» 23-06-2024 |
Ya están aquí. Acampados esperando a dar el golpe definitivo. Habrá que acuñar nuevos términos como “raza europea”, jerarquía de géneros, guerra noble, invasión africana, razón de patria, violencia imprescindible, espíritu militar, infanticidio paralegal, matrimonio único, etc. Cuando Ridley Scott intervino en la producción ejecutiva de “El hombre en el castillo” en el que se explica una Europa en la que ganaron los nazis, nos debíamos haber puesto a temblar. Ahora acampan en el Parlamento europeo. ¿Que podría salir mal?
La crítica económica de Marx a la economía burguesa (en aquel caso, pero podría haber sido cualquier otra) es impecable. No es una teoría económica es una metafísica y además dinámica. Los conceptos universales de intercambio, mercancía y dinero -equivalentes universales del comercio, del objeto de transacción, y del valor, son simplemente geniales. El añadido del fetichismo de la mercancía (adelantádose al consumismo) que se convierte en objeto de deseo y no en satisfacción de necesidad, es el remate de este sistema. No soy marxista sociológico pero nunca dejaré de ser marxista económico (o quizás, metafísico). Pero la propiedad privada tiene demasiada historia como para que pueda ponerse en duda: los que más valen (inteligencia/estudios, linaje/nacimiento, fuerza/violencia, experiencia/edad, riqueza/acumulación…) no están dispuestos a ceder sus privilegios sin defenderlo con uñas y dientes y Marx calculó que solo con la lucha de clases violenta, podía encontrarse solución. Y acuñó aquello de la dictadura del proletariado, simplemente para oponerla a lo que era evidentemente la dictadura de facto de la burguesía, la nobleza, la inteligencia, la fuerza. Cometió dos errores: mentar la violencia y la dictadura que los conservadores no podían dejar pasar. Pero -y ahora llego a donde me dirigía- se olvidó de la motivación, que la dio por supuesta (o no le dio la importancia que tenía). Pero el sistema comunista tenía otros planes y perpetuó la dominación, esta vez encarnada en los burócratas que sometieron a los trabajadores como habían sido sometidos ancestralmente. La desmotivación acabó con el comunismo. La desmotivación es la depresión. El sistema comunista era un sistema deprimido (hasta la arquitectura lo denunciaba). Porque la motivación ha sido siempre bandera del capitalismo. La eterna promesa (eternamente incumplida) de que todos pueden ganar, de que todos pueden ser presidentes, que todos pueden ser ricos. La zanahoria en el extremo del palo, ha resultado ser la motivación imbatible primero, e insustituible después. Y sigue siéndolo. Porque nuestra fe en nosotros mismos es ilimitada y una vez existe una meta nuestra fantasía nos dice que la alcanzaremos. El capitalismo es profundamente desigualitario pero es antidepresivo… mientras mantiene la motivación. ¿Quién nos lo iba a decir? La fantasía definitiva ha resultado… ser rico.
El socialismo trató de salvar lo bueno del marxismo extirpando lo malo del comunismo. Lo primero fue acabar con el totalitarismo, el talibanismo de la clase (como el nazismo había sido el talibanismo de la raza). Se erradicaron violencia y dictadura y se abrazó la democracia -que para entonces el liberalismo había monopolizado- y se estableció un respeto hacia la propiedad privada, enarbolando la bandera de la igualdad (el pie de que cojeaba el liberalismo que pregonaba la igualdad de oportunidades sin fomentarla, ni lo más mínimo). La igualdad es para el liberalismo la posibilidad teórica de llegar hasta lo más alto, es decir llegar a ser diferente. El liberalismo es posibilismo, probabilismo, como la lotería: todos tienen la posibilidad de ganar pero las posibilidades de lograrlo son prácticamente nulas. Y evidentemente, frente a un liberalismo que pretendía el desmantelamiento del estado y la orgía de la iniciativa privada, las constituciones democráticas adoptan un modelo mixto de economía dirigida (socialista) y liberal (individualista). Pero esa deriva socialista hacia una política “de Estado” socava cada vez más los derechos de su razón de ser: los trabajadores.
