» 24-12-2025

Lecciones de economía alternativa 87. Lo que hemos vivido en 2025 y lo que nos espera.

Aunque siempre me digo que nunca más haré análisis político-económicos -como en el caso de Lot- siempre acabo pensando que quizás sirvan a un puñado de personas y que no pueden pagar justos por pecadores. Y aquí estoy contándoos lo que ha pasado este año y lo que pasará en el próximo. Lo primero a abordar podrían ser las guerras en Europa y la payasada de Trump postulándose al premio Nobel (que la FIFA ya le ha concedido) a base de joder al más débil (no solo por la irreversibilidad de lo que ha sufrido, sino también por el botín de guerra que cobrará como mediador. ¡El comisionismo no tiene fronteras! Pero: no. Voy a empezar por las “buenas” noticias: la bolsa subirá este año casi un 50%. La cosa es de calado. La media histórica de subida de la bolsa es de menos del 3%. Estamos hablando de una subida astronómica. ¿Son realmente buenas noticias? Es evidente que los más desfavorecidos no pillarán ni las migajas del festín. Será el capital el que se recapitalizará a lo grande. No hay razones objetivas para semejante subidón. Sigue habiendo guerras, siguen esquilmándose los recursos, no ha habido grandes avances tecnológico ni científicos (en el caso de que alguien entienda lo que están haciendo los científicos). La respuesta es tan dolorosa como simple: el ascenso de la ultraderecha es recibida por el capital como maná. Analicemos.

El momento político mundial en el que vivimos es una democracia nominal y apunta a la consolidación del abuso de poder. En cada era el despotismo ha tomado la apariencia que los tiempos requerían y en la nuestra, nadie discutirá la democracia (ni siquiera los que no creen en ella) sino que -con la boca llena de ella- se postularán soluciones  extremas con las que conseguir lo que los débiles defensores de la democracia no han sido incapaces de lograr. El fin justifica los medios por sórdidos que sean. Ha llegado el momento de la practicidad violenta, un análisis sesgado (utilitarista), mano dura con los infractores, valor para acometer la empresa, un concepto de patria como banda armada… eso es la ultraderecha. Los cinco axiomas que Habermas estableció para definir al fascismo. No les gusta la palabra, ni la historia, y son suspicaces ante las acusaciones de superpatriotas, sesgados, violentos, aguerridos, y prácticos (como dijo Aznar en el caso de la expulsión de migrantes ilegales: “había un problema y lo hemos resuelto”). Adecuadamente envuelto para regalo el mensaje cala. Estamos en una política del castigo (beligerante por tanto) en el que el diálogo se ha acabado, en el que los dirigentes se centran en cómo acabarán con los que son culpables de todo lo que sucede. No se votan soluciones sino ejecuciones. Cuando la indignación sube de tono las soluciones viscerales parecen las únicas (el cine de vengadores, justicieros y samaritanos, nos lo explica cada día). No se trata de construir nada sino de acabar con los culpables de que las cosas hayan llegado a donde han llegado. Sesgo y violencia. 

Los capitalistas millonarios se adueñan del poder (por las urnas, faltaría más. ¡Con dinero se consigue todo) dado que los políticos son incapaces de hacer nada, enfrascados -como están- en su cometido de conservar la poltrona (ganar elecciones) para abusar del poder: prevaricar o enriquecerse. La política hoy en día es perpetuación, corrupción e irresponsabilidad. Dicen que son unas pocas manzanas podridas pero es el silencio del resto lo que las sustenta. La omertá es una técnica mafiosa y es la técnica específica de la clase política. Todos son encubridores aún cuando no sean actores. Y ante esta situación la ultraderecha hace una lectura sesgada pero simple (fácil de entender): cualquier tiempo pasado fue mejor. Cuando no había emigrantes, cuando la mujer admitía y aceptaba su inferioridad respecto al hombre, cuando el matrimonio era una máquina de producir mano de obra (y por tanto: prolífica), cuando no se borraban los fetos del abuso, del pecado o de la desesperación, cuando la vida del ciudadano pertenecía a la patria (como los fetos pertenecían a los hombres), cuando los poderosos tenían desde el derecho de pernada hasta la propiedad de sus plebeyos, cuando el colonialismo mantenía atados y bien atados a los tercermundista invasores. La afirmación (diaria para la oposición) de que las cosas cada vez están peor, es la lectura única que justifica  sustituir la política del diálogo por la política de la destrucción del mal: muerto el perro se acabó la rabia (¡de nada! se que el eslogan os gustará).

