» 08-12-2020

Lecciones de política alternativa 68. Democracia y filosofía.

Decía Rusell que la democracia se asienta sobre la envidia (que nadie sea más que otro). Heráclito escribió que el que dijo que nadie tiene que ser más otro debería ser asesinado. Churchill escribió que la democracia es el menos malo de todos los sistemas políticos. Spinoza basaba la ética en el egoísmo y la voluntad (el conatus), en la supervivencia). Ranciére escribió “miedo a la democracia”. Resumamos: ¿son las pasiones y las determinaciones biológicas causantes de las ideologías? Eso dijo Spinoza: la mente es la idea del cuerpo. Todo ello nos sitúa en un perspectiva en la que el cuerpo y la mente no son dos sustancias diversas sino dos desarrollos paralelos y no jerárquicos (de nuevo Spinoza).

 

Y sin embargo, nos llenamos la boca con nuestra racionalidad que nos hace la especie especial, el culmen de la evolución, lo más plus. Hemos arrinconado las emociones como si nada significaran (excepto para la publicidad que en estas navidades arrecia con la lagrimita). Y lo que es peor las hemos ubicado en las mujeres como si los hombres no debiéramos tener emociones. El mantra de que los hombres no lloran es antiguo. Forma parte de la educación. Hace poco se puso de moda decir que a la política hay que venir llorado. Ingenioso, si  se quiere decir que el hombre (y hablo de género y no de especie) es racional y a-emocional, es decir el patrón de comportamiento del asesino en serie. No debe ser casual que el modelo asesino en serie tenga el éxito espectacular que tiene en el cine y en la literatura.

 

La democracia más importante del mundo (pero no solo USA sino también Australia) se basa en una sociedad de desheredados por no decir de delincuentes. Las sociedades “normales” son jerárquicas. Solo entre sociedades basadas en la desconfianza la igualdad es importante.

Probablemente sea Rancière el que más incida sobre las peculiaridades de la democracia, su inesperabilidad. Si analizamos la emergencia de la democracia (la soberanía del pueblo, es decir el poder de los desheredados) -generalmente activada con discursos y grandes palabras- va siempre acompañada de medidas de control absolutamente desactivadoras de las grandes palabras. Cuando los esclavos se convirtieron en votantes empezó la estrategia del palo y la zanahoria. Y no descartemos que el primer voto del pueblo (su manera de incidir sobre la realidad) fue la revolución. La revolución francesa lo mostró de forma fehaciente: el precio del desprecio es la muerte.

 

La democracia es un juego entre lo nominal (las grandes palabras, textos, leyes) y lo real (la dominación y la continuidad de la tradición: el poder de la fuerza y la herencia). Este sistema de grandes palabras y menguadas acciones es la democracia política. Pero las políticas no son (deberían ser) palabras sino que son acciones. Las palabras forman parte del conocimiento en cuanto pensamos con palabras. Pero ellos actúan con palabras. Hoy en día la política son palabras. Hablar es fácil (prometer, motivar, proyectar, embaucar). Lo difícil es cumplir y los políticos han decidido que ya cumplirán mañana. Y si eso es la política, ¿qué es la democracia? La democracia es un decorado en cuyo proscenio no hay nada, Como en el teatro, todo es una ficción de la que puedes complacerte o decepcionarte pero que en cuanto se acabe la función será humo. Desgraciadamente ellos lo han convertido en la historia interminable, la función eterna.

 

Es la democracia virtual. ¿Cómo se actúa la soberanía popular? Mediante la rendija electoral. Una vez cada cuatro años puedes votar en unas elecciones mediatizadas hasta la médula por multitud de trabas: circunscripciones desiguales, listas cerradas y clausuradas, leyes de proporcionalidad, limitaciones de ingreso en el Parlamento o en la formación de grupo parlamentario, dificultades del voto rogado, elecciones dopadas, cámara territorial, intoxicación de la opinión con encuestas, y simple y llanamente trampas en el censo electoral. Las elecciones no representan la voluntad popular y por supuesto no hay otra manera de que ésta se exprese. Los referéndum y las iniciativas populares no son vinculantes y los diputados no están adscritos a un grupo de votantes. No existen otros tipos de asociaciones (vecinales, profesionales, civiles) que tengan acceso a la democracia directa y por supuesto la posibilidad de utilizar internet está absolutamente vetada. Si en tales elecciones surge la voluntad popular… que venga Dios y lo vea.

 

La ficción de la ideología nos hace pensar que se trata de eso, de ideología pero no es así. Solo hay dos facciones: ellos (los políticos aliados con los poderes fácticos) y los ciudadanos. ¿Por qué rescatamos bancos, protegemos el diesel, entorpecemos las energías alternativas, favorecemos las multinacionales, dispensamos de impuestos a los poderosos, no perseguimos los paraísos fiscales, y consideramos a los políticos i-responsables (ni siquiera obligados a devolver lo robado)? Todo eso no es democracia, es corrupción. Porque la corrupción no solo es robar. También es engañar, intoxicar. mangonear, demagogizar, con resultado de expolio a los ciudadanos. Por eso no tenemos democracia. Porque ellos no quieren. ¡Reforma de la Constitución, ya!

 

He contabilizado los hijos de puta que aducen los militares jubilados y a mí no me salen tantos. Creo que con el equivalente a 100.000 políticos (y adláteres) y 50.000  poderes fácticos habría suficiente. ¡Un ahorro de balas sustancial! Y que conste que solo me guía el ahorro, porque los 80.000 millones  € anuales que nos cuesta la corrupción (datos de la UE)… duelen. Sin contar los 200.000 millones € anuales del despilfarro (aeropuertos, autopistas, AVE, centros cívicos y culturales, polideportivos, parques temáticos, estudios de cine, depósitos de gas, túneles en los Pirineos, corruptelas, etc.) para que sus señorías renueven la poltrona. ¡País!

 

El desgarrado. Diciembre 2020.




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