» 15-05-2024

La lógica parda 3. Las particiones de lo sensible previas al pensamiento. Clasificación y orden en el origen del pensamiento. ¿Se puede pensar antes del pensamiento? Recursividad.

Casi todo lo que se podía decir sobre esto ya se ha hecho en la entrega anterior “La gramática parda 2” y las referencias que contiene, por lo que me ceñiré a los aspectos más nuevos, en primer lugar el del orden y la clasificación como origen del pensamiento. Pensar es -primeramente- ordenar, asignar a clases, clasificar. Una mente primitiva debía clasificar, como hoy lo hacen los pueblos menos desarrollados: recolectando datos y ordenándolos en clases. Ese ordenar en clases es la partición de lo sensible. Las clase utilizadas debían ser simples y guiadas por intereses que hoy nos parecen elementales: bueno para comer, peligroso, familiar, extraño, confiable, vivo… en pocas palabras relacionados con las tres esferas de alimentación/supervivencia, territorio y procreación que gobernaban su vida. La taxonomía seguirá perfeccionándose hasta Linneo, pero nos sigue acompañandol la estructura “en árbol” del pensamiento no es sino esta pasión por ordenar en clases. 

 

Clasificar es equivalente a encapsular: colocar cada conjunto de objetos similares en su clase, en su casa: los hombres en su territorio, los niños en su familia, los cazadores en su territorio de caza y los recolectores en su territorio de recolección. Las mujeres en la casa (cuidando) y los hombres en la caza y en la guerra (proveyendo alimento y defendiendo la familia). Las colecciones eran de cosas materiales, concretas y primero se ordenaron en lo real y paulatinamente en lo mental. Las primeras cosas inmateriales (o eso pensaban) que se “casificaron” fueron el fuego y los muertos dando lugar al pensamiento simbólico. La casa del fuego (el hogar) y la casa de los muertos (la tumba) son el origen de la arquitectura (que nació simbólica más que práctica) y del pensamiento (Véase “Urbanismo 18). Entre 250.000 y 300.000 años atrás. No olvidemos que lo que hoy llamamos arte era un sistema de conocimiento cuya universalización se producía por las atracciones entre formas, colores, notas musicales o ritmos.

 

El tema del pensamiento del hombre primitivo fue tratado por Levi-Strauss en “El pensamiento salvaje” desde un punto de vista estructuralista. Para este autor “las relaciones elementales de parentesco” (título de otro de sus libros) constituyen uno de los campos privilegiados de estudio de esta arqueología antropológica estructuralista. La tribu se ordena de acuerdo a estas relaciones de parentesco de forma tan compleja que pidió ayuda al grupo de matemáticos Bourbaki para desenredarlo. Otras aportaciones al conocimiento de la mente primitiva son la teoría del modelo reducido (que acabará siendo un modo de pensamiento: la modelización) y la teoría del bricoleur (la ingeniería como ensamblaje de objetos encontrados) como fase previa a la industria (la fabricación de útiles primero y objetos, después). 

 

El otro punto que no se trató en el texto antes citado es la cuestión ¿Se puede pensar antes del pensamiento? Empecemos por otra pregunta ¿Qué fue antes la gallina o el huevo? Se produce aquí la confusión de dos formas de partición de lo sensible: lo sincrónico (tiempo=0: concepto) y diacrónico (espacio=0: duración). El primero es local,  nos habla de la sucesión de dos estados y afecta a qué es anterior en un plazo de tiempo corto, casi espacial (el tiempo tiende a cero), conceptual, lógico. El segundo es tiempo-absoluto, se refiere al origen, la procedencia, la generación, nos habla de todo el tiempo del mundo (el espacio tiende a cero), de la historia. El huevo y la gallina son como el espacio-tiempo: dos variables dependientes cuya evolución es coordinada y que son inseparables, que evolucionan juntas en el tiempo y que se explican juntas en el espacio. 

 

La recursividad es lo que puede ayudarnos a comprender su evolución. La definición (el concepto) de cada una de ellos va cambiando a medida que se producen nuevos ciclos de sustitución entre ellos. Ninguna gallina ni ningún huevo es igual a su homónimo del ciclo anterior. Hasta que en el origen -como en el caso del límite (en este caso inverso)- ambos resultan ser otras cosas, otro animal y otro medio de reproducción. La evolución temporal y la evolución conceptual (espacial) se influyen la una en la otra. Ninguno de los dos fue antes que la otra, ambos eran otra cosa. El principio de identidad se desvanece por la injerencia de los nuevos genes que aporta la reproducción sexual. Como diría el príncipe de Lampedusa: “Todo debe cambiar para que todo siga igual”.

 

Nuestra cultura es tan ontológica que pensamos espacialmente, con conceptos y cantidades, y raramente introducimos el tiempo en nuestra reflexión: un huevo es un huevo; una gallina es una gallina. Una identidad espacial. Sin embargo genéticamente son distinto/as. La evolución de las especies es la primera vez que se plantea con todo rigor la importancia determinante del devenir. En el ciclo gallina-huevo estamos perdiendo una dimensión: el tiempo, que si la añadimos transforma el ciclo en un sacacorchos. Visto desde el eje temporal, el ciclo es un eterno retorno, pero si nos desplazamos hasta ver la dimensión temporal es una helicoide. Pero esta sería la diferencia espacio-temporal, posicional. Ademas hay una diferencia sustancial (los genes). El huevo: haploide antes de la fecundación es diploide tras ella y recoge la información genética de ambos progenitores. 

 

La evolución recoge lo sustancial (el ser) y lo temporal (el devenir). Es un proceso mucho más complejo que la filosofía ontológica (reducida al ser) y que el devenir simple (in-sustancial), sin embargo, nos incomoda (desde el minuto cero de su aparición. Su contestación ha sido siempre feroz y en la actualidad el 50% de los USAnos son creacionistas. Claro que está Dios por medio y eso siempre complica mucho las cosas. Solo la termodinámica (una ciencia estadística) produce parecido rechazo y es -curiosamente- la que aporta la entropía como explicación de la evolución complejificante. La vida (biológica) no se explica conceptual/numéricamente (ontológicamente) sino evolutivo/entrópicamente. 

 

¿Es posible hacer una partición de lo sensible antes de que el pensamiento exista?  No en el espacio pero si en el tiempo. No en lo conceptual/numérico pero si en lo temporal/sustancial. La recursividad es la respuesta. Si partimos de un infinitésimo de pensamiento que produce un infinitésimo de partición de lo sensible que a su vez produce un avance en el pensamiento y así sucesivamente, ambos irán creciendo causi-paralelamente hasta constituir fases sustancialmente distintas pero evolutivamente complementarias (en el tiempo). 

 

Todo este relato es eso, un relato. La cuestión es si nos produce una imagen de cómo pudieron ser las cosas, si nos indica que existe una posibilidad, si es verosímil a grandes rasgos. Hegel -uno de los más abstrusos filósofos que han existido- dijo que todo lo real es racional y todo lo racional es real. La realidad supera la fantasía. Todo lo que puede ser imaginado… existe. La imaginación no está a la altura de la realidad y no es capaz de urdir algo que no exista ya. La imaginación se nutre de la razón y de la propia realidad. Parece intuitivamente que siendo más amplia en sus recursos la realidad que la razón sea imposible que la razón pase por delante de la realidad. Insisto se trata de verosimilitud, no de verdad. 

 

El desgarrado. Mayo 2024.




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