» 14-04-2024

Lecciones de política alternativa 102-10. Rancière. Populismo. “Los treinta ingloriosos”.

Este texto de 2011 trata de explorar el populismo encarnado por la manera de hacer política de Sarkozy en Francia, o Berlusconi en  Italia (el rey emérito, Diaz Ayuso o Revilla, en España). Se caracteriza por tres rasgos: un estilo: el diálogo directo con el pueblo sin filtro alguno: al pueblo; una afirmación: las elites dirigentes solo se ocupan de sus propios asuntos: sin el pueblo; una retórica identitaria: el temor y el rechazo a los emigrantes: pero solo el pueblo autóctono. Aunque estos tres rasgos no necesitaban estar vinculados en una entidad como el pueblo, eran suficientes para afirmar que nuestros políticos : a) piensan más en su carrera que en sus conciudadanos y que nuestros gobernantes b) viven en contubernio permanente con las elites financieras y societarias. A esto hay que añadir la fijación de estos políticos por ver la corrupción en los demás (en calidad y en cantidad) en un linchamiento político continuo de sus oponentes. 

 

El pueblo no existe, no es una entidad unitaria. Adopta diversas formas de acuerdo a diferentes enfoques (capacidades, rasgos, modos), construidas por la aleación de una capacidad: la fuerza del grupo; y una incapacidad: la ignorancia; a las que se añade un sentimiento generalizado de desconfianza y temor al otro: el racismo. El pueblo profundo es una manada, que en su ignorancia dirige su animadversión contra los gobernantes y los extranjeros de los que desconfía y a los que teme, por un apego atávico a unas condiciones de vida que teme perder. Esta imagen de pueblo fue construida en el SXIX por Tayne y Le Bon ante la aparición del movimiento obrero y la Comuna de parís: masas ignorantes, manipuladas por sus líderes y abocadas a la violencia extrema por rumores y miedos. El racismo se produce como reacción a las formas de discriminación cotidianas y a las medidas de estado, cuyo objetivo fundamental es precarizar a una parte de la población en cuanto a sus derechos como trabajadores o como ciudadanos. Trabajadores despedibles y franceses sin garantías de seguir siéndolo. 

 

Estas medidas se apoyan en una campaña ideológica de no pertenencia a los rasgos característicos de la identidad nacional. Mas no es la ultraderecha quien ha desencadenado esta campaña. Son los intelectuales de izquierdas qué hacen de la laicidad lo determinante de la “francesidad”. El racismo de ultraderecha -más que una pasión xenofoba- trata del aprovechamiento político oportunista de las estrategias del Estado y de las campañas intelectuales. El Estado impulsa una campaña permanente de inseguridad en la que combina los riesgos de la crisis y del paro, con la amenaza del islamismo terrorista. A ello, la extrema derecha, aporta el folclorismo del color de la piel y la rancia tradición de la dominación. El populismo no responde a la definición que de él puede ser dada. Se trata de un concepto operativo cuya misión es confundir la idea misma del pueblo democrático con la imagen de una muchedumbre peligrosa. Es el planteamiento de la entrega incondicionada a nuestros gobiernos  y la prohibición de cualquier cuestionamiento de su legitimidad y de su integridad, cuya consecuencia inmediata serían los totalitarismos. Entre los eslóganes contra la ultraderecha de las últimas elecciones estaba el de ""mejor una república bananera que una Francia fascista”. Antes corruptos que fascistas. La insistencia sobre el populismo pretende introducir la idea de que no tenemos otra opción.

 

En España, donde la derecha se ha negado a establecer un cordón sanitario para evitar el avance de la ultraderecha, y donde la cuestión del racismo no ha adquirido -todavía- las características desproporcionadas de nuestro vecino país,  la cuestión del populismo es ligeramente diferente. Es una cuestión electoralista. Se trata de decirle al pueblo lo que quiere oír y amarrar de este modo su voto. El tema de la corrupción, la mentira generalizada y la figura del político profesional entregado a sus propios menesteres, -negación absoluta del interés nacional- es aquí plenamente aceptada, en la tradición picaresca española de amplia raigambre. En contraposición la defensa de la unidad de la patria (patrioterismo) se ha convertido en figura dominante. Por otra parte la intelectualidad-metida en política -, tal como existe en Francia, es aquí inexistente, De modo que mal puede influir en el populismo o en el racismo. Fruto de todas estas peculiaridades es la crispación, pues el populismo, como cualquier otra rasgo distintivo de nuestros políticos, es un arma arrojadiza que sustituye a cualquier argumentación política.

 

El desgarrado. Abril 2024

 




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