» 19-04-2024

Lecciones de política alternativa 102-15. Rancière. La segunda guerra del golfo. El Estado plutocrático. “Los treinta ingloriosos”.

En 2003 se reinicia la guerra del Golfo como consecuencia del atentado del 11S. del que USA se predica como víctima “absoluta” y por tanto autorizado a emplear  una justicia infinita, ilimitada, sin coto, que aúna el consenso interior y el derecho de injerencia “humanitaria” exterior, tal como se ha explicado en la entrega anterior. El nuevo orden mundial impone a USA como policía mundial (a la par que justifica su hegemonía) en un giro ético que ha sobrepasado al Estado de derecho. La exportación de las cárceles de guerra fuera del territorio USA (Guantánamo) donde no se aplica ni la ley ni el humanitarismo, así como la utilización de la mentira descarada a la población sobre la justificación de la guerra (la existencia de armas de destrucción masiva), da la medida del nuevo orden mundial que consolida la política de inseguridad y la ilimitación de la justicia infinita. Se publicó el mismo 2003. Se entiende por estado plutocrático la conjunción de las formas estatales (gobierno), el aparato militar, el poder económico y el poder mediático.

 

Pareciera que el nuevo orden mundial debería manifestarse con una nueva política: un poder más diluido, móvil e invisible como los flujos de comunicación, negociado como las mercancías y que ejerce sus efectos inocuos a través de una forma de vida globalmente aceptada, alejada de las campañas militares, los himnos a Dios y a la bandera, y de las mentiras de la propaganda del Estado. Pues no. En vez de novedad, encontramos un arcaísmo extrañamente parecido al  perteneciente al orden anterior, y en especial -en cuanto a la propaganda- tan similar a la de los regímenes totalitarios. Las mentiras son las mismas pero se ha producido un cambio, una inversión. Si antes -en la inseguridad- las mentiras justificaban la necesidad de la guerra, ahora es la guerra -producida con mentiras- la que justifica la inseguridad.  “Porque la gestión de la inseguridad es la forma de funcionamiento adecuada de nuestras sociedades-Estado consensuales” (Rancière 2023, 137).

 

Lo arcaico está muy en el centro de la modernidad. “El Estado capitalista avanzado no es el consenso automático del ajuste entre la negociación cotidiana de los placeres y la negociación colectiva del poder y sus retribuciones” La forma óptima del consenso -allí donde reina la mercancía ilimitada- es la que se cimienta en el miedo de una sociedad agrupada en torno al Estado guerrero. Si algo diferencia al viejo y el nuevo continente es su forma de consenso: el arbitraje -donde los sistemas de protección y de solidaridad social todavía no se han roto por completo- y la comunidad del miedo, el Estado policial, en la sociedades no arbitrales del nuevo mundo. El miedo maximiza la identificación entre los intereses individuales y los intercambios  colectivos, pero además, también, la identificación entre intereses y valores. Es en estas sociedades -en las qué la comunidad, unida por la amenaza a su seguridad y la comunidad unida por los valores fundamentales- es donde la identificación se ha llevado al grado más alto. Existen pues dos estados del consenso entre los que, el más avanzado, es el Estado gestor de la inseguridad. El papel que la inseguridad juega en las elecciones es fundamental. Los partidos políticos, por un lado la fomentan y por el otro la mantienen. 

 

La prevención de las violencias o de los peligros efectivos y la prevención de la inseguridad imaginaria son dos cosas muy distintas y el Estado avanzado se encuentra mucho más cómodo a la hora de ocuparse de la segunda que de la primera. El avance del arcaísmo no es una reacción de defensa ante la actitud reactiva de la sociedades menos favorecidas: en primer lugar nada indica que el desarrollo global ilimitado de gobierno del gobierno plutocrático haga que se reduzca la brecha entre ricos y pobres. En segundo lugar el capital internacional y la tecnología moderna podrían aliarse bastante bien con el arcaísmo religioso y con el fanatismo destructor. En tercer lugar, la gestión mediática ordinaria de todas las eventualidades -así como de la epidemia intelectual de discursos catastrofistas, y la ética del mal menor- demuestran que la cuestión de la inseguridad tiene recursos ilimitados. “La inseguridad no es un conjunto de hechos sino una forma de gestión de la vida colectiva que tiene todas las posibilidades de perpetuarse incluso si nuestras ciudades y nuestros colegios encontraran una forma de vida en común aceptable” (Rancière 2023 140). Los estados maleantes proliferan y amenazan las naciones plutocrático. “Parece razonable prever operaciones militares-policiales, destinadas a combatir gobiernos de países susceptibles de provocar catástrofes climáticas, ecológicas, sanitarias, y de otro tipo” (ibidem). 

 

Es difícil prever cuales serán las futuras formas de la gestión de la inseguridad, lo que no impide reconocer el vínculo entre el arcaísmo de la inseguridad y los avances del gobierno plutocrático. Resulta igualmente importante identificar ciertos rasgos concretos de este gobierno a lo que nos ayudará la cuestión de las mentiras de Estado, quintaesencia de los principios de la propaganda totalitaria. A diferencia de estos los opositores a la guerra podían expresar libremente sus opiniones en la vía pública, conformando una yuxtaposición inédita entre propaganda y libertad de opinión. Los medios de comunicación de masas se han unido, a coro, a las tesis del Estado dejando claro que no hay ninguna necesidad de una televisión de Estado para tener una televisión al servicio de las mentiras del Estado.  El capital ha demostrado su perfecto control de la máquina de información, mostrándonos el tipo de libertad que podemos esperar de un sistema de información que elude el  compromiso del servicio público. 

 

“En la guerra estadounidense, las formas estatales, el aparato militar, el poder económico y el poder mediático han alcanzado el alto grado de integración que señala la perfección del sistema plutocrático… lo original de la situación actual es la coexistencia de este aparato capitalista de propaganda de estado y una opinión pública democrática” (Rancière 2023 142)… manifestada libremente. El sistema oficial de información/opinión integrado puede tolerar que a su lado haya un escenario de libre expresión considerado despreciable, incluso tratándose de movimientos masivos. La interpretación -desde la crítica- ha sido de la inutilidad de la opinión democrática, aunque por el contrario se puede entender que su existencia separa la política democrática de las formas normales de gobierno de la riqueza. La tendencia habitual de estos gobiernos oligárquicos (mal llamados democracias, en la confusión de la forma del estado con las formas de la política) no es el reino igualitario de la comunicación y del consumo de masas. Es la integración de los poderes capitalista, estatal, militar y mediático, resumidos en la plutocracia, aunque un movimiento democrático consecuente debería medir la distancia que separa sus formas de las formas del Estado y su libertad de la libertad de las mercancías.

 

El desgarrado. Abril 2024

 




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