» 04-06-2021 |
Se hace difícil pensar como el PP podría gobernar si está continuamente calibrando estrategias políticas electorales. Los ejemplos se multiplican y vamos a repasarlos para mostrar como la lealtad institucional, la buena fe administrativa, la coherencia lógica, la verdad sociológica, y la modestia moral son virtudes a las que el PP ha renunciado con tal de obtener ventajas electorales. No es que los PPeros lo hayan inventado. Estas estrategias son actualmente universales y han llegado de la mano de la ultraderecha. Trump era un maestro pero también Marine Le Penn, Orvan, Lukashenko, Putin, y por supuesto Abascal. ¿Por qué la ultraderecha ha abrazado esta forma infame de estrategia política? La ultraderecha no puede decir abiertamente a lo que aspira pues existe una ética civil mayoritaria que se les volvería en contra. El machismo, la homofobia, el racismo, la xenofobia, la oposición a la libertad de prensa (recordemos a Trump), el despotismo de la fuerza, el patriotismo a ultranza, el apoderamiento de los símbolos comunes, el chaqueterismo pragmático, el antianimalismo (caza, toros), el colonialismo, la chulería (por más que le llamen coraje), el oligopolismo, la desigualdad como meta social y en definitiva el fascismo, son algunos de los rasgos de esta facción, que se va pegando a sus vecinos de la derecha.
1) La incoherencia. La coherencia es una cláusula de cierre (garantismo) del quehacer político. Es la garantía de la seguridad jurídica y de la confianza. El incumplimiento de las promesas electorales llegó a ser tan vergonzosa que los partidos han optado por no concretar absolutamente nada en sus programas. Y no solo eso, sino vetar ciertos temas como “no coment” por sus posibles repercusiones políticas. Pero el problema de las promesas y los silencios solo afecta a los partidos que tienen posibilidades de gobernar (el PP y el PSOE). La fragmentación del espectro político y la posibilidad de alianzas desplaza el problema a los programas de gobierno, con la consiguiente trifulca sobre la coherencia de los firmantes. Todo ello ha hecho muy atractiva la incoherencia. ¿En qué consiste? A parte de incumplir lo prometido por falta de inteligencia de la situación o por necesidades políticas partidistas, consiste en decir una cosa y la contraria sobre cualquier tema. De esta manera siempre se puede afirmar “¡ya lo dije yo!”. El apoyo al estado de Alarma es un caso paradigmático. El PP apoyó y retiró el apoyo de modo que cuando el Gobierno alegó el desgaste que suponía cada prolongación del estado de Alarma, los medios alineados pudieron decir que el PP había apoyado (a veces) el estado de Alarma. Con la crisis de Marruecos se hizo lo mismo: afirmar y negar el apoyo al Gobierno (a veces, con pocas horas de diferencia).
Los partidos suelen recurrir al “argumentario”: el relato único (coherente). Les permite ser homogéneos ante los medios y los ciudadanos mientras mantienen prietas las filas. Misteriosamente ese argumentario férreo está desapareciendo. Se deja que los políticos den su versión (dentro de ciertos límites, y solo se guarda la disciplina del argumentario cuando se cierran las filas. Hemos podido ver como Casado no ha salido en defensa de Cospedal y el portavoz Martínez solo se fija en la presunción de inocencia, sin añadir la cláusula habitual: “pero yo tengo toda mi confianza…”. Todo este cambio de estrategia soslaya las técnicas periodísticas de “check fact” puesto que las mentiras dejan de ser puntuales para convertirse en un espectro de verdades y mentiras inextricable. ¿Cómo entonces se difunde el mensaje que los partidos quieren difundir entre sus seguidores y confundir a sus oponentes? Mediante los bulos en las redes. Sabido es que lo negativo tiene una persistencia en la memoria mucho mayor que lo positivo. El mensaje es hoy el ataque al opositor. Las pantallas (por herencia de la TV) tienen presunción de veracidad lo que hace que su “mensaje” se difunda mejor que a través de sus propias palabras. Mentir en las redes no es fácil… es un juego de niños. Cualquier imagen vale con tal de que sea denigrante. Un 16% de las cuentas de Twiter son falsas y están destinadas exclusivamente a intoxicar.
Evidentemente los políticos no lo pueden dejar todo en manos de la incoherencia y de los bulos en las redes. Necesitan ser conocidos y ser apreciados, que finalmente las cosas se deciden en las elecciones. Aparece aquí la figura del poli bueno y el poli malo. A partir de ahora los candidatos se convertirán en bellísimas personas (no solo físicamente) para congraciarse con los electores, mientras los portavoces y otros sicarios aprietan las tuercas. Solo hace falta ver a Casado en su primera aparición tras la imputación de Cospedal. Fue tan rastrero agradeciendo al periodista su pregunta (a la que no contestó) que incluso sus sicarios tuvieron que intervenir (en un caso de peluchismo inédito) para defenderlo. El “prietas las filas” se ha resquebrajado singularmente tras tantos juicios por corrupción. Bárcenas supone un punto de inflexión: se pasó del “¡sé fuerte Luis!” a acosarlo, espiarlo y robarle los documentos incriminatorios. Esa relajación de la solidadridad partidista abre las puertas a que cada uno se defienda como pueda y no tenga la protección del partido. Pero entonces ¿dejarán los líderes de desbarrar en el Parlamento? No. Desbarrarán igual, porque el parlamentarismo (para el pueblo la trifulca es la medida de los cojones, como los celos son la medida del amor), es la esencia del parlamentarismo. ¿Y entonces qué? Pues muy sencillo: la incoherencia. A la salida dirá lo contrario de lo que ha dicho en la Cámara. Se lo hemos visto hacer a Casado en la crisis con Marruecos. Continuará.
El desgarrado. Junio 2021.