» 02-02-2021

La resaca del coranavirus 46bis. Inefables políticos.

Le he puesto a Diaz de Madrid la etiqueta de inefable y quizás no es justo. No por que no sea real, sino porque hay más, muchos más. Es difícil ser político y no ser inefable. Pero tengo que reconocer que ella se supera. Hoy declara que ya ha empezado a reducir las medidas de confinación, las únicas que están en las manos de las autonomías. Sinceramente me parece populismo, pero del más barato. Populismo es decir a los ciudadanos lo que quieren oír… y no lo que necesitan, y luego volveré sobre este tema. No es que los demás no lo hagan, es que ella lo hace en el grado sumo. Los hosteleros quieren oír que les den ayudas directas (subvenciones) por cantidades inasumibles para un Estado que está sufriendo el virus por todos los flancos. No se trata de recortar de aquí (los sueldos y las dietas son intocables) y ayudar allá, y el Estado no puede hacerlo. Hace tiempo que decidió que los políticos ladrones no tenían que devolver lo robado. Solo puede recomendarles que apliquen las medidas de confinamiento y de esa manera se conseguirá salir del túnel. El problema es que todo el mundo está sufriendo, incluido el Estado. El problema es que los políticos siguen tensando la cuerda electoral como si no hubiera otra cosa.

 

¿Por que son inefables? Porque no quieren soluciones reales sino soluciones verbales. ¡Parole, parole, parole! No tratan de vencer sino de convencer, y de convencer con argumentos populistas, que es lo mismo que decir, electoralistas. Pero en esta situación no es posible convencer. Hay que vencer y por eso resultan inefables: increíbles, inexplicables, inconsistentes. Necesitamos gente de acción, esos que obran en vez de hablar, trabajan en vez de predicar, actúan en vez de mirar y criticar. Y de esos no hay. La mullida poltrona los ha entecado (como dicen los riojanos), ablandado. Ya no sirven para lo que deberían servir: para la acción. Está bien ser reflexivo, pero no es la política ese campo. A la política se llega para cambiar las cosas, para actuar. Estamos ante los políticos de la reflexión. Sustituyen la acción por la reflexión, por la por la descalificación, la acción por la palabra, por el autobombo, por la inquina… pero para nada por la acción.  Están paralizados, inanes, ataraxícos. No son lo que deberían ser: activos, y por eso resultan inefables: es imposible hablar de ellos porque están fuera de campo: ob-scenos.

 

Nuestra “democracia” es una mierda. Los propios políticos reconocen que la democracia teórica (la de la soberanía del pueblo) es imposible y que la única manera de proteger al pueblo (¿de sí mismo?) es la democracia pragmática la que prescinde del pueblo: la democracia representativa (y prescinde porque la rendija electoral está tan mediatizada que resulta una caricatura). Es simple: no tenemos derecho a gobernarnos. Las elecciones son una pantomima, el poder del pueblo es un mito. Los títulos tradicionales del poder: la antigüedad, el nacimiento, la fuerza, el saber, son nuestro destino. Nos dicen que el nacimiento no vale pero los Busch se suceden  en el poder. La fuerza no vale pero Franco estuvo en el poder casi medio siglo, la riqueza no vale pero solo puedes ser presidente de USA (o de Italia) si eres multimillonario. Nos engañan. Estamos donde estaban los griegos hace 2.500 años. ¡Que maravilla!

 

Que tengamos que aguantar políticos inefables es grotesco. Los políticos deberían estar al servicio de los ciudadanos pero ellos saben que no es así. Somos basura, purria, los que no tenemos título para gobernar y mucho menos para autogobernarnos. Carne de cañón, desheredados de la tierra, proletarios, gentuza (el último grado de la degradación de la gente). Somos la materia prima de la energía social. Matrix lo explica a la perfección: somos combustible. Y como tal, no tenemos derecho a interpelar a los sacrosantos políticos que todo lo hacen por nuestro bien. Ahora que sabemos que la política que nos pone como sujetos de la soberanía ya ha sido abolida, deberíamos empezar a pensar que 2.500 años de engaños ya son suficientes. O quizás podemos seguir pensando que la política no es nuestro tema. No votas para ellos. Votas para ti, y si no lo haces ellos te demolerán, como a un cacharro viejo.

 

El desgarrado. Febrero de 2021.




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