» 31-01-2022

La muerte de la metafísica 10, El relato 31. El relato. Épica y epopeya.

De la épica dice el diccionario: “Género literario constituido por relatos de hazañas de héroes que representan los ideales de una clase guerrera o aristocrática y de toda una sociedad que asocia a estas personas con sus orígenes y destino como pueblo. Y de la Epopeya:  Composición literaria en verso en que se cuentan las hazañas legendarias de personajes heroicos, que generalmente forman parte del origen de una estirpe o de un pueblo."la composición en verso de las epopeyas es debida, probablemente, a que estaban destinadas a la transmisión oral mediante el canto o la recitación”. En ambos casos el diccionario se circunscribe a la literatura (es decir: al arte), sin referencia a la epistemología o a la historia. La pregunta es -dado que existieron antes de que la literatura fuera un arte- ¿son algo más?

 

La literatura (y en general las artes) nacen cuando -en el SV  a.d.c. (antes del cero) se inicia la metafísica y la era de la razón, cancelando el periodo mítico.

El relato forma parte del sistema de pensamiento mítico-mágico-religioso anterior al sistema metafísico, hasta el punto que podríamos decir que el sistema de pensamiento que, en la metafísica se ha separado en abstracción-universalización-ley, en el pensamiento mítico  es una nebulosa en la que se confunden las emociones (el pathos), la geometría espacio-temporal (la topología), las manifestaciones de lo sobrenatural (hierofanías y kratofanías), las asociaciones formales (pensamiento analógico), la confusión deseo-realidad (omnipotencia de las ideas, magia), y el relato como forma y resultado del pensamiento (epopeya). El mito es, a la vez, un relato y la forma de pensamiento que empaqueta todos los intentos de capturar la realidad del mundo. El relato es a la vez forma de abstracción, forma de universalización y ley de actuación.

 

La potencia del relato es tan enorme que trasciende la era mítica y se adentra en la era metafísica, aunque -tal como nos enseñó Dabord- convertido en espectáculo, es decir, en arte-. En otras entregas he explicado como las artes establecen en su genealogía un sistema de atractores extraños (métrica, rima en la poesía; ritmo, melodía y armonía en la música; composición, colorismo complementario, perspectiva en la plástica; compensación, gravedad en la arquitectura, etc. Y al decir atractores extraños quiero decir que existen procedimientos formales que (como en la lógica) que propician el que determinados objetos se atraigan, se exijan, se necesiten, poniendo orden en un mundo caótico. El concepto atractor extraño es un concepto de la teoría del caos y hace referencia a sistemas de ordenación no evidentes, pero reales. En pocas palabras: las artes poseen sistemas de cuasi-causalidad que, por su inducción de un orden, pueden entenderse como pensamientos primitivos.

 

En el caso de la epopeya (el relato mítico) y del relato amoroso (entre otros), no solo sobreviven como arte (la literatura) sino que se alían con la metafísica para solventar una de sus grandes carencias: la exclusión de las emociones y las pasiones del mundo de la razón, del logos. Era imposible que la metafísica convenciera a nadie de que era un sistema capaz de comprender el mundo habiendo excluido las emociones. El arte -en general- y el relato en particular solucionarían la carencia. La literatura nos devuelve en el relato épico, amoroso, emotivo, etc. lo que la metafísica nos había escamoteado, relegado a la verosimilitud, dado que la verdad corresponde a la lógica y al método científico.

 

La búsqueda de los argumentos universales en la literatura y el cine (el viaje de búsqueda, la fundación, los lances amorosos, la disidencia, la culpabilidad, etc.) desvela que la imaginación no puede “inventar” temas que no existieran ya en el mundo mítico y que se pueden resumir en tres: el amor (la concordancia entre personas), el humor (la manifestación de la disidencia) y el candor (la fe en el sistema y en los demás).  Su existencia no es casual pues corresponden a lo que la metafísica desechó al expulsar las emociones y las pasiones del logos racional. Sabemos que la solidaridad, la generosidad, el altruismo, no son manifestaciones racionales (y por tanto, están excluidas de la metafísica). La razón nos indica que el egoísmo biológico/racional es la norma y que solo una buena meta puede torcerlo. Dar algo a cambio de nada es irracional… pues de las desviaciones sin causa instrumental no habla la metafísica, y las tres actitudes citadas se realizan a cambio de nada.

 

Todo esto os puede parecer incoherente. Es normal. Estamos mirando desde la razón a un sistema que no es racional. Podemos entender la racionalidad que les subyace (desde nuestra perspectiva) pero para nada, la racionalidad (o forma de pensamiento equivalente) que ellos mismos habían establecido.  Lo que podría significar que no existe un sistema de cognición universal en el tiempo aunque pueda serlo en el espacio. Mirar desde la razón al mito tiene problemas insalvables de cognición. Podemos obtener una aproximación pero de ninguna manera una fotografía exacta. La posmodernidad nos ha mostrado que el sistema metafísico no es definitivo, ni perfecto. Desde esa percepción deberíamos mirar con más respeto a los sistema anteriores como el Mítico, con distintos planteamientos cognitivos.

 

Una pregunta que muchos se han hecho es ¿por qué los seres racionales leen literatura de ficción? ¿Arte, entretenimiento, espectáculo? Rancière contestó que la ficción es una estructura de racionalidad, es decir: es una historia falsa con estructura de verdad subyacente. Verosímil (como destacó Aristóteles). Otros afirmaron que la ficción supera (prefigura) la realidad. Nuestra fe en la racionalidad es ilimitada. Quizás no debería ser tanto.

 

El desgarrado. Enero 2022.




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