» 09-01-2020

La verdad hoy 10-2. La verdad posmoderna (Derrida). Gramatología y verdad.

El estructuralismo (las ciencias humanas puede ser analizada como un todo estructurado) era hegemónico en Francia en los sesenta. Cualquier objeto de estudio puede ser ordenado en unos elementos que darán lugar a una estructura. Esta estructura sería inmanente al objeto de estudio y sería en su interior, en su forma, donde residiría el sentido de lo estudiado al margen de su autor y de su receptor. Esto le confería un rigor y una objetividad que equiparaba a las ciencias humanas con las ciencias naturales. La comparación de las estructuras de las distintas disciplinas conducía al establecimiento de modelos. La lingüística, la antropología, el marxismo, la sociología, el sicoanálisis… entraron en su área de influencia. El lenguaje fue el primero: “puede concebirse una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social”. Derrida -que buscaba una nueva ciencia literaria- se acercó a la lingüística como lo había hecho Barthes que redujo la inmensidad de tipos de textos literarios a unos pocos estructurados.

 

Pero pronto Derrida se dio cuenta de que las bases del estructuralismo eran débiles. El propio Saussure mostraba una contradicción: la subordinada posición que el lenguaje escrito presentaba frente al hablado reproducía la de la filosofía. Mientras el habla se añadía a la presencia intuitiva, la escritura lo hacía al habla considerada como presencia ella misma. Se trataba de un encadenamiento de sustitutos con un elemento principal: la presencia. El texto encerraba un “querer decir” que la lectura trataría de recuperar, de devolver a su estado auténtico de presencia, negándole su autonomía. Según esta perspectiva el sentido del texto estaría siempre fuera de él (el el habla). Derrida se cuadró: “No hay afuera del texto”. Todo tenía carácter textual: el habla, la escritura y la realidad.  Desbarataba así la posibilidad de reducir los pares de oposiciones (dentro/fuera, habla/escritura) a un origen único tal como había establecido en la diferenzia. Recuperaba además la afirmación (contradictoria con la afirmación de que la escritura depende del habla) de Saussure de que el valor del signo lingüístico procede de la manera en que se relaciona con los demás, en términos de diferencia.

 

Era pues necesario propiciar una nueva ciencia que recogiese ambas ideas: que el texto es un sistema de diferencias y que no hay un afuera del texto: la gramatología (ciencia general de la escritura) que superara la metafísica de la presencia (impedir que un elemento simple del texto esté presente en sí mismo y no remita más que a sí mismo). El texto remite siempre a otro texto. La gramatología se basa en “grama”: lo escrito, que siempre se remite a otro texto. Seguir esta cadena de remisiones es como rastrear una huella que siempre remite a otra sin que nunca se alcance la presencia plena que está en el inicio (el originante). Huella, fármaco (remedio y veneno), grama, diferenzia, son los términos (indecidibles, porque escapan a las determinaciones binarias) de un pensamiento alternativo al de la metafísica.

 

Una conferencia dada en la universidad John Hopkins (Báltimore) en 1966 fue el inicio de la generalización de sus ideas. Denunció como metafísico el concepto de centro del estructuralismo (que organizaba la estructura) y en su lugar propuso esa pérdida del centro, como una afirmación. Un centro descentrado en permanente remisión o diseminación permitiría la libertad a la hora de acometer la lectura. Para apoyar su idea (que remitía a Peirce), propuso liberar el significante acabando con el privilegio del significado (tal como proponía Saussure). Acabó con una propuesta: hay dos actitudes ante el texto: descifrar la verdad (el origen, la presencia) que contiene (seguida por los estructuralistas) o afirmar el libre juego (seguida por Niezsche). A raíz de la conferencia el estructuralismo empezó a perder fuelle a favor del postestructuralismo (Barthes, Deleuze, Foucault, Derrida) y -por sus similitudes con los estudios literarios del New criticism- se propiciaron los estudios de género y de postcolonialismo. Poco después estallaría el Mayo-68 en el que se deconstruyeron los pares de oposición derecha/izquierda y espontaneidad/planificación (de la comunicación y la elocuencia política),  sustituidos por las transversalidades que todavía nos ocupan… además del par amor/sexo en la práctica del sexo libre.

 

En relación a la verdad, la deconstrucción y la diferenzia suponen la desaparición del contenido de verdad oculto en el texto y que debe ser desvelado como significado privilegiado del mismo. En su polémica con Lacan denunció que el sicoanálisis era, asimismo, una operación de desciframiento de una verdad oculta y de un afuera del texto (el inconsciente). Lacan había planteado la superioridad del significante sobre el significado (en lo que coincidían) pero los significantes múltiples eran reconducidos en el sicoanálisis a un significante-amo (tal como hacía la metafísica) que en último término era la verdad. Acabar con la metafísica era acabar con la verdad tal como ésta la entiende, tanto porque se desarticula la relación entre esencia y verdad oculta por las apariencias (y que exige ser desocultada) como porque la verdad deja de ser uno de los universales que conforman la ley (ver “el paradigma metafísico”). El juego y la remisión (iteración) de un texto a otro convierten a la verdad en un significante flotante que jamás podrá ser alcanzado. El mito de la verdad ha caído.

 

El desgarrado. Enero 2020.




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