» 03-05-2024

Lecciones de política alternativa 102-22-2. “Más allá del miedo a la democracia”. Rancière. “Los treinta ingloriosos”

¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA?

 

Entramos de lleno en ¿Qué es la democracia? Rancière da múltiples definiciones parciales (según el enfoque) que delimitan o dibujan el concepto de democracia. “Repensar la democracia consiste en afirmar que no es ni una forma de sociedad ni una forma de estado. No es una realidad sustancial. Es una práctica, el ejercicio de ciertos tipo de poder… Ese poder no se caracteriza por el número ni por la naturaleza de quienes la ejercen, sino por la modalidad de ese ejercicio. Lo podemos definir en su sentido más amplio, como el poder de quienes actúan colectivamente como iguales… La democracia es el poder que ejercen específicamente quienes no tienen ninguna cualidad concreta para ejercer el poder, dicho de forma más precisa, ninguna capacidad para ejercerlo como se suele entender habitualmente: como la marca de una superioridad que un grupo determinado posee y que ejerce sobre quienes carecen de él; el poder de los ricos sobre los pobres, de los nobles sobre la gente vulgar, de los sabios sobre los ignorantes, etc. La democracia es el poder concreto que pueden ejercer juntos quienes no tienen ningún título para dominar a los demás. (Rancière 2023, 236).

 

La democracia ateniense estaba limitada en el número (la cantidad), pero también estaba limitada en la cualidad: a una población determinada. Las revoluciones modernas han desplazado la idea del poder democrático convirtiéndolo primero en una forma y después en un ámbito de ejercicio. Frente a la visión sociológica (la visión de los aristócratas) han desarrollado una visión militante que hace de la democracia una práctica y no un estado, de acuerdo -por ejemplo en 1848- con tres formas de República: la República, la República democrática y la República democrática y social. 

 

“La democracia así concebida no era una forma de gobierno y una forma de acción que creaba una forma de vida pública y, en consecuencia, una forma de pueblo diferente. Era la actividad que creaba los espacios en los que se ejercía el poder de los iguales como iguales: espacios en los que piensan, hablan y actúan como agentes públicos quienes no son los actores ni las actrices de la vida pública oficial, aquellos y aquellas a quienes esta esfera oficial no les suele reconocer la capacidad de pensar y de decidir las cuestiones comunes; pero también creaba espacios que difuminaban la división oficial entre lo público y lo privado al otorgarle un carácter público a la esfera de la relaciones laborales. La noción de democracia se vincula así a la de emancipación. La emancipación social es el movimiento por el cual quienes estaban encerrados en el mundo del trabajo y de la vida inmediata se conceden asimismo la capacidad que se les había negado, la capacidad de pensar y de actuar como participantes de pleno derecho de un mundo común” (Rancière 2023, 237). 

 

Dos cuestiones sobre la palabra acción: 1) hay que replantearse la identificación de la libertad con la idea de elección. Se trata de una exigencia de comportamiento que impone la civilización mercantil. Es habitual denunciar las prácticas de propaganda electoral como pertenecientes al modelo de la publicidad mercantil. Estas críticas no ven que la captación de la libertad en las redes de la razón mercantil reside en la propia idea de elección. A partir del modelo económico de la competencia, la libertad se ha visto reducida al poder de elegir entre diversas opciones y la conciencia política se ha identificado con la capacidad de analizar todas las opciones para hacer la mejor elección. Pero sabemos que el análisis de todos los argumentos y la lectura de todos los comentarios no garantizan jamás una decisión libre (qué candidato elegir, ni qué producto comprar). “Si la libertad ocupa un lugar privilegiado, no es el de la elección, sino de la persistencia en relación con una decisión y, más aún, con una línea de conducta, con una máxima de acción. La libertad democrática tiene lugar allí donde un colectivo se esfuerza por actuar como un colectivo de iguales, es decir allí donde la igualdad encuentra su realidad en la propia acción que no lo considera ni como algo dado ni como un objeto que debe alcanzar, sino como el desarrollo de un poder autónomo” (Rancière 2023, 239). 

 

2) La libertad y la igualdad democrática existen como las modalidades de una acción lo que implica que la democracia no existe como la realización de una propiedad común. “Existe, como la acción polémica que construye el pueblo de los iguales como un pueblo concreto, una forma de pueblo opuesta a otra. Esta acción polémica, no es solo un combate entre fuerzas competidoras sino un conflicto entre mundos incompatibles”. Da vida a un mundo concreto, uno en el que la capacidad de todos de ocuparse de las cuestiones comunes existe y se verifica. Da vida un mundo frente a otro que se considera normal en el que las capacidades y los roles están bien distribuidos, en el que, por un lado, están quienes son capaces de ocuparse de las cuestiones públicas y, por otro, la masa que solo es capaz de ocuparse de sus cuestiones domésticas. La democracia moderna ha sido, en primer lugar, la lucha contra esta separación de los mundos, la lucha de quienes fueron relegados y relegadas a la oscuridad de la esfera del trabajo y de la reproducción por poder existir como participantes de un mundo común y actores de la vida pública” (Rancière 2023, 239).

