» 30-04-2024 |
Conferencia de 2015 en torno a la elaboración de un léxico de conceptos políticos. El tema de la ocupación de las plazas lo volverá a tocar en 2016 (”La nuit debout: ¿Deseo de comunidad o invención igualitaria?”), 2018, (Lecciones de política alternativa 102-17-2. Mayo del 68). 2019 (“Las virtudes de lo inexplicable: sobre los chalecos amarillos”).
Para poder elaborar un léxico de conceptos políticos lo primero que hace falta es que la esfera política sea una esfera bien delimitada. Propongo concebir la política como “una alteración del orden normal de dominación””. Dominación sería aquí: la distribución establecida de los lugares, las funciones, las identidades y las capacidades” y por alteración entiendo: ”una transformación de la visibilidad de lo común, una invención en el tiempo y el espacio en la que las cuestiones se perciben como comunes y los sujetos como capaces de ocuparse de ellas”. (Rancière 2023, 192). La política, es pues, un proceso conflictivo en el que el propio sentido de la palabra está en debate. De ahí la importancia de las palabras ambiguas, cuyo sentido se cuestiona en aquellas situaciones en las que lo que está en juego es la identificación de la propia política. Ambigüedad qué se muestra en que no pertenecen específicamente a la política y vinculan la cuestión de lo común a cuestiones de reparto del tiempo y el espacio.
Ambigüedad que es patente en la palabra ocupación que hasta hace bien poco pertenecía a la esfera de la actividad militar (la ocupación de un país) o social: la actividad laboral (la ocupación de una fábrica) y que recientemente ha accedido a la esfera política. Y avanzarha aparecido en ella, y este es el primer rasgo a destacar, como: a) una alteración de la normalidad (a ojos de nuestros gobiernos o de los estrategas de la izquierda) o b) la democracia “real” (para quienes participan en ella). El segundo rasgo de la ocupación tiene que ver con el tiempo y el espacio. Pone en evidencia la tensión entre ambos.
Empecemos por el espacio. Una forma normal de ocupar un espacio es como propietario/inquilino, o, y esto es lo relevante: ocupar un espacio que no es nuestro, o que lo utilizamos de forma contraria a su propósito habitual (cómo instalar tiendas de campaña en una plaza destinada la circulación urbana, convirtiéndola en foro y en espacio de vida).
La ocupación también está relacionada con el tiempo, y ello de dos maneras: la ocupación se presenta como una situación provisional (una ocupación militar no es una anexión): la ocupación de una plaza es una interrupción del curso normal de las cosas que no está destinada a durar para siempre. Pero la ocupación es también una actividad habitual o profesión concreta (un cometido). Un movimiento tipo occupy puede definirse como aquel que interrumpe el orden normal de las ocupaciones sociales. Mi hipótesis es que esta interrupción -y la tensión que provoca entre dos significados y dos connotaciones de la palabra ocupación- nos ayudan a comprender en qué medida la política es una cuestión de conexión o de desconexión, en relación con un orden del tiempo y una distribución de los espacios.
Para poner a prueba esta hipótesis adoptaré dos puntos de vista: el reciente y el histórico. 1) Reciente. Se originan en una decisión: cambiar el significado de una manifestación política al cambiar el uso que hace del espacio. Una manifestación por la calle implica la transformación del espacio destinado a la circulación en espacio público (en el que se ejerce la ciudadanía política). Este uso se asocia a la idea de movimiento: recorre las calles. Los manifestantes hacen circular reclamaciones dirigidas a las autoridades apoltronadas a las que quieren obligar a moverse (desviadas de su cometido de acción). Volverlas a ponerlas en marcha implica para los manifestantes quedarse en el sitio en vez de circular, debatir en lugar de entonar reclamaciones. Este desplazamiento se materializa en dos estructuras: la asamblea y la tienda de campaña.
