» 04-05-2024 |
El capítulo "Deshacer las confusiones al servicio del orden dominante” del libro los “Los treinta ingloriosos” recoge recoge una entrevista de 2019 -realizada 15 años después de la publicación de "Odio la democracia”- en la que el tema dominante es la democracia. He sustituído la forma dialogada -que implica la presencia de dos voces- por la de unos títulos temáticos.
EL ODIO A LA DEMOCRACIA QUINCE AÑOS DESPUÉS
Quince años después de la publicación de "Odio la democracia” el discurso se ha difundido ampliamente. Su influencia es patente en la puesta al día de la ultraderecha, que ha reciclado sus argumentos racistas tradicionales adaptándolos al ideario democrático. Hemos visto también en este lapso generalizarse los recortes de libertades individuales como los concernientes a la vestimenta (velo) y a la cubricion del rostro. Sin olvidar la generalización de la obediencia al poder dominante. En definitiva el odio intelectual a la democracia es el acompañante habitual del desarrollo de desigualdades de todo tipo y del incremento del poder policial. Todo ello inmerso en un galopante populismo.
POPULISMO
El populismo no designa ninguna forma política. Designa una interpretación: las formas de refuerzo y de personalización del poder estatal son la expresión de un deseo que emana del pueblo, entendiéndo como “pueblo” las clases desfavorecidas. Según esta tesis si los estados son cada vez más autoritarios y nuestras sociedades cada vez más desiguales es por la presión que ejercen los más pobres, que por supuesto son los más ignorantes y que -en su en estupidez- qu ieren jefes, autoridad, exclusión, etc. Sin embargo lo que realmente son es la expresión directa de la oligarquía económica, de la clase política, de las fuerzas sociales conservadoras y de las instituciones autoritarias (ejército, policía, Iglesia). Lo evidente es que se apoya en una jerarquización que polariza la sociedad en “nosotros y los otros”. "Los poderes autoritarios corruptos y criminales que dominan el mundo, lo hacen en primer lugar con el apoyo de los ricachones y de los más notables, no con el de los desheredados” (Rancière 2023, 252).
LA FRAGILIDAD DE LAS INSTITUCIONES
Existe un catastrofismo que expresa la preocupación ante la fragilidad de las instituciones democráticas actuales y anuncia la muerte de la democracia. No soy partidario de contemplarlo pero, es evidente, que los que nos alertan participan deliberadamente de la confusión que debilita la idea democrática. Nuestras instituciones no son democráticas. Son representativas y por lo tanto oligárquica. Las instituciones representativas son, por definición, inestables. Pueden dejar ciertos espacio para la acción de las fuerzas democráticas o inclinarse hacia un sistema monárquico. Está claro que esta última es la tendencia dominante hoy en día. En Francia especialmente la vida parlamentaria está completamente integrada en un aparato de estado, que a su vez está completamente sometido al poder del capitalismo nacional e internacional; aunque eso signifique, por supuesto, fomentar el desarrollo de fuerzas electorales que pretenden ser las verdaderos representantes del verdadero pueblo. Hablar de amenazas que se ciernen sobre nuestra democracias tiene, por tanto un sentido muy concreto: se trata de responsabilizar a la idea democrática de la inestabilidad del sistema representativo, decir que si este sistema está amenazado es porque es demasiado democrático, demasiado sumiso ante los instintos descontrolados de la masa ignorante” (Rancière 2023, 253).
EL INDIVIDUALISMO ANTIDEMOCRÁTICO
Hoy, la denuncia generalizada de los deseos ilimitados de los individuos se extiende a todas las formaciones políticas de derechas o izquierdas. Es el gran truco del discurso reaccionario: alertar sobre los efectos de un fenómeno para imponer la idea de que este fenómeno existe, en resumen, que los pobres son demasiado ricos. La gran genialidad ha sido interpretar la destrucción de las formas colectivas (sindicatos, convenios colectivos, movimientos coordinados) de trabajo impuesta por el capital financiero como la expresión de un “individualismo democrático de masas” de este modo las formas de vida impuestas por la dominación capitalista son reinterpretadas como efectos de un único y mismo mal: el individualismo aunque podemos llamarlo democracia (y justificar la oposición al igualitarismo), o llamarlo liberalismo (y dirigir nuestra oposición contra el capitalismo). Pero lo más rentable es equiparar ambas interpretaciones, identificar el capitalismo con el desencadenamiento del apetito consumista de la gente humilde. Llamar liberalismo al capitalismo absolutizado y autoritario identifica los efectos de un sistema de dominación con los de las formas de vida de los individuos. Uno puede aliarse a las fuerzas religiosas más reaccionarias para culpar, del estado de nuestras sociedades, a la libertad de moralidad (La reproducción asistida y el matrimonio homosexual) o recurrir a un ideal revolucionario puro y duro para culpar al individualismo pequeñoburgués de la destrucción de las formas de acción colectivas y de los ideales obreros.
QUÉ HACER CONTRA LA DERIVA DE LA DOMINACIÓN?
Lo primero que hay que hacer es deshacer las confusiones tradicionales. En concreto hay que terminar con la identificación de la democracia con el sistema representativo. Las instituciones representativas, tras las que se escuda el poder de las clases dominantes, son instrumentos directos de ese poder. Las instituciones europeas supranacionales son un gran ejemplo. Ni siquiera sabemos quién y cómo se eligen esos representantes. No solo son los estados quienes los designan -en última instancia- sino que además lo hacen entre los antiguos o futuros representantes de los bancos de inversiones que dominan el mundo. La primera tarea es salir de la confusión entre democracia y representación y de todas las nociones confusas que surgen de ella: “democracia representativa”, “populismo”, “democracia liberal”, etc. No hay que proteger a las instituciones democráticas del peligro populista, hay que crearlas o recrearlas y está claro que en la situación actual, solo pueden crearse como contrainstituciones, autónomas de las instituciones gubernamentales.