 

Las organizaciones obreras y revolucionarias (hoy desaparecidas) no solo eran la expresión de las fuerzas sociales opuestas a la fuerza que detentaba el poder del Estado, eran contrapoderes, contramundos o mundos alternativos en cuyo seno hombres y mujeres se transformaban en actores y organizadores de una vida pública alternativa. “La democracia tiene sentido allí donde es una fuerza creadora del mundos, cuándo es la acción por la que quienes actúan juntos como iguales crean un mundo común, alternativo al que organizan las fuerzas de explotación y de dominación. Existe en la medida en que es capaz de crear lugares y tiempos específicos” ” (Rancière 2023, 240). 

 

LA OCUPACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO

 

“Eso es lo que nos recuerdan estas formas de acción que se han desarrollado durante la última década desde las Primaveras Árabes hasta los recientes movimientos franceses de la Nuit Debout, de los chalecos amarillos, pasando por las concentraciones que han ocupado las calles de Madrid de Kiev, de Nueva York o de Estambul, de Atenas o de Hong Kong y de muchas más ciudades por todo el mundo. Lo que caracteriza estos movimientos es, en primer lugar, una distancia en relación con las figuras del pueblo que podríamos considerar ‘normales” (Rancière 2023, 240) (la masa supuestamente resignada y acostumbrada al poder de los dictadores; el pueblo   excluido por la representación; el pueblo que se manifiesta desfilando y  reivindicando por las calles). El significado global de estas distancias se puede resumir con la consigna de los ocupantes de la plaza: Puerta del Sol: “Democracia real ya” entendiendo por democracia real no solo la que se opone a la democracia representativa si no, “en primer lugar, otro uso de (1) los lugares y de (2) los tiempos que implican otros reparto de las capacidades. Esto es lo que indica la plaza tomada mediante la forma de la ocupación en estos movimientos y el vínculo que se afirma entre democracia y ocupación. (1) La ocupación no es solo la toma de posesión de un lugar, es el acto que desvía ese lugar de su uso normal: una calle o una plaza ocupada es un lugar sustraído a su uso normal, que es permitir la circulación de las personas, de los coches y de las mercancías. Las tiendas de campaña y las asambleas lo han transformado en un lugar de debate y de decisión política, Y a la vez en un lugar de vida, un lugar de una cotidianidad reventada. (2) La reasignación de un lugar es también la construcción de otra temporalidad, una ocupación, en el sentido habitual de la palabra, es una forma de emplear el tiempo; una forma de encajar en un orden mundial en el que cada uno está en su sitio” ” (Rancière 2023, 241). 

 

En la República de Platón los obreros no tienen tiempo de hacer nada más que su trabajo. Solo disponen del tiempo para sus cuestiones privadas y no para deliberar sobre las cuestiones comunes. “La ocupación como acto colectivo subversivo se puede definir así como una contraocupación, una forma de subvertir el orden de las ocupaciones que define lo que la gente puede hacer en función del lugar que ocupan y del tiempo del que dispongan. Así, la ocupación de las fábricas como forma de lucha obrera no era solo un arma de negociación en un conflicto de fuerzas, también instauraba un conflicto de mundos. El lugar de ejercicio de una dominación se convertía en lugar de ejercicio de una libertad colectiva. El lugar de trabajo se convertía en un lugar de asamblea de vida. Se convertía en la célula de un mundo en el que el trabajo ya no era el simple medio para ganarse la vida al precio de una subyugación, sino la ejecución de una capacidad de todos al servicio de todos” (Rancière 2023, 242). 