1.1) La asamblea es la forma canónica en la que coincide en la configuración material de un espacio Y la configuración simbólica de una comunidad es el lugar de lo común por excelencia. Supone salir de la relaciones establecida entre el poder y los manifestantes que constituidos en la asamblea deciden ignorar a las autoridades para debatir sobre el propio significado de la política y la esencia de la comunidad. Hacer una asamblea en una plaza pública es reiniciar la política, reinventar el espacio público a partir de la disposición de los cuerpos y del uso de la palabra. El consenso asambleario toma un significado distinto en la toma de decisiones pues abandona la unanimidad en favor de que el desacuerdo de una sola persona pueda bloquear la decisión. La igualdad se basa en la igual capacidad de todos los parlantes.
1.2) La tienda de campaña es un símbolo que combina la ocupación militante, la fiesta amistosa entre jóvenes, y el rechazo a la forma de existencia dominante. Así, la ocupación vincula una reconfiguración del espacio político con una reconfiguración más amplia de la forma en que se ocupa la vida en general, en la que el tiempo se divide en esferas de actividad independientes que implican capacidades individuales y relaciones entre individuos resultantes de esta división del tiempo. “Ocupa el lenguaje, ocupa el amor, ocúpalo todo” parece querer decir: “cambie su manera de hacer todas las cosas y todas las formas existentes de relaciones sociales”. “Los movimientos de ocupación han revelado así de manera ejemplar como la existencia o la inexistencia de la política se encuentra arraigadas en formas espaciales y temporales, en los usos del espacio y del tiempo. Arraigadas en una distribución de las actividades y de las capacidades que también es un reparto de lo común, de lo público y de lo privado, han puesto en evidencia que la política es, en primer lugar, un conflicto entre dos repartos de los sensibles” (Rancière 2023, 197).
2) Históricamente las palabras ocupar y ocupación entran en conflicto, resultando muy difícil establecer el orden de derivación. ¿Cuál es la relaciones exacta entre el caso de excepción que es la ocupación militar y la actividad ordinaria de un individuo cualquiera? En latín ocupare significa claramente tomar posesión, apoderarse de; ocupación designa de manera prioritaria la cosa a la que una persona dedica su actividad o la preocupación que tienen en mente. Pero este vínculo (ocupare/ ocupatio) encuentra una forma aún más explícita en el griego. La ocupación (epitedeuma) es tres cosas al mismo tiempo: la forma en la que un individuo pasa su tiempo, el tipo de actividad que practica, y la forma en que ejercita su mente y su cuerpo para adecuaros a esa actividad, lo que sobrepasa la actitud para centrarse en el modo para lo que uno mismo está hecho. Deriva del adjetivo epitedes qué significa “apropiado”: estar para eso, estar hecho para eso.
Una ocupación es también una demostración: la de que uno está hecho para la actividad que ejerce (y viceversa). Es así como funciona en la República platónica: La selección de quienes cuentan con la naturaleza apropiada para dicha ocupación, pues cada uno debe ocuparse en una única ocupación. Un artesano debe permanecer todo el tiempo en su taller y, en él, dedicarse solamente al oficio para el que su capacidad es apropiada. Una capacidad es más que una competencia técnica, es un destino. Su trabajo es incompatible con la dedicación a las cuestiones comunes de la ciudad ya que el tiempo no es duración, es espacio ocupado. Su única aportación al común de la ciudad es la actividad privada en que consiste su ocupación. “Este es el principio de la policía, el principio de un reparto jerárquico de lo sensible: una ocupación es una forma de estar en el tiempo y el lugar en el que el ejercicio de una actividad es la demostración perpetua de que uno está hecho para ella” (Rancière 2023, 200).
Tal como dijo Arendt: “cada actividad humana señala el lugar que le corresponde en el mundo”
Retornando a la actualidad, “esta cuestión del lugar permite dar forma a mi hipótesis que ve en los recientes movimientos tipo occupy, desplazamientos que oponen una forma de ocupación a otra. Ocupación es un concepto que puede tomar dos significados opuestos y resumir así el conflicto entre dos repartos de los sensible, dos formas de vincular lugar y actividad: por un lado el orden policial que te obliga a hacer la actividad que le corresponde a tu lugar; por otro la ruptura política que utiliza un lugar de una forma que rompe con su uso normal, es decir, su uso policial. La ocupación de una plaza pública rompe con la distribución establecida de las esferas de actividad” (Rancière 2023, 200). “La política ocurre precisamente allí donde la distribución ‘normal’ de los roles entre los públicos y los privados se cuestiona, lo que viene a decir que ‘lo social’ es, al contrario, el lugar privilegiado para comprender la emergencia de lo político” (Rancière 2023, 201). Esta emergencia constituye una ruptura del juego normal de la relaciones que define el lugar y el tiempo de esta actividad y el tipo de competencia que pone en práctica.