Es evidente que la participación posible del ciudadano en la política es esmirriada, anecdótica y torticera. La democracia es el gobierno del pueblo pero sin el pueblo. En España, la única participación que se permite al ciudadano es los comicios: votar una vez cada cuatro años. En el intermedio el pueblo no existe, no hay ninguna relación entre el electorado y sus elegidos. El referéndum es potestativo (es decir no es vinculante para el poder que puede no aplicarlo). Las iniciativas populares son un laberinto de trabas administrativas (medio millón de firmas) simplemente para llegar al Parlamento donde sus señorías decidirán “lo que más convenga”. Los movimientos vecinales son anecdóticos. Y ese voto -que es nuestra única posibilidad de incidir en la cosa pública- está mediatizado hasta la saciedad: circunscripciones desiguales, listas cerradas y bloqueadas (se vota a un partido, no a un candidato), ley de D’hondt (de proporcionalidad geométrica), mínimos para entrar en el Parlamento, constituir grupos… todo esto en el plano técnico político, porque en la práctica la cosa es peor: el voto de los españoles en el extranjero es un laberinto imposible de franquear y si el voto por correo se ha facilitado últimamente es por que las cifras de participación empiezan a ser escandalosamente bajas. Todo esto es lo que dicta la Constitución y, a partir de aquí, hay que atender a la picaresca, la ilegalidad de las campañas electorales financiadas por poderes fácticos y dinero negro, la financiación ilegal de los partidos, el 3%, los pucherazos, el voto de los muertos, la extorsión, etc. Todo esto hace que la ultraderecha pueda decir que la democracia es una mierda y que con Franco (Hitler) vivíamos mejor. 

Y en una situación así, los empresarios (en especial los millonarios) han decidido que debe tomar las riendas. Aquel contubernio entre políticos y empresarios de los años 80 (Reagan y Thatcher) ya no funciona porque los escándalos de corrupción se suceden y quien se queda con el culo al aire es el capital (que, en definitiva es el que corrompe). La nueva apuesta es el abuso de poder. Trump es un buen ejemplo: hace cinco años instó un golpe de Estado porque perdió las elecciones; gobierna a golpe de decreto-ley (leyes no votadas por el Parlamento); amenaza a los periodistas que hablen de él no solo con represalias sino con demandas millonarias; se presenta como paladín de la Paz (Ucrania, Palestina) cuando ha cambiado el nombre del ministerio de defensa por el de ministerio de la guerra; eleva la lucha contra la droga a terrorismo internacional destruyendo presuntas lanchas narcotraficantes sin pruebas, juicio o investigación alguna. Anuncia sus objetivos militares territoriales (Groenlandia, Canadá, Panamá) en una resurrección de un país en expansión hacia el far west, el desarrollismo a ultranza, a la par que trata a sudamérica con la doctrina Monroe: su patio trasero y destituye a Europa de su papel histórico (habría que decir que, esta, se deja); Mezcla sus negocios privados con los asuntos públicos como si el Estado fuera suyo; nombra a dedo -como cualquier dictadorzuelo- a elementos cuya capacidad es más que dudosa; se sale de todos los organismos internacionales y tratados a los que pertenece (pertenecía) con tal de no pagar o no cumplir los objetivos que estas persiguen; Se ha hecho con el control del tribunal supremo meándose en la separación de poderes; obliga a los europeos a comprarle armas (obsoletas por la aparición de los drones) en nombre de una defensa de Occidente en la que no cree; dogmatiza sobre todo y en todo momento: el Covid se cura con lejía, la religión es una verdad inalienable, la evolución no existe, en un ejercicio de negacionismo conspiranoico de vodevil; en definitiva impulsa un movimiento de recuperación de tiempos pasados en los que las mujeres son tuteladas por los hombres, USA es la primera potencia del mundo (la que más exporta, fabrica, investiga, etc.), con una raza y un idioma originales oponiéndose a la inmigración, el multiculturalismo, la diversidad de religiones, o la pluralidad de idiomas. ¡Esa “perla” es Trump! Y “eso” es la ultraderecha.

Por lo demás los ultras son iguales que los otros políticos pero “de incógnito”, escondiendo (hasta límites obscenos) sus verdaderos propósitos -bien conocidos si se conoce la historia, del nazismo- por ejemplo. Y por eso estamos donde estamos: porque todos son iguales: los mismos perros con distintos collares (esta referencia no les gustará tanto). La situación actual es el producto natural de lo que ha hecho la clase política en los últimos 50 años (en el caso español). El desapego del electorado es la consecuencia de sus actos y la indignación -que conduce al voto destructivo- la respuesta “normal” a su perfidia. El acceso al poder de la ultraderecha en Chile (y poco antes en Argentina) -dos países que han sufrido recientemente dictaduras militares asesinas- nos muestra el camino que va a seguir el mundo. ¡Muchos alcaldes como el de NY harán falta para contrarrestar esta corriente imparable! Por cierto, si se os ha pasado por la mente la idea de haceros capitalistas e invertir en Bolsa… no lo hagáis. Mientras dure Trump durará la racha, pero los que viven -como profesión- de la Bolsa ya están tomando medidas para que nadie -excepto ellos- se beneficie de esta bonanza. Lo que es seguro es que la desaparición de Trump (física o política) será seguida por un derrumbe colosal… el duelo por la mejor ocasión de enriquecimiento -de todos los tiempos- para el capitalismo. Las preferentes y las subordinadas no fueron flor de un día. Son la forma de actuar de los capitalistas financieros, aquellos que cuando la cagaron recurrieron al “rescate” del Estado (que, en aquel momento ya no  anhelan derrocar)… “sin que le costara un euro a los españoles” (De Guindos). Entre el rescate y las pérdidas del banco “malo” (SAREB) la cuenta asciende a casi 100.000.000.000 €, pero ¡qué es eso para un Estado (pronto Patria) en la que no hay pobres! Como dijo recientemente un político de la extrema: ¡”yo no los veo”!

El desgarrado. Diciembre 2025.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web