» 12-05-2024 |
Para acabar este repaso a la política desde M68 efectuada por Rancière en su libro “Los treinta ingloriosos” voy a añadir unas apostillas y empezaré por la génesis de la democracia que ha sido presentada por la clase de políticos profesionales que nos “representa” como poder del pueblo (soberanía popular) y no como control de la política por el pueblo, que es lo que siempre ha pretendido ser y que se le ha negado. Desde este punto de vista es fácil entender: por qué Platón considera que existe un título de gobierno que es la democracia (que odia) pero que reconoce; por qué no se renueva el CGPJ (el órgano de gobierno de los jueces); por qué los expresidentes de gobierno largan si parar sobre lo que ya no les compete; por qué las ideologías son tan poco consistentes: o por que PPO (los gobernados)y PSOE estan enzarzados en una lucha sin cuartel donde todo vale (la crispación). Tambien sigo “El odio a la democracia” Amorrortu, 2006 (2002),
¿Cómo se genera la democracia? Antes de ulteriores complicaciones ésta debió ser el conflicto entre lo individual, lo particular, lo privado (el líder) y lo social, lo común, lo público. A falta de registro fósil, echaremos una mirada a como se lo montan los primates. Los orangutanes no son sociales o sea que los descartamos. Los gorilas son sociales familiares, es decir solo conviven con su familia: un grupo de hembras y sus hijos. Como sabemos ese rasgo de parentesco es defendido incluso con el infanticidio, por lo que podemos suponerlo intenso. Los chimpancés han superado el lazo familiar por el social pues conviven en grandes grupos en los que la tiranía sexual ya no es la de los gorilas, aun cuando el líder sigue siendo el que se lleva la mejor tajada. sin embargo son las hembras las que se van del grupo cuando maduran por lo que éste es un grupo de parentesco masculino. La promiscuidad de las hembras (quizás para evitar el infanticidio) es habitual, aunque tampoco hay muchas ocasiones porque solo se es fértil cada cinco o seis años y por un pequeño periodo.
Durante el mismo la madre forma una comunidad con su cría aunque tiene cierto peso en la vida social dada la jerarquía de estos monos. Los chimpncés son grandes negociadores sociales así que las alianzas “políticas” son frecuentes. Cuando un líder (que ha alcanzado el poder midiéndose con sus opositores y mediante el establecimiento de alianzas) se pasa de la raya toda la comunidad se le enfrenta, en un control efectivo del poder. Los bonobos han pasado a la fase del sexo como mediador social: todos los problemas se resuelven con una gran variedad de relaciones sexuales promiscuas y bisexuales. La falta de conflictos ha empoderado a las hembras que practican un marcado matriarcado. Adolecen de la falta de pactos habituales en sus primos. El infanticidio ha desaparecido. En su lugar practican el patrocinio de las madres respecto a sus hijos.
Nuestra especie (vista desde el punto de vista primate) tiene sus peculiaridades. La fidelidad consolida un grupo familiar permanente, unido por un vínculo socio-biológico potente: el amor. La fidelidad permite la democratización del sexo (todos los machos pueden escoger pareja y formar familia). Si a eso añadimos el celo perpetuo (hasta el climaterio) respecto a tener relaciones, no respecto a la posible maternidad (la fertilidad) que se inhibe -como en los primates- por el amamantamiento “a demanda”, resulta que la frecuencia de la maternidad se acorta (y se amplía a más machos) enormemente - tras el destete- que, con la ayuda del hombre en la alimentación, es más viable. Este acortamiento permitió un desarrollo demográfico que nos ha traído hasta aquí. Además la fidelidad hace innecesario el infanticidio, pues todos los machos saben que sus hijos son realmente suyos. Estamos, pues ante un sistema social distinto en el que entre el individuo y el grupo se ha introducido una institución intermedia: la familia. El intercambio de mujeres núbiles con otros grupos siguió durante milenios (y sigue en muchas sociedades) con la institución del incesto. Los sistemas de parentescos se complejifican enormemente y cada grupo consiste en una red parentelar masculina (las mujeres vienen de grupos exteriores). El matriarcado desaparece del grupo aunque resiste en el núcleo familiar -como micropoder- hasta la llegada del logos (Irigaray). Desaparecida la tiranía sexual el liderato adquiere otros tintes.
