» 21-03-2024

Lecciones de política alternativa 101. La política vista desde la biologia. De Waal.

Hemos visto en esta sección muchos enfoques alternativos de la política, incluso ya apuntamos en la entrega anterior, lo que sobre ello tenía que decir un primatólogo como Frans De Waal. (LPA-100). En este caso vamos a repasar un enfoque completo de lo que él piensa de la política, siempre con el trasfondo de nuestros primos antropoides: chimpancés y bonobos. Esta visión se encuadra en una visión de la política idílica en la que el ser humano se aleja de las posiciones extremas: competencia-cooperación que podrían representarse por la de chimpancés-bonobos. Somos bipolares y debemos entender la política como una posición tan alejada del capitalismo (individualismo competitivo) como del comunismo (gregarismo cooperativo). Sin olvidar enfoques distorsionados como el fascismo (gregarismo competitivo). Esta exposición (no literal) se desarrolla en “El mono que llevamos dentro entre las páginas 242-248.

 

Empieza De Waal exponiendo a las hormigas como ejemplo de socialismo. En sus colonias solo existe un individuo: la reina, y el resto se dividen por cometidos comunitarios, sin individualidad, formando parte constituyente de la reina. El individualismo lo ha absorbido todo, en la figura de la reina, que es totalmente dependiente del resto de la colonia, al convertirse en un organismo pluri-individual único, en el que las células dividen sus competencias por funciones (guerreros, obreras, reina).  Las funciones están rígidamente repartidas de modo que la libre iniciativa es imposible. Solo el gobierno de la colonia está individualizado pero a la vez mediatizado al funcionariado del resto. la defensa de la colonia y el trabajo también están rígidamente establecidos. 

 

El fascismo totlitarista sigue manteniendo un estricto cooperativismo, pero solamente en  Das Volk: el pueblo, ya que el gobierno se ha plasmado en una clase superior que ejerce su dominio sobre la clase inferior: la competición se establece entre clases. Las dos clases no son completas sino que existe la clase de los excluidos (gitanos, homosexuales, judios…) en un racismo insoportable que en la actualidad se abre a “los otros”, que simplemente no tienen cabida en el organigrama. El dogmatismo es total desde la cúspide a la base que queda excluida del gobierno y de cualquier decisión por insignificante que sea. El gregarismo es total e igualitario dentro de su clase. La selección de clases, es una selección virtuosa de modo que los excluidos están destinados a la extinción como si de un tumor se tratara. El fascismo ha analizado la situación política y ha llegado a la conclusión que solamente una acción radical puede salvar a la patria. La violencia es la marca del poder y su fundamento, desplazando cualquier otra forma de acceso al gobierno o de relaciones con otras naciones. El Estado es la unidad fundamental de organización de la que los otros estados, son el enemigo al que hay que aniquilar. El pragmatismo  utilitarista (el fin determina los medios) sustituye a cualquier ideología. Por último el coraje, la agresión descerebrada, es su norma de acción. La estrategia de la guerra es la estrategia del estado por lo que el engaño, las emboscadas, la acción letal,  las trampas son la tarjeta de presentación de la nación fascista. La libertad de elección (el libre albedrío) es privilegio de la clase dirigente. 

 

Decía Twain que el socialismo es un tren en el que los pasajeros se han subido a la máquina. En su formulación, es la dictadura del proletariado, es decir el acceso al mando supremo de la plana menor, de los trabajadores. El cooperativismo es total: todos valen lo mismo y todos ejercen todas las funciones indistintamente. La motivación individual es inexistente (reprimida) por que conduce a la competición y a la opresión. Pero las dificultades operativas aconsejan que algunos camaradas tomen las riendas del poder en representación de las bases y mediante la elección en asamblea (forma de expresión del pueblo). Se crea así una clase funcionarial (la burocracia) que gobierna el país mediante la abolición de las clases pero formando ella misma una clase: la de los burócratas. La represión de la iniciativa privada (sustituida por la iniciativa del politburó) ahoga la motivación y hunde a los individuos en la desidia. No se trabaja para mejorar el propio nivel de vida sino para mejorar el nivel de vida de toda la comunidad, por lo que se accede a la mejora tanto si se trabaja como si no.La inceptivasción es inexistente. La dictadura del proletariado -pensada por Marx como la única manera de vencer la resistencia de los capitalistas- acaba convirtiéndose en disolución de la democracia, en favor de la clase dirigente. La posesión comunitaria de los medios de producción acaba siendo un reparto superigualitario de todos los bienes que en definitiva pertenecen al estado.  Era necesaria una revolución para combatir el desigualitarismo de aquella sociedad pero -como todas las revoluciones- acabó cayendo en los mismos errores que trataba de combatir. La clase capitalista internacional se enfrascó en una campaña de difamación que escondía la presión para perpetuar la desigualdad. El recurso a la represión violenta -en aras de la sacrosanta revolución obrera- nos mostró la peor cara del poder.

 

El capitalismo (el liberalismo) cristaliza su individualismo en la desaparición de toda traba estatal para la libre empresa y la competición como medio de la supervivencia de los mejores (darwinismo social). Pero conduce a una desigualdad galopante que enfurece a las masas, cuyo trabajo no se ve adecuadamente remunerado por unos capitalistas que aspiran a toda la parte del pastel. El desmantelamiento de toda injerencia del estado en la empresa se diluye a través de la investigación básica (a cargo exclusivamente del estado por cuanto no produce beneficios inmediatos), las subvenciones (de incentivos), exenciones (de impuestos) y exacciones (de obligaciones). El capitalismo se alía con los gestores (políticos, financieros y societarios) para obtener prebendas sin cuento, y de paso erosionar la democracia, hasta lograr una desigualdad insoportable. Grandes bolsas de ciudadanos -sin casa y sin trabajo- son excluidos del sistema mientras la pobreza se convierte en la condición de millones de ciudadanos. Pero la competencia feroz y libre permite alentar la ficción de que todos podemos llegar a presidentes de la nación o a millonarios, y la motivación de la libre empresa engatusa millones de ciudadanos a invertir sus ahorros en pequeñas empresas incapaces de competir con los grandes trust. Si bien hoy en día es el único sistema (con la democracia) posible, no resistirá si no pone fin a la desigualdad estructural que acarrea (Stiglitz).

 

Entre los competitivos, violentos (pero con fluidas alianzas de poder) chimpancés y los cooperativos, tolerantes (pero lastrados por un poder familiar) bonobos, los humanos somos más bipolares (radicales) que ambos. Tanto positiva como negativamente. La política se entrelaza con la economía y con la sicología (motivación personal: hace falta una promesa de futuro pero también no defraudarla mediante una desigualdad inasumible). Ni la competición pura ni la cooperación pura funcionan. Debemos coger lo mejor de cada una, disminuir la desigualdad y fomentar la iniciativa personal y la libre empresa. pero también: no dejar a nadie atrás, hacer causa común con los desfavorecidos, debemos además, fortalecer nuestras democracias, acabar con la corrupción, etc. Sobre el papel parece factible pero ¿Quien desaloja del poder a los que ya lo tienen por cosa hereditaria? ¿Cual es el camino tras saber que ni los radicalismos ni la revolución son viables? Hay que empezar por romper el contubernio políticos-gestores que lastra nuestras democracias y sobre todo acabar con la desigualdad radical. ¡Alguien sabe cómo?

 

El desgarrado. Marzo 2024

 




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