un arma de dominación complementaria de la organización jerárquica, la desigualdad por obra de Dios y la proliferación de las instituciones: mecanismos de dominación y de sumisión. El mundo del logos, junto a un aspecto de emancipación y de promoción personal espiritual, contiene la dominación en su aspecto más crudo. La clase sacerdotal desviará la consecución de la felicidad en la tierra, a un más allá siempre dilatado e inalcanzado. La libertad y la igualdad se convierten en promesas siempre incumplidas al servicio de la servidumbre voluntaria, el vasallaje o la ciudadanía. 

 

El conocimiento no es poder en sí mismo, es una herramienta, un arma de dominación que vehicula el poder. La mujer y los niños de las clases menos favorecidas son excluidos de la educación, patrimonio de las elites masculinas educadas para ejercer el poder. Hasta Rousseau nadie reclamará seriamente la educación como un derecho del pueblo. Aún hoy, en España la educación es campo de disputa política. En 45 años de democracia se han sucedido ocho leyes generales de educación. Las comunidades autónomas reclaman su propia geografía, historia y lengua (quiz´sas su propia sociología y psicología) como sostén de sus nacionalismos, pero el adoctrinamiento es la apuesta. El pueblo es excluido sistemáticamente de la educación y también la mujer, incluso si pertenece a las elites. Poco a poco los derechos de los excluidos se abren paso. La democracia como derecho de los que no tienen ni título ni derecho alguno para gobernar (Rancière), la educación como derecho de los ignorantes por el hecho de serlo, la nacionalización como derecho de los refugiados y los migrantes forzosos, la emancipación como derecho de los oprimidos. 

 

No se educa a un inferior, ignorante, sino que se educa entre iguales. La educación es colaboración en la que ambos maestro y alumno, aprenden juntos, descubren sincrónicos. La educación es una empresa común como lo fue para la mujer la educación de los hijos, de los que nunca cesó de aprender. Si el conocimiento es el arma específica del ser humano, el derecho a acceder a ello tiene que ser universal, libre de sesgos, productivo para todos. Una empresa común en la que deben desaparecer las jerarquías, las clasificaciones, los órdenes. Si, como afirma Rancière todas las inteligencias son iguales en potencia, desarrolladas en distintos campos, deben desaparecer las distinciones entre conocimientos (el deporte es tan importante como la física teórica) y entre practicantes (maestros y alumnos). Aprender es acceder a los recursos que nos permitirán afrontar la vida con garantías de éxito. Es la vida lo primero que hay que enseñar, como hacía Ella cuando era depositaria de la sabiduría. La educación sexual es tan importante como la gramática, el arte tan importante como la ciencia. La memoria está para recordar vivencias y no listados. La teoría no se puede separar de la práctica. La política es un área más y no el conocimiento que todo lo impregna y todo los subordina. Me temo que todavía estamos al principio de la empresa educatoria. La madre debe recuperar su intuición para educar al hijo, más allá de planes y directrices, intereses y dogmas. Transmitir sus vivencias, encauzar las del hijo. Cuidar. Y olvidarse de asimilar los “métodos del hombre” siempre manipuladores, siempre interesados en la dominación.

 

Relatos 13-1. La escuela y la dominación.

 

Leo “El maestro ignorante”. Jacques Rancière. Leartes 2010 (1987). En él se relata la aventura de Joseph Jacotot que en tiempos posteriores a la revolución francesa (1818) estableció el paradigma de la educación universal y el maestro ignorante. El maestro que solo enseña su ignorancia. Vaya por delante que no lo consideró un método (no pretendía revolucionar la enseñanza, aunque lo hizo) ni una epistemología social. Lo considero una buena nueva que podía convivir con la enseñanza “oficial” y que proporcionaba sustancialmente una oportunidad de aprendizaje dentro de la familia. El padre analfabeto puede enseñar a leer a su hijo si dispone de unas plegarias impresas que su hijo se sepa de memoria, simplemente poniéndolo en disposición de aprender, es decir vigilando su dedicación y atención y verificando (de diversos medios) sus progresos. La aventura de Jacotot empezó ensañando el idioma francés a un grupo de holandeses con una versión bilingüe del “Telémaco”, pero también enseñó música y pintura, matemáticas y formación militar.