Entre los competitivos, violentos (pero con fluidas alianzas de poder) chimpancés y los cooperativos, tolerantes (pero lastrados por un poder familiar) bonobos, los humanos somos más bipolares (radicales) que ambos. Tanto positiva como negativamente. La política se entrelaza con la economía y con la sicología (motivación personal: hace falta una promesa de futuro pero también no defraudarla mediante una desigualdad inasumible). Ni la competición pura ni la cooperación pura funcionan. Debemos coger lo mejor de cada una, disminuir la desigualdad y fomentar la iniciativa personal y la libre empresa. pero también: no dejar a nadie atrás, hacer causa común con los desfavorecidos, debemos además, fortalecer nuestras democracias, acabar con la corrupción, etc.
El tránsito entre los primates y los humanos (el eslabón perdido) dura entre 6 y 8 millones de años. En ese tiempo la evolución del cerebro (y de todo el sistema nervioso en general) acomete la empresa de desarrollar un sistema de pensamiento con las características de una auténtica arma que supla las carencias en este aspecto de aquellos homínidos: la previsión. La extremada adaptabilidad del ser humano no permitió el desarrollo de armas estructurales como las de los animales. La previsión es adivinación, una facultad divina. Los protohombres están hechos a imagen y semejanza de Dios, aunque sabemos que es al revés. Pero la previsión para ser fiable debe ser necesaria, universal. Debe producirse en todos los casos: el sueño de la verdad absoluta. La máquina pensante se pone en marcha: de los sistemas naturales (a imagen o analogía de la naturaleza) se pasa a los paradigmáticos (ejemplares), y los sistemas verosímiles -singularmente el mito- (con apariencia de verdad) para acabar en los sistemas simbólicos (que universalizan por abstracción). Del pensamiento en imágenes se ha llegado al pensamiento en palabras. El proto-ser humano aprende a modelizar la acción a realizar en su mente para perfeccionar su resultado, y así garantizar la eficacia de la acción. Superada la sistemática de prueba y error (que no ha desparecido pero se ha interiorizado en la mente), ya no se “manipula” la realidad directamente, sino un correlato, abstracto, mental.: ¡el ser humano piensa!
A medida que el ser humano desarrolla el pensamiento la sociedad en la que vive va cambiando. Para superar el tamaño de los grupos unidos por lazos de parentesco (tribales) aparece la ideología que es la afinidad por cuestiones no parentales (sociológicas, religiosas, políticas, deportivas, prácticas) que permite abordar trabajos cooperativos antes inabordables. La división del trabajo hace aparecer un saber especialista y los excedentes lo sustentan. Saber, más los excedentes, dan lugar a la tecnología. El trabajo cooperativo y la tecnología producen el desarrollo. Todo esto tiene un paisaje especializado: la ciudad. El control del fuego y el culto a los muertos crean la arquitectura: la casa del fuego (el hogar) y la casa de los muertos(la tumba). Pero la especialización (que empezó por los artesanos) apunta a la política profesional. Los líderes eventuales que toman las riendas en casos excepcionales copian el modelo sacerdotal (cuyo cometido es continuo como intermediarios entre lo divino y lo humano y que han establecido un sistema de acumulación de riquezas basado en el diezmo y las primicias (los primeros impuestos eran de origen divino): la ciudadela (ciudad dentro de la ciudad) militar se desarrolla paralela a la religiosa, y el palacio paralelo al templo.