La ocupación de las fábricas en huelga adquirió carácter de práctica de masas en la huelga general del 36 en Francia. Para muchos es un arma adicional que encontraron los obreros en lucha contra sus empleadores. “Al contrario yo encuentro en ello un punto culminante en el largo proceso mediante el que las luchas obreras transformaron las cuestiones del trabajo y del empleo, que se suponían privadas, en un asunto público” (Rancière 2023, 201). Los trabajadores se distanciaron de su ocupación para convertirse en participantes de una escena común en la que lo común lo construya el propio conflicto. No solo se trataba del control del edificio de las máquinas sino de transformar la fábrica en un espacio público de carácter nuevo. Un lugar de trabajo se convertía en un lugar de vida. La ocupación no es solo la toma de posesión de un espacio de la que nos hablan los diccionarios. Es una toma de poder que cambie el papel de ese espacio en la distribución global de las ocupaciones y de las esferas sociales al definir una reconfiguración global del espacio público y se constituía al subvertir la distribución de los espacios y de las competencias.
Con la ocupación de las universidades la idea pasó a configurar los movimientos democráticos. Se trataba de transformar un instrumento de reproducción de las élites en un foro abierto a todas y a todos para debatir y para inventar una sociedad sin jerarquías. Pero también marcó una división: la ocupación se escindió en dos figuras opuestas el foro estudiantil y la fortaleza obrera. Esta escisión (conflicto) puede ayudarnos a comprender la especificidad de los movimientos recientes, que hereda la ocupación de la tradición obrera, pero al mismo tiempo es su antítesis.
La nueva ocupación retoma el principio de desviación de un espacio pero ya no se trata de un espacio interior (la fábrica) sino de un espacio exterior (la calle). El espacio exterior es el único que se puede ocupar y el único que se presta a una multiplicidad de actividades diversas y eventualmente antagónicas, tras que el poder desarticulara los lugares interiores. “Las plazas y los parques simbolizan la posesión común de un espacio cuyo uso es indeterminado. Esos son los lugares que se prestan a simbolizar un espacio común que se opone tanto a la desarticulación económica de los espacios sociales, como a las representaciones abstracta de lo común en los edificios estatales… La ocupación se produce en el espacio público de las calles y los parques que es al mismo tiempo el espacio sin cualidades que cada uno atraviesa por distintos motivos y el espacio simbólico de las manifestaciones militantes” (Rancière 2023, 203).
Ya no está dirigido por obreros y estudiantes si no por cualquiera que desarrolle cualquier tipo de actividad. Así la ocupación ya no consiste tanto en la transformación de la forma de estar juntos en un lugar, sino que tiende más a ser simplemente lo que convierte la separación en comunidad, la creación de un lugar para lo común. La asamblea y la tienda de campaña son fragmentos de una totalidad perdida. Esta aspiración a una totalidad recompuesta, explica por un lado, la gran insistencia en la asamblea como forma de ser en común. Pero también explica el imperativo de consenso que tanto ha golpeado a todos aquellos que, como yo, entienden esas acciones como manifestaciones de disenso. Aunque se puede distinguir entre el consenso entre los participantes, y el aspecto de disensión de su práctica, el hecho es que esta aspiración consensuada marca una inflexión, si no una nueva división en la idea de ocupación: es como si el deseo de política superar la práctica política. Ocupación podría ser, en última instancia, la palabra que señala el carácter paradójico de la política, el de una actividad que está siempre al lado de ese mismo.
El desgarrado. Abril 2024.