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» 19-12-2020 |
Harari -como he explicado otras veces- pensó que la evolución del genero humano dependió de sobrepasar el núcleo familiar y constituir un núcleo superior. Ese núcleo era el ideológico. Fue una manera de establecer vínculos más amplios capaces de generar enlaces más efectivos. Hoy esos vínculos ideológicos (políticos, religiosos, territoriales) se han convertido exactamente en lo contrario de lo que Harari supuso: son lo que rompe los vínculos familiares, sin ir más lejos en las cenas navideñas, sin olvidar lo que sucedió con el independentismo vasco. Los bares donde antaño se prohibía hablar de política eran numerosos; en las reuniones familiares se prohibía hablar de política o de religión.¿Por qué lo que parecía la gran solución se ha convertido en el gran problema?
Quizás me he hecho una pregunta que no se responder. Siempre he defendido que las cosas tienden a convertirse exactamente en su contrario. ¿Por qué las palabras tienden a evolucionar exactamente en su opuesto? Rematar define tanto destruir hasta sus últimas consecuencias como culminar una obra imperecedera. Quizás la mente recela de la palabra. El poder de la palabra es abusivo: pensamos con palabras. Quizás la mente aspira a un pensamiento sin palabras que le releve de su actual dependencia. Quizás la actual cultura de la imagen va en ese sentido. La lógica fue un digno intento. Quitarle a las palabras su significado, convertirlas en simples significantes fue un gran logro, pero aún cuando sus resultados fueron sorprendentes no fueros definitivos. Hasta Aristóteles concedió que con el significado la lógica mejoraba. Las matemáticas fueron el siguiente intento. Un lenguaje sin ambigüedades. Pero no tuvo éxito popular: al pueblo le gustaba el lenguaje que usaba, y quizá su ambigüedad. Porque es posible que la ambigüedad era un modo de defensa ante el poder (pensemos en el carnaval, el humor, la parodia…) Todos sabemos lo que pasó con el intento de un lenguaje universal: el esperanto. Una anécdota.
El derecho es hijo de la retórica (el ab-uso del lenguaje) y de la tópica (los lugares comunes). La justicia se entregó desde el principio en manos del lenguaje. Los griegos entendieron que la verdad residía en el lenguaje jurídico. Sócrates pudo haberse defendido y no lo hizo (¿negó el sistema?). Muchos filósofos soslayaron la justicia (sobre todo con la inquisición). El conocimiento y el derecho nunca se llevaron bien. No voy a negar que el derecho constituyó el mundo pero un mundo que no es necesariamente el mundo del conocimiento y de la razón sino el mundo del orden y de la disciplina… de la dominación. Le llaman democracia pero es autocracia. El pueblo no manda una mierda. En su nombre se perpetran todas las atrocidades pero sin su intervención excluida la raquítica rendija electoral mediatizada hasta la médula. La dominación (llámese como se llame: liberalismo o comunismo) escogió el nombre del pueblo como subterfugio pero no como razón.
Pero me desvío Se trataba de hablar de como la ideología se contrapone a la familia y como eso afecta al coranavirus. El camino escogido por Harari ha fracasado. La ideología no tiene sentido porque el poder no está por la labor. La ideología trataba de que la razón se antepusiera a la familia, al clan, a la oligarquía, al linaje (la sangre) y a la fuerza, al género y a la moral. La ideología, como la paloma del poema, se equivocaba. Hoy tenemos la constancia de que todo ha sido una pantomima. Nadie quiso nunca dar el poder al pueblo por dos razones poderosas: porque desconfían de un pueblo que ellos mismos habían educado y porque suponía que la oligarquía perdiera el poder. La revolución no es la anarquía. La revolución es la ira del pueblo engañado, sojuzgado y oprimido. De hecho la anarquía no existe. Es un invento del orden para asustar a los pusilánimes. Demócratas y Republicanos en USA o PP y PSOE en España, son lo mismo: una entente para el mantenimiento de la oligarquía en contra de los ciudadanos. Los partidos “radicales” lo expresan con rotundidad: los partidos del bipartidismo, los que tienen sentido de estado (es decir de oligarquía). Sin embargo la ultraderecha se alinea con ese dominación, difiriendo solo en las cuotas.
Tampoco esta vez me he ceñido al guión. En los mentideros políticos (sabia apreciación popular) se comenta que con la reducción de comensales, muchos aprovecharán para librarse de los Pepito Grillo, de los cuñados disidentes, las moscas cojoneras. En una palabra: nos adentraremos en la bipartición, en la ficción de que la gran diferencia reside entre la derecha y la izquierda (en el caso hipotético que alguien pueda comerse que demócratas y republicanos; PP y PSOE representan don facciones opuestas). No es así. Empieza a ser hora de que nos demos cuenta de que no está ahí el problema. La única bipartición posible está entre el poder y el pueblo. Los periodistas le llaman el trumpismo: la bipolarización de la sociedad. Es lamentable asistir a la división de la sociedad en dos facciones ninguna de las cuales puede aspirar ni a la democracia, ni a la emancipación… ni a nada. Ranciére acuñó el término de “Partición de lo sensible”. Mucho mejor que “razonar” es dividir la realidad en opciones que parezcan verdades evidentes y ofrecerlas al libre albedrío de los votantes. Mucho mejor que razonar es manipular la realidad, los datos, aquello sobre lo que la razón va a trabajar.
Debatamos con nuestro cuñado pero no desde una partición de los sensible que nos imponen sino sobre las cosas sencillas: ¿es mejor ser PPero que PSOEro, demócrata que republicano? Hablemos de lo importante; los impuestos obligan a todos los ciudadanos pero las élites consiguen eludirlos con trampas de todo tipo. El debate sobre el aborto o la eutanasia es falso porque no son obligaciones sino opciones. Solo un dictador querría que no hubiera una diversidad de opciones para una diversidad de creencias. Las leyes fiscales hablan de obligaciones dispensadas para los poderosos, las leyes de libertades hablan de opciones para distintas creencias. ¿Es posible no comprenderlo? Solo el dogmatismo puede querer que todos seamos iguales en las obligaciones morales pero puedan soslayar la obligaciones civiles. El PP es un partido condenado por corrupción: ir dopado a las elecciones. Eso no es cualquier cosa, es hacer trampas a la democracia. Y con eso no quiero decir que su reflejo en el espejo del bipartidismo sea mejor. Pero no deberíamos admitir que un partido -por moralista y cristiano que sea- haga trampas a la democracia. Y cuando condenen al PSOE: lo mismo.
Quizás nunca seremos conscientes de que esta guerra es entre el poder y el ciudadano, entre el pueblo y la oligarquía. Lo de enfrentarnos entre nosotros es su estrategia. Es el modelo del fútbol. No se trata de defender el deporte, ni la belleza, ni el espíritu. Se trata de defender la dominación, la superioridad y la destrucción del enemigo. Mientras puedan articular: Madrid/Barcelona; abortistas/anti; eutanasistas/anti; religiosos/laicos; hombres/mujeres; heterosexuales/altersexuales; desarrollistas/conservacionistas; derecha/izquierda… no tendremos nada que hacer. Poner el culo, y basta. La democracia es el Estado de la sodomización. Con la dominación ya no les basta.
El desgarrado. Diciembre 2020.