» 06-05-2021 |
Las elecciones del 4-M en Madrid han mostrado que las cosas ya no son lo eran. El perfil del votante ha cambiado paulatina pero firmemente, sin que la izquierda se haya enterado y con una respuesta mucho mejor adaptada de la derecha. Voy a analizar las claves de este cambio global que empieza con las transversalidades, continúa con los nuevos hábitos del electorado y, a través del trumpismo llega hasta el 4-M. Lo más sorprendente de esta nueva situación es la miopía de la izquierda para darse cuenta de que las cosas han cambiado de forma, pero no menos que la de la ultraderecha que -con peculiaridades- sigue anclado en el discurso fascista tradicional. A las elecciones madrileñas han concurrido formaciones clásicas: socialismo (PSOE), comunismo (UP); neofascismos como VOX y C’s; transversales como MM y una neoderecha que ha entendido la evolución del electorado, se ha apuntado a la transversalidad, ha suprimido definitivamente la ideología y se ha apuntado al pragmatismo más radical… con guiños repetidos a la ultraderecha.
1) Las transversalidades. Los partidos -tras la aparición del marxismo- se convirtieron en férreamente verticales, ideológicos (hasta la derecha lo intentó huyendo del conservadurismo al liberalismo), sin democracia interna, y una disciplina férrea que convierte al partido en la figura preponderante de la política frente al individuo. Estamos ante la democracia de partidos para lo que se cambian las leyes electorales, priorizándolos (listas cerradas y bloqueadas: imposibilidad de escoger personas frente a partidos; circunscripciones diseñadas para favorecer a los partidos nacionales; cuotas mínimas para entrar en los parlamentos o para tener grupo parlamentario). Los partidos se convierten en oligarquías comparables a cualquier otra oligarquía histórica (singularmente la aristocracia). El M-68 parisino dio paso a las transversalidades: formaciones que se desmarcan de la verticalidad (la adhesión inquebrantable) para votar a uno u otro partido de acuerdo a otros intereses: feminismo, ecología, altersexuales, pero también neofascismo, animalismo, cientifismo, regionalismo, independentismo. Los partidos reaccionan integrando en sus filas esas corrientes transversales (o tratando de hacer equilibrios imposibles, con el independentismo, sin ir más lejos) pero se trataba de maquillage, aunque… por fin hay corrientes dentro de los partidos. El siguiente paso fue que los transversales se sintieron libres para votar lo que les interesaba en cada caso. Votar distinto en las nacionales y en las autonómicas se convierte en tendencia. Los partidos reaccionan de nuevo introduciendo la democracia interna: las primarias. Los partidos fascistas son los últimos en incorporarse.
2) El pragmatismo y los partidos. El pragmatismo se convierte en la solución, pragmatismo, que no lo olvidemos, caracteriza a los fascismos como sustituto de la ideología. Los comunistas pasan de Lenin, y los socialistas pasan de Marx. El bipartidismo se convierte en un juego de alternancias de dos partidos “de Estado” para los que lo importante ya no es la ideología sino los resultados, la eficacia en la gestión. Pero mientras la derecha abandona la ideología liberalista totalmente, en favor de un pragmatismo feroz, la izquierda sigue nostágicamente aferrada a la ideología para la que constituye su cláusula de cierre: cuando todo se tambalea la ideología es el garante definitivo. La derecha efectúa su transición al pragmatismo (fascismo) en los ’80. Thatcher y Reagan redistribuyen el estado del bienestar: acabando con los sindicatos (por destrucción o por asimilación), estableciendo un contubernio con los empresarios (el capital), convirtiendo lo vergonzoso en motivo de orgullo (“sin complejos”), privatizando los servicios esenciales, e instaurando la desigualdad que nunca debió abandonarse (Ranciére). El marxismo ha terminado, los trabajadores deben volver a la situación de la que nunca debieron salir: la desigualdad es el modelo. Ante la mirada atónita de la izquierda que se refugia en su ideología como si eso pudiera salvarle de la debacle. La derecha emprende una gigantesca campaña publicitaria para convencer a los votantes que toda la mierda que se les avalanza es lo mejor que puede pasarles y cuando no es posible: mienten, intoxican, aplican el populismo y la demagogia. El camino es que el ciudadano no se entere de lo que está pasando, confundirlo. La izquierda pica el anzuelo y se enzarza en la crispación. ¡Misión cumplida. Ya nunca más se votará por criterios ideológicos o racionales!
