Provença 318, 3º 1ª
08037 Barcelona
SPAIN
Office: 10h30 / 14h30
Phone: +34 93 530 56 23
mail: info@ob-art.com
» 23-03-2022 |
Recordemos que, en esencia, la metafísica es la creencia en que existe un mundo exterior regido por leyes y un hombre que es capaz de entender (y descubrir) esas leyes, basado en la abstracción conceptual-universalización,-ley. De alguna manera es la institucionalización (con lo que de racionalización tiene) de la omnipotencia de las ideas primitiva. ¿Cómo se accede a ese conocimiento de las leyes del universo? Básicamente de dos modos el análisis y la síntesis (en el caso de que aceptemos la división en pares de oposiciones metafísico. Hegel amplió el esquema a tres términos: hipótesis, tesis, síntesis, es decir, el análisis se escinde en hipótesis y síntesis: hay otros mundos, pero están en este). Dos formas de acceso que distinguen (grosso modo) a los hombres de las mujeres. La realidad es que esas dos formas de acceso producen dos formas diferentes (y antitéticas) de comprender el mundo, y eso vamos a intentar explicar.
Analizar es dividir, desmontar, destruir. Lo sabe bien el niño que despanzurra el juguete para descubrir “cómo” funciona. Analizar es dividir en las partes constituyentes siguiendo la fórmula de que lo más simple es más fácil de entender y que el todo es la suma de las partes. Pero el estructuralismo ya nos advirtió que el todo es más que la suma de las partes (la estructura o la información). Los agujeros negros no son totalmente negros: contienen información). Analizar es decomplejificar, pero también es simplificar más allá de lo aceptable. Resumiendo: el análisis no conduce a la “verdad” del mundo sino a su simplificación… lo que no es poco, pero a día de hoy, insuficiente.
Una manifestación del análisis se manifiesta singularmente en la división (partición) de lo sensible (Rancière). Clasificamos el mundo (la realidad, el todo) en divisiones más dirigidas a facilitar el estudio que a descubrir su “verdad”. Bien es verdad que esa partición de lo sensible no solo está dirigida a conocer el mundo sino a dominarlo (actuar sobre él) y es evidente que (y esto es una partición de lo sensible, en sí misma) conocer no es lo mismo que actuar sobre el mundo. Conocer (entender) y actuar (ética, política… dominación) se mezclarán inextricablemente en una operación de síntesis que nos muestra la radical paradoja de la metafísica y de la analítica.
Sintetizar es construir, sumar, aunar. La pregunta es ¿existen partes no procedentes del análisis, que puedan ser unidas, fundidas, sumadas? La fenomenología nos da la respuesta: sí. Ya antes el intuicionismo había resuelto que existen verdades evidentes e indemostrables (¿porque no tienen partes?). La axiomática matemática también partió de verdades evidentes no descomponibles (no demostrables) como la geometría eucllídeana expuso. Descartes partió de una evidencia indemostrable: “Pienso luego existo” que ya no era un principio simple sino complejo pues igualaba el pensar con el existir (el ser). La metafísica -tan hondamente asentada sobre la igualdad: entre cantidad y realidad, entre palabra y realidad, entre lógica y verdad), se posicionó en la síntesis tanto como en el análisis, pero camufló que esas partes que se sintetizan provienen del análisis y de él son subsidiarias. Si el análisis es imposible porque pierde en la operación la cualidad del todo, la síntesis es imposible porque verdades esenciales existen pocas… o ninguna (al menos dentro del esquema metafísico). El mero hecho de que sean indemostrables ya las limitan para formar parte de un sistema racional, y la metafísica presume de racionalidad hasta el punto de olvidar lo emocional o pasional.
Y ¿cómo es posible que las mujeres sean tendencialmente sintéticas si las verdades simples elementales no existen? Pues porque no existen en la metafísica masculina de la que las mujeres no participan. Y no porque sean i-rracionales sino porque no son metafísicas que no es lo mismo (como diría Rajoy). Se dice que son más intuitivas y -soslayando la dificultad de definir (operación metafísica) lo intuitivo- precisamente para resaltar esa diferencia entre lo analítico y lo sintético. La metafísica es el agua (el mundo) del pez. Estamos inmersos en la metafísica y por ello deconstruirla (la tarea que se impuso la posmodernidad) desde su interior es una tarea titánica, si no imposible. Mientras no tengamos una alternativa a la metafísica no podremos resolver las paradojas que suscita.
Pero sabemos mucho mejor lo que la metafísica hace mal que esa alternativa que necesitamos urgentemente. La fenomenología impugnó precisamente la analítica, la hermeneútica entiende el mundo desde la interpretación, el sicoanálisis instauró la i-racionalidad (el inconsciente) en el seno del yo, La filosofía de la diferencia relativiza toda comparación y toda igualdad. Sabemos lo que había antes de la metafísica: la mítica: la verdad subjetiva (y no desde la esencia o la verdad, basada en datos subjetivos-analogía-relato). Y sabemos lo que el capitalismo nos ofrece como sustituto: la cibernética basada en las bases de datos (en vez de la abstracción conceptual), la computación (en vez de la universalización) y la retroalimentación (en vez de la causalidad simple lineal). Solo nos queda el pensamiento (quizás mejor: la opción o estrategia) femenina con sus características de: emocional/pasional, sintético, constructor, no violento, centrado en el cuidado, intuitivo, etc. Pero ¿seremos capaces de cambiar un pensamiento estructurado y sistematizado por una opción definida por un listado de opciones (base de datos), una ética del cuidado y la no violencia y un sistema de “computación” emocional?
El desgarrado. Marzo 2022.