El liberalismo aprovecha la persistencia del Estado para cargarle con lo que la iniciativa privada no quiere hacer: la investigación básica, la responsabilidad subsidiaria, la garantía final de todas las cagadas (rescate de bancos, reciclado de residuos tóxicos, reparación del medio ambiente). Y aunque respeta el Estado de bienestar como un logro que no puede ser demolido, trata por todos los medios de que el ejercicio, la puesta en práctica pase a manos privadas: la privatización del estado de bienestar. Privatizar es poner en manos del capitalismo (heredero de la clase empresarial a la que se han añadido los gestores políticos, societarios y financieros) la gestión del estado de bienestar. Las empresas del estado, los servicios sanitarios, educativos, sociales, pasan paulatinamente a manos privadas. El modelo ruso tras la caída de la URSS es el modelo a seguir. Todo lo que poseía el Estado (que era absolutamente todo como corresponde a un Estado comunista) se lo rifaron unos cuantos empresarios próximos al poder… y el propio poder a juzgar por lo que se dice de la fortuna de Putin. El esquema de explotadores y explotados de las revoluciones del SXIX ha sido hábilmente manipulado propagandísticamente hacia un modelo de promotores (¡todos somos empresarios!: la economía colaborativa, los falsos autónomos) y vagos chupópteros (parásitos del estado) subvencionistas. El discurso ha calado (con el apoyo de la ultraderecha) por que la motivación ha evolucionado hacia una elección de clase entre los triunfadores (los buenos, los capitalistas, liberales) y los perdedores (los trabajadores, subvencionados, parásitos). La motivación se ha reducido finalmente a la elección maniquea del modelo al que se aspira: el triunfador rico y famoso o perdedor, pobre (subvencionado) y anónimo. La figura del perro-flauta lo recoge perfectamente.
Visto así la diferencia entre derechas e izquierdas, entre economía liberal y economía socialista es básicamente una diferencia de motivación. Mientras los socialistas pregonan que la igualdad consiste en repartir la riqueza existente -esencialmente mediante los impuestos, la educación universal, la igualdad de oportunidades- aplicando una regla justa de reparto (la justicia social), el liberalismo nos propone que todos seamos ricos (o por lo menos que todos participemos en la competición por serlo), de modo que alcanzarlo sea una cuestión individual. Es decir no repartir la riqueza que hay sino la que vamos a alcanzar con un desarrollismo feroz (que esquilmará el planeta) para que todos podamos ser ricos (si nos afanamos en ello). El resultado está cantado la motivación “repartir” y “economía dirigida” no puede competir con la motivación “alcanzar” y “economía libre” El sistema liberal es piramidal pues la riqueza para todos es imposible dado que depende de la riqueza existente. Mientras, se han abierto nuevas fuentes de riqueza (materias primas, medios de producción, mano de obra, multiplicación ficticia del dinero vía crédito), el crecimiento del PIB ha sido continuo y la ficción de que todos podemos ser ricos, también. La sostenibilidad exige que ese desarrollismo que no se detiene ante nada, se modere para estabilizar el consumo de recursos naturales, es decir la estabilización del PIB.
En el horizonte sólo puede haber un sistema de reparto y no un sistema de asalto que curiosamente es lo que proponía Podemos (un partido filocomunista) no hace mucho. ¿Cómo es posible que comunistas y ultraliberales coincidan en el medio de alcanzar sus fines? Se trata de dos maneras distintas de entender el “asalto”. La liberal es individualista, la lucha por pertenecer a la élite, en la que el Estado debe desaparecer como competidor económico y donde las clases sociales no existen. La de Podemos es comunista, es el proletariado el que debe alcanzar la riqueza igual, bajo la forma del estado comunista y la lucha de clases (el totalitarismo de clase: la dictadura del proletariado). La misma estrategia, distintas ideologías… pero ninguno viable. Y sin embargo la convergencia es posible. No entre ultraliberalismo y comunismo pero si entre el liberalismo social y el socialismo demócrata. Incluso pueden coexistir como ocurre en muchas constituciones vigentes (Lo que se originó como una componenda para contentar a todos se ha consolidado como perspectiva real). La cuestión de la motivación indica que el sistema “mixto” debe tener la motivación liberal (básicamente capitalista: propiedad privada, competencia individual, estado apagafuegos) y la igualdad socialista (igualdad efectiva, impuestos progresivos repartidos mediante una regla social, respeto al medio ambiente, estado del bienestar). Otros mundos son posibles… pero están en este.