Pero todo este camino de evolución social se ha basado en un punto esencial: la igualdad: el cooperativismo solo puede ser igualitario y se ha superado la situación tribal de su mano. Cuando el caudillo militar (pero también civil) se consolida (deja de ser esporádico), la sociedad toma medidas para que aquello no se convierta en lo que apunta: la dominación, y le pone precio al poder: la muerte. Quien ha transgredido la sagrada igualdad solo puede pagar con la muerte. En una sociedad atravesada por la muerte en todos sus aspectos, no era un precio excesivo (la sacralización de la vida: Aganbem… vendrá después) y más teniendo en cuenta que la muerte podía ser metafórica: la ruina (el potllack). Lo que tenían claro es que tras haber detentado el poder no había vida posible (como comprobamos hoy con nuestros expresidentes, enloquecidos de impotencia). Se inicia así una pugna entre los que tienen títulos para acceder al poder (por el nacimiento o por la capacidad: Platón) y los que están llamados por la historia a controlarlos: al pueblo, los iguales, los pares. Por eso Platón acepta la democracia aunque la odia: porque siempre había existido. En la Grecia del Logos los dominadores, los políticos profesionales, los caudillos han ganado la partida y la democracia (el control del poder por el pueblo) es odiada y menospreciada como el gobierno del la suerte, del designio de los dioses, del egoísmo, del individualismo, de la estupidez… en una sociedad en la que los asnos se han apoderado de las calles.
Pero no era así. La democracia no era el gobierno del pueblo, era el control de su ejercicio, el control a los profesionales cuya postulación, cuyo reconocimiento de que aspiran al poder, y que exhiben los títulos para hacerlo, ya es sospechosa. La campaña de difamación que se produjo entonces para zafarse del control popular del poder lo presentó como lo que no era: la aspiración al poder del populacho. El pueblo nunca ha querido el poder. Lo que quiere (y lo sufre como una obligación que no desea) es su control. De hecho solo el pueblo y Dios son inocentes de la aspiración al poder. ¿De donde salió la idea de la soberanía popular? De los propios políticos (profesionales de la política) que acosaban a los que ya estaban en el poder, los que poseían títulos de nacimiento o de capacidad, negando la mayor: el único título para gobernar es la soberanía popular, es ser el pueblo. Por tanto: todo poder es ilegítimo… si no entroniza la soberanía popular y susceptible de ser sustituido. Inmediatamente hubo que matizar: el poder del pueblo se ejerce por representación y son la clase profesional, los políticos los encargados de formalizarla. Todo había sido retórica, una pantomima para acceder al poder de aquellos que lo anhelaban pero no lo tenían, y la crispación actual entre aspirantes refleja exactamente esa contienda a la que el pueblo es ajeno. Lo que está en juego no es la soberanía popular, es el control del poder por el pueblo.
En su campaña para zafarse del control los políticos han inventado todo tipo de instituciones y han decretado innumerables leyes. La separación de poderes ha sido la falacia más hiriente de todas ellas. Pretende que los poderes del estado (legislativo, ejecutivo y judicial) se equilibran entre ellos sin intervención del pueblo. La lucha por acceder al control del poder judicial tiene ya una historia en España que se ha leído como lucha por el poder de los facciosos de turno y no como lo que es: la exclusión del pueblo del control del poder. Las continuas injerencias respectivas: el legislativo juzga con las comisiones de investigación; el ejecutivo legisla a golpe de decreto ley (hasta constituirse en un golpe de estado, una tiranía: Aganbem); el judicial legisla con la interpretación abusiva del derecho y con las mayorías políticas en el TS y TC que deciden la jurisprudencia. Todos los órganos de control: Tribunal de cuentas, Tribunal de control de la competencia, Junta electoral, etc. (que tampoco se renuevan -aunque se hable menos de ellos-) son una pantomima que no controlan nada. El control de los políticos tiene que ser popular y esas instituciones deben estar en manos del pueblo… y la soberanía os la metéis por donde os quepa, que no la queremos.
El desgarrado. Mayo 2024.