» 30-08-2022

La muerte de la metafísica 13-2. El amor.

El amor escapa totalmente a la metafísica y a la racionalidad. El amor no es una experiencia unitaria. En el amor se mezclan interpretaciones múltiples: la biológica, la mítica, la metafísica, la antropológica, la sociológica, la legal, la histórica, la realizada por el arte. Pero la pregunta que subyace es ¿obedece el amor a todas esas interpretaciones o simplemente es el invento de la literatura y el cine? A eso tratamos de responder. Pero los “inventos” no son todos recientes. El amor cortés, romántico, fou, fatal, libre, poliamor, etc. han protagonizado -en su momento- amplios segmentos de la historia. Pero siempre desde la marginalidad de la razón. Quizás sea esa su característica distintiva: su irracionalidad (y por tanto su anti-metafísica). Veámoslo en detalle.

 

Empecemos por el principio. Tratar de que un ser libre e inteligente (calculador) se someta voluntariamente a la generosidad, la entrega, la solidaridad, el altruismo, etc. no era misión fácil para la evolución. Pero el desvalimiento del recién nacido es enorme. Su enorme cabeza (que debe pasar por el canal pélvico) hace que su nacimiento se adelante hasta que nazca como un ser absolutamente incapaz de valerse. Ese desvalimiento exige unos cuidados y atenciones extraordinarios: la familia. Y no diré que esas características sociales de entrega no sean innatas, pero, evidentemente, no son ilimitadas. Esa necesidad de cohesión familiar la resuelve la evolución con la creación de un vínculo de una fuerza extraordinaria hasta el punto que sobrepasa cualquier otra situación de vinculación: el amor. La evolución no se plantea que ese vínculo dure más que lo que dura la invalidez del neonato: siete años. El sexo ya era un potente modo de atracción entre los animales pero, salvo excepciones, no crea vínculo. Desde este punto de vista biológico la naturaleza dotó a este vinculo de un poder de conexión simplemente irresistible. Pero además tuvo que desconectarlo de la racionalidad (ubicándolo en una parte del cerebro antigua, instintiva, i-racional).

 

Pero no solo de biología vive el ser humano. La profunda simbolización que conlleva un cerebro complejo crea la cultura como una extensión del instinto. Por otra parte la libertad (el componente individual de la elección) genera la ética, la política y la religión (Kant). Entiendo por instinto la respuesta necesaria (obligada) a los estímulos. La causalidad se desliga de la necesidad y da lugar a la libertad. Los instintos no desaparecen (¿cómo si no se podría haberse hecho la transición?) y coexisten con la simbolización que acabará por convertirse en razón. El cerebro humano es aditivo: las nuevas estructuras se superponen a las antiguas pero no las anulan. El amor biológico se quedará ahí mientras las nuevas estructuras simbólicas emergen. ¿Y que añade la simbolización? La percepción del amor como algo más que biología, como cultura, como espiritualidad, como plenitud.

 

Pero la sociedad no está para esas zarandajas. El intercambio de mujeres entre grupos es demasiado importante como para dejarla en manos de jovencitos con el seso abducido por las hormonas. El amor se reglamenta con las estructuras elementales del parentesco y la leyes matrimoniales y religiosas. El amor es una estructura económica basada en la dote. Y eso no quita para que el amor se produzca. Falta mucho para que los individuos reivindiquen su derecho a escoger pareja. La mujer vale por su capacidad de reproducir la mano de obra y como núcleo de la familia. Social y económicamente el amor es un accidente, perfectamente asumible si no interfiere con las estructuras sociales. El amor es una situación utilitaria.

 

A medida que la cultura se hace más potente las simbolizaciones, las costumbres, las tradiciones y las leyes cobran más y más vida. La sojuzgación de la mujer sigue ganando terreno. El género como construcción cultural (Butler) se consolida. Los roles se consolidan. A partir de aquí solo tienen posibilidad las divergencias, las disidencias. El amor cortés medieval, que tiene su correlato en el Islam (Bataille) es un canto al amor masculino frente a una pasiva mujer que solo es el receptáculo de su pasión y de su hombría. Puede parecer un avance pero no lo es. Solo se dio entre caballeros y las mujeres fueron dominadas como en cualquier otra época, eso sí, con mejores palabras y trato. El amor cortés da paso al amor romántico. El amor cobra entidad propia y la situación de i-racionalidad que representa se hace cada vez más envidiable. Pero el hombre se defiende del ascenso (mini) de la mujer  e inventa situaciones extraordinarias. El amor fatal, evidentemente personificado en la mujer fatal, depredadora voraz que se como a los hombres (o los desgracia) con su vagina dentada. También la pasión loca cobra sentido y accedemos a una situación en la que la i-racionalidad se exacerba. El amor libre de los años 70 se lanza a un amor sin trabas legales, sociales ni burocráticas. El poliamor no es sino una anécdota en esta escalada. Por supuesto el amor libertino masculino (Don Juan, Casanova) ha existido siempre… aunque cambie la violencia por la seducción.

 

Pero el gran giro en el amor lo dan la literatura y el cine. De hecho el arte reinventa el amor al que despoja de todas sus consideraciones biológicas, simbólicas, culturales, etc. para convertirlo en objeto de deseo. El amor se convierte en parte importante de una economía de placer que cada vez es más deficitaria para el ciudadano. Aunque la religión había procurado por todos los medios controlar el placer de los feligreses, (el asunto de la jodienda no tiene enmienda) el hedonismo sexual crece y crece al amparo de una vida cada vez más dura y triste. Y esa situación era campo abonado para la literatura y el cine que nos ofrecen una visión edulcorada y con final feliz (durante décadas el final era la boda). El amor se convierte en el equilibrador social que permite sojuzgar a la población, la zanahoria que pone en movimiento al caballo. El amor, hoy, es el invento del cine, la literatura y más tarde la TV, explotado al máximo por el poder para alcanzar sus espurios fines. Pero el daño ya está hecho. El amor se ha convertido en la redención de unas vidas truncadas, y la única felicidad que el poder puede otorgar.

 

Pero lo que es evidente es que en ningún momento el amor se ha aproximado a la racionalidad y por eso la metafísica nunca ha sabido explicarlo. El amor es uno de los campos que la metafísica nunca explicó.

 

El desgarrado. Agosto 2022




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