 

Evidentemente no se trata de “descubrir” el saber establecido (no se formarán genios de la pintura o de la música) sino espíritus en situación de igualdad con sus maestros. El sistema no redime tanto la ignorancia (medida como distancia entre inteligencias) como el menosprecio. Se trata, en el fondo de formar hombres iguales, lo que no quiere decir que el aprendizaje de idiomas o de las primeras letras no diera resultados extraordinarios. A ello se debió el gran revuelo que causaron sus teorías y la multitud de escuelas que pervirtieron sus ideas tratando de conseguir nuevos métodos de enseñanza. No era un método. Era una escuela de hombres iguales, aunque tampoco aspiró a que fuese una sociología. 

 

Porque para Jacotot el tema que subyace en la educación (aprender/comprender) es el tema de la dominación. Es un sistema de dominación en lo que se establece es la diferencia de inteligencias entre maestro y alumno. Y esa diferencia será mantenida ad aeternum, porque no se aspira a que el alumno supere al maestro (y ejemplos la historia nos ha dado muchos) sino que se mantenga la diferencia de las inteligencias y que se perpetúe la dominación.  Tampoco tendría mucha importancia que algún alumno superara la barrera porque el sistema de la dominación es un sistema social. No estamos aquí en la cuestión del adoctrinamiento que tan de cabeza trae a nuestros políticos, tratando de imponer unos contenidos educativos que formen ideologías políticas y sociales, sino que estamos en la raíz del sistema social: la igualdad. Antes que la doctrina y la ideología se necesita que la sociedad se haya jerarquizado en los sabios y los ignorantes, los que pueden mandar y los que deben obedecer, los cultivados y los incultos. En una palabra: se haya establecido el sistema de la dominación. 

 

El relato del saber y de la educación es un relato, por muy aséptica que sea la educación (en el sentido de desideologizada), que oculta la dominación, el establecimiento de jerarquías, en este caso, jerarquías del saber. El fin de la educación no es la formación de seres humanos iguales sino su clasificación en jerarquías de humanidad. El debate sobre la ideología es una cortina de humo que desvía de la atención del debate primordial. Poco importa ser de derechas o de izquierdas cuando se es inferior, cuando se está en un escalón más bajo como ser humano. Como mucho, ese segundo debate es un segundo relato (que se superpone al primero) y que se sustenta en él. 

 

Y aquí llega la generalización que da sentido a este interés tan continuado en este blog por el relato: Todos los relatos esconden la dominación, sean del saber (educativo, investigativo), de la ideología (político, social), religioso (fe, iglesia), o antropológico (el amor, la solidaridad,). El fin del relato es la perpetuación de la dominación. La igualdad es el elemento básico desde el cual se articula la desigualdad y no al revés. Poe eso hay que establecer, como sustento del sistema social, la desigualdad, y eso es lo hacen las elites por medio del relato. Por supuestos que ellas no inventaron el relato. Como hemos dicho  anteriormente el relato es consustancial (isomórfico) al funcionamiento de nuestro cerebro, pero además es un mediador existencial, una droga (¿el opio del pueblo?), una edorfina que facilita la coexistencia social, la irrealidad de la dominación que el propio relato propicia. El relato es juez y parte. Su funcionamiento es el de la retroalimentación positiva: a más dominación, más relato, más suavización/ocultación de la dominación, más dominación. Estamos en una máquina infernal. 

 

Pero Jacotot llega más lejos y admite que no puede existir otro sistema social que el que tenemos (el de la desigualdad): es mejor un mal orden que el desorden. La violencia institucional es el único medio para controlar la violencia. Estas son las paradojas que no queda más remedio que aceptar. Las paradojas de la dominación. Por eso, renuncia a elevar su invención a la categoría de sistema social, por eso lo confina al espacio familiar. De alguna manera no renuncia a disminuir esa desigualdad sino a suprimirla, o sea, que nos está diciendo que aunque la igualdad sea una utopía, debemos trabajar enconadamente para reducirla a un mínimo. La igualdad es un concepto límite, inalcanzable pero reducible. El grado de reducción o de sobrevalor, depende de nosotros, de nuestra lucha en salir por nosotros mismos de la ignorancia. La utopía consiste en eso: en aspirar a lo imposible… porque la realidad tiene grados. No se trata de un juego de todo o nada. No es una verdad lógica sino cibernética (retroalimentada).