 

La ocupación de las plazas es una continuación de esta tradición de aquella “contraocupación” citada. Pero esta continuidad revela al mismo tiempo una distancia. La ocupación como acción colectiva ha tomado el lugar del trabajo perdido como ocupación individual. Pero ya no se trata de una subversión colectiva del lugar de trabajo. La ocupación actual no se referencia al lugar de trabajo (la fábrica donde el conflicto de fuerzas se convirtió en conflicto de mundos); no se referencia tampoco con ese sujeto obrero que era un pueblo alternativo en formación. Esas fábricas ya no existen, se han deslocalizado; esos obreros han sido dispersados. La ocupación de hoy se produce en la proximidad de la sede de las potencias financieras responsables de dicha desaparición: Wall Steet o Puerta del Sol. Ya no consiste en la transformación de un lugar (en el que  se sufre una dominación) en un lugar en el que se afirma un poder. La ocupación adopta en sí misma la forma de la secesión que afirma, junto a los espacios de dominación, la exigencia de un pueblo que reinventar. Y lo hace bajo dos formas: las asambleas y las tiendas de campaña. La ocupación obrera de ayer vinculaba un conflicto de fuerzas -en el lugar mismo de la reproducción económica- con un conflicto entre dos mundos: un mundo de la desigualdad y un mundo de la igualdad. La ocupación actual -que se practican en las plazas- ha seguido ésa tendencia de convertirse en una forma de simbolización del conflicto entre mundos, como evidencia esa consigna: "Ocupémoslo todo”, culminación de la serie “ocupemos Wall Street””, ocupemos el lenguaje”, “ocupemos la imaginación”, “ocupemos el amor”…

 

SECESIÓN: MOVIMIENTOS ESPONTÁNEOS/EFÍMEROS Y ESTRATEGIAS A LARGO PLAZO

 

La reflexión en torno a la lección de estos movimientos de ocuoación requiere abandonar la oposición clásica entre los movimientos espontáneos/efímeros y las estrategias a largo plazo. La diferencia es cualitativa. En los momentos considerados efímeros se interrumpe el curso normal del tiempo, que es el de la reproducción del orden existente. Pero un momento no es un breve lapso de tiempo, es una fuerza creadora de movimiento. La historia de la democracia es el resultado del poder de momentos, sea cual sea su duración. Estos momentos han estado marcados por una ruptura del curso normal del tiempo: ralentizándolo han creado espacios de suspensión y de reflexión separados de la lógica obligatoria de las ocupaciones habituales, y acelerándolo: al crear ocasiones inéditas para la acción y reducir el tiempo que separa el pensamiento de la acción. Esos momentos han permitido formas inéditas de democracia viva con las que manifestar una capacidad de todo lo qué es invisible en el tiempo normal (el organizado por la dominación). 

 

Ahora bien, la vida democrática existe como el efecto prolongado de esos momentos de ruptura. “La oposición entre el tiempo breve de los momentos de efervescencia colectiva y el tiempo largo de la acción estratégica esconden en realidad la oposición más fundamental entre el tiempo propio de la acción democrática y el tiempo estructurado por las fuerzas de dominación. En los movimientos recientes esta oposición ha tomado la forma de la secesión mediante la que el pueblo de una democracia activa instalaba sus tiendas de campaña y sus asambleas junto a las sedes de las instituciones financieras gubernamentales” (Rancière 2023, 244). (Entendiendo por secesión la prevalencia de los movimientos espontáneos y efímeros sobre las estrategias a largo plazo; de la democracia sobre la dominación). Pero es inútil enfrentar la democracia al realismo de una acción estratégica que transforma esa oposición en un partido político nuevo dentro del sistema representativo o que la inscribe en una lógica de etapas que hay que superar con la perspectiva de la destrucción de la fortaleza capitalista que aún está por llegar.

 

La prevalencia de los movimientos efímeros (la secesión) no se debe a falta de estrategia si no a que los puntos de referencia intelectuales y las fuerzas sociales sobre los que se sostenía el movimiento estratégico han desaparecido. La caída de la Unión Soviética ha despojado a la acción revolucionaria de la evidencia de su objetivo. La destrucción de la clase obrera y de las instituciones socialistas la ha despojado de la fuerza sobre la que se apoyaba. El conflicto de los mundos (entre la igualdad y la desigualdad) ya no puede coincidir con un conflicto de fuerzas. Los movimientos estratégicos a largo plazo invitan a los movimientos efímeros a renunciar a su pureza y soledad lo que simplemente significa renunciar a su singularidad. A desaparecer en su contrario, en un sistema representativo que está cada vez más incorporado al poder estatal y a la dominación oligarca.

