» 14-04-2024

Lecciones de política alternativa 102-9. Rancière. Racismo (2) de Estado.

En 2010 el gobierno francés efectuó expulsiones generalizadas de ciudadanos romanís. Esta actuación se añadía a la ley del velo recientemente aprobada. La posición de Rancière fue abiertamente contraria pues vio en estas leyes una actitud oportunista que pretendía explotar cuestiones racistas y xenófobas con fines electoralistas. Los medios tomaron partido contra el racismo, entendido este como la reacción temerosa e irracional de las capas más retrógradas de la población. Se acusó al Estado de mostrarse complaciente con esta parte de la población, reforzando su posición “racional" frente a la irracionalidad popular. Sin embargo, Ranciére vio otra cosa: racismo de estado.

 

La posición tomada por la crítica de la izquierda coincide con la mostrada en los últimos 20 años por la derecha, que había puesto en marcha numerosas leyes y decretos racistas. El argumento de la izquierda fue el siguiente: “existe problemas de delincuencia y diversos perjuicios provocados por los inmigrantes y los ilegales que podían provocar el racismo si no se pone orden. Por tanto hay que someter estas delincuencias y perjuicios a la universalidad de la ley para que no provoquen conflictos racistas” (Rancière 2023, 82): el racismo antirracista. Se trataba de oponer la posición "racional" del Estado a las pasiones populares, en una supuesta posición de antirracismo. De hecho ni el racismo popular -ni tampoco las pasiones populistas de la extrema derecha-  tuvieron nada que ver con la decisión del gobierno que simplemente las tomó como excusa. Es la razón de estado la que impulsa al gobierno. Este racismo que aplica el Estado y justifica la izquierda es un racismo frío, una construcción intelectual. De entrada es una creación del Estado. Hemos hablado de estado de derecho y estado policial, pero la propia naturaleza del Estado es la de ser un Estado policial, "una institución que fija y controla las identidades, los lugares y los desplazamientos, una institución en una batalla constante contra todo lo que exceda el cómputo de las identidades que gestiona; es decir también contra este exceso de las lógicas identitarias que representa la acción de sujetos políticos” (Rancière 2023, 82). 

 

A los estados les cuesta cada vez más controlar la libre circulación de capitales y, no solo por su dificultad sino también por el escaso empeño que ponen en ello. Y en un proceso de sustitución, ofrecen el control de la circulación de las personas en vez del de los capitales. Circulación de personas e inmigración es lo mismo, e  inmigración y seguridad también. Inmigración y seguridad no pueden ser tratados más que como razón de estado. Solo hace falta convertir esta razón en ley. Y así se hace. La ley “cumple dos funciones fundamentales: una función ideológica que consiste en dar forma, en todo momento, al sujeto que amenaza la seguridad; Y una función práctica que consiste en reorganizar continuamente la frontera entre el dentro y el fuera, en crear constantemente identidades flotantes, susceptibles de hacer que lo que estaba dentro quede fuera” (Rancière 2023, 83). Conformar el sujeto de la inmigración ha supuesto crear una categoría flotante de subfrancés, en la que se dejan caer a personas nacidas en suelo francés con padres nacidos franceses. Legislar sobre la inmigración ilegal ha supuesto convertir en ilegales a inmigrantes legales.  

 

Y es está la misma lógica que se ha aplicado a los romanís, en franca contradicción con la libertad de circulación de personas, vigente en Europa. Para ello se ha creado una categoría de europeos que no son realmente europeos, que posee una identidad en suspense, sin que, al Estado le preocupen las contradicciones en las que incurre. “Por un lado crea leyes discriminatorias, formas de estigmatización basadas en la idea de la universalidad ciudadana y de la igualdad ante la ley. Así, aquellas personas cuyas prácticas se oponen a la igualdad y la universalidad ciudadana son sancionadas o estigmatizadas. Por otro lado, en el seno de esta ciudadanía similar para todos crea discriminaciones, como la que distingue a los franceses "de origen extranjero". Entonces por un lado todos los franceses son iguales  ¡y cuidado con los que no lo son!; y por otro, no todos son iguales, ¡Y cuidado con quienes lo olviden! (Rancière 2023, 84).

 

Estamos ante una lógica estatal y no ante una pasión popular. Esta lógica de estado la sostiene la élite intelectual y no “grupos sociales atrasados”. Las últimas campañas racistas han sido ejecutadas por una intelectualidad que se reivindica de izquierdas, republicana y laica y en absoluto por la extrema derecha populista. No estamos ante el racismo qué evoca razas superiores inferiores, tradicionalmente derechas si no un racismo de “lucha contra el comunitarismo, de la universalidad de la ley, de la igualdad de todos los ciudadanos ante la misma y ante la igualdad de género” (Rancière 2023, 85). Porque el efecto fundamental del argumento es “crear la confusión necesaria para identificar al indeseable: de ahí la confusión entre migrante, inmigrante, subdesarrollado, islamista, machista y terrorista” (ibidem).  Lo que se pretende es crear “un poder estatal ilimitado que permita decidir quien pertenece o no a la clase de quienes tienen derecho a estar aquí; en resumen el poder de otorgar y anular y identidades. Este poder tiene su correlato: la capacidad de obligar a los individuos a ser identificables en todo momento mantenerse en una posición en la que sean completamente visibles ante la mirada del Estado” (Ibidem). El embozo -burka o antifaz- se convierte en el emblema del musulmán subdesarrollado y de agitador terrorista. Las proclamas sobre laicidad y universalidad republicanas regresan en definitiva a este principio de que conviene mostrarse completamente visible en el espacio público.

 

Existen otros racismos que el de la raza superior, el de los Petits Blancs, o el de los indeseables asimilados. El racismo de estado, el racismo intelectual de izquierdas, es una nueva forma de racismo que ha encontrado su legitimidad. “Puede que sea el momento de reorientar el pensamiento y el combate contra una teoría y una práctica de estigmatización, de precarización Y de exclusión que hoy constituyen un racismo desde arriba: una lógica de estado y una pasión de la intelectualidad” (Rancière 2023, 86).

 

El desgarrado. Abril 2024.




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