 

Lyotard nos aseguró que la posmodernidad era, la era del fin de los grandes relatos. Jocotot se enfrentó al relato de la dominación que esconde la educación, pero no quiso dar el paso definitivo y postularse como reformador social. Sin embargo apuntó a ciertas vías que, sin duda, la posmodernidad deberá seguir para acabar con los relatos como forma de dominación: las verdades límite como alternativa a las verdades lógicas (certezas), el reino de la probabilidad (en cuanto fracción de la certeza). El propio Rancière nos propone otra vía: los conceptos listado o paratáxicos que en vez de clavar lo definido, le permiten fluctuar en un ambiente o aroma, en una pluralidad de conceptos afines. Sí, es cierto; tal como hace el vídeoarte en una de sus formulaciones de más éxito.

 

Reflexiones tipográficas 384. La igualdad de las inteligencias.

 

Hablo continuamente de la dominación, incluso digo que es insoslayable. ¿Es  una condena o bien es posible lidiar con ella? Ha llegado el momento de hablar de la posibilidad de un mundo sin dominación. Un mundo en el que la dignidad consiste en que todos somos iguales, nadie es más que nadie y -globalmente- todos tenemos las mismas capacidades, si bien se manifiesten de distintas maneras y en distintos campos. Conocemos el socialismo social (y su vertiente el comunismo: socialismo social físico) pero es evidente que no ha sido suficiente para igualarnos.  De una o de otra manera el veneno de la dominación lo permea todo. ¿Cuál fue el problema (la carencia) del socialismo: plantear las cosas en el ámbito social. No fue un error porque lo que estaba en juego era precisamente el funcionamiento de la sociedad, pero no era el camino. No se trataba de que fuéramos iguales en derechos (jurídicamente), en oportunidades (políticamente), en pertenencias (comunismo). De géneros no dirá ni pío. Se trata de que tengamos la misma inteligencia (Jacques Rancière: “El maestro ignorante”. Leartes. 2003 (1987) ) eso que parece evidente que es imposible porque nacemos con distintas capacidades… lo que justifica la dominación.

 

En “el maestro ignorante” Ranciére plantea precisamente esta cuestión. No existe un superior que enseña y un inferior que aprende, existen dos seres que aprenden juntos, el uno del otro. Todas las inteligencias, todas las capacidades son “globalmente” iguales. Puede haber diferentes manifestaciones, pero la suma individual total de las capacidades es la misma. Podemos jerarquizarlas magnificando unas sobre otras pero la cruda realidad es que todos tenemos la misma potencia que se plasma en una realidad: cada uno, a nuestra manera, tenemos la misma capacidad. ¿Es Messi igual Einstein en inteligencia? Pues sí. Cada uno en su campo son genios y las carencias de ambos son manifiestas en ambos, por que si se tiene mucho de algo se cojea en otros campos. Nuestra sociedad ha establecido una jerarquía que nos dice que la física teórica es mucho más importante que el deporte. Es lo que Rancière llama “la partición de lo sensible” Antes de reflexionar sobre cualquier tema hemos dividido el campo de estudio de acuerdo con unos parámetros previos, incluso al propio pensamiento que vamos a desarrollar. El campo de juego determina el resultado. La estadística lo sabe bien y para manipular el resultado solo tiene que cambiar el “universo” (¡Qué palabra tan explicativa!) la delimitación de lo que será el campo de estudio. Una encuesta telefónica es una encuesta hecha a quien tiene teléfono… y está por tanto sesgada. 