Pero nos olvidamos de una pieza del puzzle: los fascistas. Con una pujanza -increíble hace pocos años- la ultraderecha irrumpe en la política Occidental y se hace presente en los Parlamentos. Pero ¿Cuál es su posición respecto a las dos expuestas? La ultraderecha actual es heredera del fascismo que gobernaba en Europa en la segunda guerra mundial en Alemania, Italia, España y Japón, tal como reconocen ellos mismos aunque lo de “fascistas” no les guste. Las ideologías nacen ancestralmente como la sustitución del lazo familiar por afinidades de ideas. La democracia tiene el mismo origen en el decreto de Clístenes cuando en el SV adc cambia el gobierno de los barrios de Atenas que ejercían las familias (unidas por lazos de sangre) por el gobierno de circunscripciones establecidas geométricamente (Demos). La civilización y la política empiezan cuando se impugnan los lazos de sangre (el parentesco) y se establecen lazos ideológicos. Pero entre unos y otros lazos se pueden situar opciones intermedias: raza, clase, religión. El comunismo es el que se cimienta sobre los lazos de clase y el fascismo el que se cimienta sobre lazos de raza. Ambos dieron origen en el SXX a sendos totalitarismos: el comunismo soviético y el nazismo Alemán. Se caracterizan, por tanto, por no basarse en ideología y por no ser democráticos. Tal como lo estableció Habermas el fascismo alemán se caracteriza por: redención, Patria, violencia, pragmatismo, coraje. 1) Hay una situación que redimir porque no funciona y que se evidencia en un análisis estricto, 2) la patria es la unidad política fundamental a la que se refieren todas las otras, por que tiene unidad de raza, 3) la fuerza es la forma natural de solucionar problemas, 4) las ideologías deben ser sustituidas por la utilidad y lo práctico, 5) el ímpetu de una nación reside en el coraje, la valentía, el honor (las virtudes militares). Todo es aplicable al comunismo si cambiamos raza por clase.
Tras la derrota de los nazis alemanes y los fascistas italianos Europa se sumerge en una catarsis para que nunca más se reproduzca un situación parecida. Pero el nazismo tiene raíces viscerales que siempre pueden ser escarbadas en el ser humano. Los neonazis surgen aplicándose una capa de maquillaje que los enmascare. El análisis segado por la denuncia continua. La palabra racismo desaparece sustituida por los elementos que lo definen: xenofobia o antiinmigración, patria por raza, homofobia contra las degeneraciones de la raza, familia y religión por ideología, primacía del hombre por igualdad de géneros. El totalitarismo (la dictadura) se escamotea bajo la ley de la mano dura, el nacionalismo extremo, la guerra como derecho, el orden como organización social. Las ideologías son superfluas (y por tanto las políticas), el pragmatismo por la ideología, Y las virtudes militares: valor, honor, inflexibilidad, disciplina, jerarquía por democracia y libertad. Todo este maquillaje no es suficiente y se apoderan de palabras y conceptos a las que cambian el sentido: familia por familia patriarcal, democracia por sistema de gobierno, libertad (carajo) por libertad de la existencia del mal, igualdad por igualdad-con, violencia doméstica por violencia de género, infanticidio por aborto, inmigración por invasión, etc. Si se dijeran las cosas por su nombre el narcotizado votante -por los modos de los políticos en general- comprendería que gobernar con las vísceras (lo que te pide el cuerpo) no es la mejor manera de gobernar, y que nada bueno puede salir de apoyarlos en las urnas. Pero, tras tantas mentiras, tergiversaciones, y cambios de nombre el ciudadano está lo suficientemente desorientado y asqueado como para que le de igual. La desafección para con la clase política no hace diferencias entre lo que parecen ideologías diversas e igualmente inútiles. Pero no es así y lo sufriremos en nuestras carnes como lo sufrieron cincuenta millones de europeos. El holocausto ha perdido su valor emblemático cuando los israelitas se apoderaron de él e iniciaron contra los palestinos el suyo particular. Los políticos ha perdido su imagen tras un muro de corrupción y de mentiras. Y aquí estamos, a las puertas de otra guerra, o de algo peor… si cabe.
El desgarrado. Junio 2024.