LA MULTIFORMIDAD DEL ODIO A LA DEMOCRACIA
Existen todos los matices entre las formas que adopta el odio a la democracia. Puede apoyarse en las fuerzas nostálgicas de las dictaduras de ayer (Mussolini, Franco, Pinochet) incluso puede combinarse con las tradicionales dictaduras comunistas o con las de las jerarquías eclesiásticas. O pueden identificarse con las ineludibles necesidades del rigor económico de los tecnócratas. Aunque Junkers no es Pinochet siempre hay un núcleo común, una constante entre las distintas facciones. Las fuerzas neoliberales que gobiernan Chile lo hacen en el marco de una constitución heredada de Pinochet. La presión que ejerce la Comisión Europea sobre el gobierno griego, no es la dictadura de los coroneles, pero bloquea el trabajo de un gobierno populista de izquierdas. La resistencia a la oligarquía solo puede surgir de fuerzas que sean autónomas del sistema representativo y de los llamados partidos de izquierdas, que están integrados en él. Estos, en realidad, razonan según la lógica de la elección del mal menor y van de fracaso en fracaso.
EL MOVIMIENTO DE OCUPACIÓN DE PLAZAS
La reivindicaciones democráticas de los manifestantes de Hong Kong desmienten la evolución efectiva de nuestras democracias. No nos dicen nada nuevo sobre el estado de nuestras democracias. De todas formas hay que salir del círculo vicioso entre las motivaciones socioeconómicas (sólidas pero mezquinas) y las aspiraciones por una democracia real (nobles pero evanescentes). Existe un único y mismo sistema de dominación que ejerce el poder financiero y el poder estatal y la fuerza de los movimientos de ocupación de las plazas no distingue entre reivindicaciones limitadas y afirmación democrática ilimitada. Los movimientos raramente arrancan con una reivindicación de democracia. Suelen arrancar con una reclamación contra un aspecto o un efecto concreto de un sistema global de dominación. Pero cuando accede a la calle o a las plazas se convierte, más allá de una reivindicación de democracia dirigida al poder que se cuestiona -en el que la propia distinción entre economía y política tiende a desaparecer- en una afirmación de democracia. Lo que nos dice dos cosas: 1) la política adopta cada vez más el aspecto de un conflicto entre mundos -un mundo que se rige por la ley desigual frente a un mundo construido por la acción igualitaria- 2) los partidos y organizaciones, antaño interesados por la democracia y la igualdad, han perdido toda iniciativa y toda capacidad de acción sobre este terreno, que ya solo ocupan las fuerzas colectivas nacidas del propio acontecimiento. Y si se puede aducir que les falta organización habría que preguntarse ¿qué es lo que hacen las famosas organizaciones?
ECOLOGÍA
“Hace ya un tiempo que nuestros gobiernos funcionan con la coartada de la crisis inminente que impide que las cuestiones internacionales se confíen a sus habitantes ordinarios y obliga a ponerlas al cuidado de especialistas en la gestión de crisis; lo que en realidad significa dejarlas en manos de potencias financieras y estatales que sean responsables o cómplices de las mismas” (Rancière 2023, 260). La catástrofe ecológica no es una excepción. Pero la presunción de los gobiernos de ser los únicos capaces de afrontar este tipo de catástrofes es una falacia. Para el gobierno estas cuestiones o son demasiado complicadas técnicamente o son imposibles de resolver políticamente. La cuestión climática alimenta la tendencia de absorber la política en la policía. Pero también existen otros enfoques como el que afirma que sí es un problema que nos afecta individualmente debe ser solucionado individualmente. En cualquier caso demuestra la imposibilidad de separar las cuestiones ecológicas de las cuestiones democráticas entendidas como ejercicio de un poder igualitario efectivo.
POLÍTICA
La política no está limitada a las intermitencias, como se me ha atribuido. Lo que afirmé es que la política no existe más que por intermitencia, que no era algo constitutivo y permanente de la vida de la sociedades, porque la política no es solo el poder, sino la idea y la práctica del poder de cualquier persona. Ese poder concreto solo existe como suplemento de, y en oposición a las formas normales del ejercicio del poder. Eso no quiere decir que solo hay política en lo extraordinario de los momentos de fiesta colectiva, que no haya nada qué hacer en el entretanto y que no hagan falta ni organización ni instituciones. Organizaciones e instituciones siempre las ha habido y siempre las abrá, la cuestión es saber qué organizan y qué instituyen, cuál es la fuerza que ponen en marcha, la de la igualdad o de la desigualdad. En el caso de la igualdad las instituciones son las que desarrollan esta fuerza común a todos, que, en realidad, pocas veces se manifiesta en estado puro. En nuestra sociedad actual está claro que algo así solo se puede dar en contrainstituciones y organizaciones que sean independientes de un sistema representativo. Podemos constatar que las únicas movilizaciones contra los avances del poder financiero y del poder estatal han surgido con estos movimientos que calificamos como espontáneos, aunque hayan dado muestras de una organización muy superior a la de las organizaciones de izquierda reconocidas. Esta espontaneidad es imposible de mantener a lo largo del tiempo lo que implica crear otros tiempos, hechos de proyectos y de acciones autónomas que no sigan el ritmo del calendario de la máquina estatal. Pero solo podemos construir a largo plazo con acciones que efectivamente cambien el ámbito de lo posible, aunque sea muy poco o muy brevemente.
El desgarrado. Mayo 2024.