3) La evolución del electorado. Mientras todo esto ocurre el electorado cambia sus hábitos de voto. Su desafección por la política (de la que ha sido expulsado no solo por la desinformación sino también por las inexistencia de instituciones de democracia directa) se plasma en una manera radicalmente distinta de votar. Desaparece la ideología como sistema de elección (excepto para los abuelos brigadistas que no olvidan lo que supuso Franco); la reflexión se hace imposible debido a la desinformación y a la crispación); la empatía se vuelve norma: guapos, simpáticos, oradores, desparpajados, seguros, sensatos. Todo vales con tal de que empaticen. Los carteles retocados de las elecciones hablan bien de ello… no menos del hecho de que exista una profesión dedicada a “mejorar” la imagen: los asesores. La neurobiología nos dice que el electorado quiere que le quieran, que se ocupen de él, que lo tomen en cuenta. Esa táctica que ya había tomado la publicidad (no te dice lo bueno que es el producto sino lo bueno que serás tú con ese producto (Baudrillard). Otros optan por ganar: en un mundo donde eres un perdedor, votar al que va a ganar es apuntarse al carro del triunfo. Es similar al fútbol: poco importa que jueguen bien o mal lo que importa es que ganen. Las encuestas no informan sino que señalan. En la incomprensión generalizada de las intenciones de cada partido siempre nos queda el descarte: si este no ha funcionado… ¡pues me voy a la Mutua! y, cómo no, el voto de castigo, el voto contra, el voto desengañado. Todo esto hace que la volatilidad del mercado sea atroz. Se puede pasar de 26 escaños a cero como lo ha comprobado C’s.
4) Las estrategias. Las maneras zafias se han convertido en la norma. Los partidos -empeñados en no enterarse de que los tiempos cambian- se aferran a su pasado hegemónico y tratan de que cambien los tiempos en vez de cambiar ellos. No olvidemos que Diaz es una disidente de las tesis rectoras del PP. Y siempre la derecha “lee” mejor al electorado que la izquierda. Y los hace porque el pragmatismo se prefiere a la ideología (que hoy por hoy, ya no existe en la derecha por mucho que les guste nombrarse liberales). Hay tres puntos en los que la derecha le gana siempre a la izquierda: a) ¡Prietas las filas! Fue Guerra el que dijo que el se mueve no sale en la foto pero es la derecha la que lo aplica a rajatable. A estas alturas, tras que Blair y Busch hayan reconocido que no había armas de destrucción masiva en Iran (o sea que la guerra era injustificada) Aznar sigue defendiendo que así era. Siguen negando la evidencia de la corrupción avalada por los jueces. Incluso tras la salida de sus filas de VOX sigue habiendo buen rollito entre ellos (Abascal acaba de poner el culo para que Diaz haga con él lo que quiera). Atrás quedan los tiempos de la “derechita cobarde”. Los mismos perros con distintos collares. La izquierda siempre adolece de individualismos más encarnizados, Pepitos Grillo siempre dispuestos a piarla.
b) la tenacidad. Cuando los perros de la derecha muerden un objetivo no cejan hasta que los ciudadanos lo dan por cierto. UP son radicales, ropespañas, pro separcionistas, terroristas, en una palabra criminales. Su gestión siempre es nefasta porque no saben gobernar: son la derecha los que saben gobernar por la gracia de Dios. Jamás ceden en su afán de embarrar el campo. En cuanto gobierna la izquierda, empieza la campaña de difamación. Diez defiende la alianza con VOX (herederos del nazismo) como cosa normal. La izquierda raramente responde a esas difamaciones y el electorado acaba acostumbrándose a que aquello es la verdad. Para colmo los medios afines (que son muchos) entienden como crispación lo que empieza la derecha y solo de vez en cuando contesta la izquierda. Por supuesto si lo empieza la izquierda, entonces es radicalismo. La izquierda no ha entendido que: el calla otorga.
c) La ilimitada capacidad de mentir (derivada del pragmatismo como ideología). La derecha no es una alternativa al poder, sino que el poder es suyo, se lo han quitado y tiene que recuperarlo como sea. La izquierdita cobarde nunca se le opone con suficiente fuerza y cuando lo hace son tildados de radicales. Siempre ganan: si callan porque otorgan y si ladran porque crispan. Ese bucle infernal deberían romperlo si quieren gobernar. Porque, hoy por hoy, la derecha les está ridiculizando.
d) La capacidad de la derecha de apoderarse de los conceptos de la izquierda, y darles la vuelta, es ilimitada: progreso, libertad, igualdad, socialismo, comunsimo. (dice VOX, pero también el PP: nosotros defendemos más que nadie a las mujeres). Dice el PP: ¿cómo se nos puede decir que no somos feministas si Diaz es mujer? Evidentemente es parte del programa de intoxicación pero también es pragmatismo: libertad es tomar cañas con los amigos. En una situación en la que el ciudadano siente que su libertad se restringe por la lucha contra la pandemia, Diaz ha sabido inocular dos ideas: es el gobierno central el que te restringe la libertad, y la libertad es hacer lo que te da la gana. Y todo eso lo tendrás conmigo. Esta banalización es nefasta porque la libertad es que el poder te respete y no que te acaricie.
Esto empezó a cambiar con Trump pero no ha acabado. Diaz (en la línea de Trump) le ha ganado la partida al profesor (ignorándolo), porque nadie quiere clases doctorales. Quieren cariño, libertad para votar a quien quieran, no quieren ni oír hablar de ideología. Los partidos se tienen que modernizar y eso pasa por aumentar la democracia directa, disminuir el aparato de los partidos, cambiar la ley electoral y recuperar una ilusión que hoy no existe. No lo harán y seguirán perdiendo adhesiones porque el espectáculo de la democracia no pierde votos sino que los gana. Así es la sociedad del espectáculo: las peores predicciones de Dabord ya están aquí. Amén.
El desgarrado. Mayo 2021.