 

Hay cierta lógica en este planteamiento. En primer lugar la selección natural no puede permitir que los poderosos se fortalezcan entre ellos hasta eliminar las opciones más débiles, pues eso terminaría con la propia selección, ya que acabaría existiendo una clase dominante en detrimento de las otras. Esto, que en el mundo natural es evidente, es precisamente lo que los aspirante a dominar quieren obtener. Lo que el instinto (la naturalezas) borró, es lo que la inteligencia persigue. Si hubiera un campo privilegiado de capacidades, la evolución acabaría en que esa sería dominante y se perderían todas las otras opciones. Es el sentido de la mutación como recurso de la evolución: el azar, la variabildad enloquecida es necesaria para enfrentarse a futuros imprevisibles. Eso, en una especie cuyo mayor logro es la adaptabilidad (la respuesta a un medio perpetuamente cambiante) sería una catástrofe, sería la unilinealidad y la desaparición de la especie. Sabemos a lo que conduce la unidisciplinariedad (frente a la multidisciplinariedad):  a la falta de perspectiva y al dogma. Por más que el conocimiento teórico lo odie, el azar es nuestra tabla de salvación cuando nuestras estrategias de acción resultan impotentes. La naturaleza “escogió” la igualdad de las inteligencias como modo de taponar la dominación. Solo la simetría de las inteligencias le sirvió a la naturaleza, ante la aparición de la inteligencia.

 

Nuestra línea evolutiva es realmente extraña. Para llegar al “homo sapiens sapiens” actual ha sido necesario arrasar con multitud de otra líneas evolutivas, cuya desaparición intriga a los estudiosos. ¿Por que desaparecieron los neandertales? Y ya puestos ¿por qué desaparecieron todas las líneas “Homo” que han existido” pienso que por que su inteligencia no era igual a la de otros “homos”. La igualdad de las inteligencias era un requisito indispensable para que la inteligencia se convirtiera en en el arma más efectiva de la evolución. Desde este punto de vista la igualdad de las inteligencias es absolutamente necesaria para que nuestra especie se afianzara. Pero la igualdad no podía ser absoluta lo que hubiera  inutilizado el sistema. Iguales, sí, pero con diferentes manifestaciones.La diversidad también era importante.  Quizás la inteligencia no es tanto el dedo de dios como una necesidad del sistema. Pero con todos estos argumentos acerca de la racionalidad  evolutiva del sistema de la igualdad -al que podríamos añadir el que nuestra especie considere la igualdad como un requisito indispensable, elevado a la categoría de principio fundamental- solo pretendo mostrar su posibilidad. Las cosa pudieron suceder así, -y como suele suceder en física-, la posibilidad es simplemente una realidad inexplorada. 

 

Poco puedo añadir a lo que Rancière dice en su texto. Solo que la idea me parece no solo bella sino “dignante” (que concede al ser humano una dignidad común que no está al alcance de tantas otras teorías). Se que es un neologismo bastante burdo pero sin existe el concepto “indignante” no es fácil explicar porque la idea que niega, no tiene reflejo en el léxico. Quizás porque “va con la bestia” (como dicen los catalanes) es decir es una idea intrínseca, tácita. Que la igualdad (que no existe entre los seres llamados irracionales) se imponga entre los racionales en el momento en que su (supuesta) superioridad se imponga en el mundo, es una idea -cuanto menos- estrafalaria. 

 

He empezado hablando de dominación y he tratado de exponer que la igualdad es posible, lo que, sin embargo, no es evidente tal como se nos muestra el mundo actual (y el histórico). No solo es posible sino que la naturaleza ha apostado por ella. La dominación no existe entre los animales (de donde venimos). La dominación para ellos es defensa: de la estirpe, del territorio, de la comida. No existe la dominación absoluta, simplemente es un medio para alcanzar un fin siempre alineado con la conservación de la especie. He dicho que de géneros ni pío, pero como la cabra tira al monte, añadiré una píldora. Lo que la sociedad actual ofrece al colectivo femenino es precisamente esa igualdad menor, que es la igualdad de derechos jurídicos, laborales, políticos, etc. Le ofrece ser igual al hombre, que es el modelo a seguir. Lo que se debe ofrecer a las mujeres es la igualdad de las inteligencias. ¿Cuantos hombres creen que las mujeres son iguales en inteligencia a los hombres? Me atrevería a decir que casi ninguno… y ahí está el problema. Y los ejemplos están en los medios día sí y día también (sin ir más lejos Rubiales y Garamendi). ¿Por que entonces la dominación es la razón de ser de los humanos? De eso os hablaré en la próxima entrega porque no es un tema que se pueda despachar en dos patadas. Y así, como en todo buen relato, se mantiene el interés y la expectación. .

 

El desgarrado. Junio 2024




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