 

AUTONOMÍA DEL MOVIMIENTO DEMOCRÁTICO

 

Que el movimiento democrático adquiera duración solo puede ocurrir sobre la base de su autonomía: la de una forma de acción y de una manera de hacer mundo: la acción de los iguales como iguales. Esto implica dos cosas: 1) que el movimiento democrático se define por sus formas, sus instituciones y su temporalidad propia. Y 2) que la igualdad no construya mundo de la misma manera que la desigualdad. Esta disimetría se escondió en el pasado tras la visión de un movimiento de la historia -en cuyo seno el capitalismo generaba las condiciones para su propia destrucción- que impulsaba un mundo del trabajo listo a tomar el relevo. La imposibilidad de autodestrucción nos conduce a que la historia de la igualdad es un proceso autónomo. La primera condición es garantizar su autonomía en relación con las máquinas de poder. Eso no significa que la democracia no consiste más que en ciertos momentos efímeros, sino,  quiere decir que tiene sus propios tiempos y que debe mantener la distancia de ese tiempo propio en relación con la temporalidad de las agendas estatales. Eso tampoco significa que deba desinteresarse por lo que pasa en el lado de la máquina estatal de las instituciones representativas, Sino que quiere decir que debe guiarse en primer lugar, por el principio que la distingue -la presuposición de una capacidad de todos- para diferenciar sus objetivos y sus formas de acción y de organización de las de los aparatos concedidos para la toma y la gestión del poder del Estado.

 

La autonomía pasa por modificar el sistema representativo. Es posible transformarlo -en contra de  cierta interpretación del marxismo que lo considera pura apariencia-. El sistema representativo no es una apariencia sino una realidad, y la democracia no es un Estado sino una práctica susceptible de transformar esa realidad. En “El odio a la democracia” enuncié algunas medidas con las con las que el sistema representativo podría transformarse hacia una democracia plena: 1) papel otorgado al mecanismo de sorteo autónomas, 2) limitación de la duración de los mandatos, 3) no renovación de las representantes elegidos, 4) prohibición de la acumulación, 5) instituciones de control de la acción de los representantes elegidos. Pero no se trata de recetas automáticas, se trata de restricciones y de formas de control impuestas por la acción democrática a la lógica representativa,  que confía la gestión de las cuestiones comunes a una clase de profesionales (los políticos). Estas iniciativas se asientan sobre su impulsión, externa a esta política profesionalizada.

 

El primer problema para la democracia es por tanto el desarrollo de su propia fuerza, una fuerza autónoma en relación con esta máquina estatal. Esta cuestión es central para los intentos más radicales de extraer las enseñanzas del movimiento de las plazas. Estas iniciativas analizaron en primer lugar la naturaleza a largo plazo del movimiento como desarrollo de su capacidad de construir mundos. Se propusieron recrear, de otra manera, las formas de este tejido social igualitario. Ese tejido social ya no se puede pensar a partir de un centro determinado por el poder colectivo del trabajo, pero sí de otra manera: mediante la multiplicación de las formas de solidaridad y de vida colectiva que superan la separación entre las esferas de actividad (lo político y lo económico). 

 

Pienso por ejemplo en los "espacios sociales libres”: creación de un cierto número de estructuras alternativas, tanto en materia de producción y de consumo, como en materia de sanidad y educación. En Grecia han combatido la destrucción de estructuras colectivas impuesta por las estructuras financieras. Han respondido a la situación de angustia creadas por las exigencias de la Unión Europea, proporcionando alojamiento, alimentación, atención médica, formación o cultura a quienes quedaron privados de ello por la destrucción de los servicios públicos. los creadores de estos “espacios sociales libres” insisten en el hecho de que no se trata solamente de responder ante situaciones de urgencia. Se trata de crear nuevas formas de ser, de pensar y de actuar en común. Incluso pidieron a los beneficiarios que se convirtieron en agentes de su gestión lo que implicaba otorgarle un papel concreto a la democracia directa más allá de la expresión simbólica del poder. 

 

El “espacio social libre” es así una manera de poner en común, que cuestiona la separación entre las esferas de actividad: producción material, intercambio económico, prestaciones sociales, producción intelectual, desempeño artístico, acción política, etc. Al mismo tiempo cuestiona la oposición entre las necesidades del presente y las utopías del futuro, o entre la dura realidad económica y social, y el lujo de la práctica democrática. “De esta manera una forma de acción política tiende a ser al mismo tiempo la célula de otra forma de vida; un instrumento para preparar una emancipación futura, sino un proceso de invención de formas de acción, de pensamiento y de vida en el que, desde el presente, la igualdad se alimenta de igualdad. La situación actual nos obliga a asumir el hecho de que la democracia no es algo dado sino un proceso. Un proceso de invención continua de las formas de ejercicio de la capacidad de todos. La historia de la igualdad es una historia propia: una historia hecha de momentos singulares y de instituciones alternativas en las que esta capacidad ha logrado manifestar su propio poder. Este proceso aún está amenazado con ser absorbido por el poder de una realidad que es la realidad de la dominación. Por eso su realismo propio debe consistir en primer lugar en mantener su singularidad”  (Rancière 2023, 249). 

 

El desgarrado. Mayo 2024.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web