» 06-06-2021

Lecciones de política alternativa 86-4. Las nuevas estrategias políticas. La incoherencia, la marrullería, la confrontación, la mentira, la calumnia, la intoxicación y el postureo.

4) La mentira. Aparece Carlos Izquierdo en “Liarla Pardo” el 6/06/21. Está recogiendo firmas para que no se produzcan los indultos que se prevé que hará el gobierno. Dice varias mentiras (de hecho es difícil encontrar alguna verdad): a) el indulto es ilegal. b) no se pueden hacer en contra de los informes de la fiscalía y del tribunal. c) La recogida de firmas está dando soluciones a la situación a la que nos ha llevado la incompetencia de Sánchez. d) evidentemente no contesta a las preguntas directas de la periodista: ¿Cómo saben que esta vez no tendrán que envainársela como se la han envainado en ocasiones anteriores (La subida del IVA y Catalunya). Nos habla de dignidad y de futuro. ¿Cuál es la diferencia entre este indulto y el de Vera y Barrionuevo? Son completamente diferentes, contesta. Todo es mentira: el indulto no es ilegal, se puede hacer en contra de cualquier informe, no soluciona nada, ni existen pruebas objetivas de la incompetencia de Sánchez, no es un problema de dignidad sino de legalidad, no hay diferencia con otros casos: el indulto es una medida de gracia discrecional del Gobierno. Todo es mentira y además interesada. Incluso lo de Izquierdo es mentira (es derecho y bien derecho). Marhuenda en el mismo programa dice que el triunfo local de la izquierda en 1934 fue un golpe de estado. Clavé, hace unos días dijo que la transición fue un pacto entre iguales (los unos en el gobierno franquista y los otros en el exilio).

 

¿Por qué mienten? Mienten porque con la verdad no llegarían a ningún sitio. Dicen que la mentira tiene las patas muy cortas, pero con muchas patas cortas se llega muy lejos, e incluso se puede convencer a los escépticos de que esas patas no son tan cortas. La política es capaz de convertir a las cucarachas en ciempiés y a las moscas en arañas. Antes de la mentira se utilizaban recursos como la demagogia, el populismo y la inflamación de los ánimos (la arenga). Pero también el desvío, el circunloquio, el “no sabe no contesta” y el “no puedo, no puedo” (la impotencia), la manipulación de datos, la tergiversación, la reinterpretación, la retórica (la razón de los significantes), etc. etc. Las posibilidades son infinitas. Pues, a pesar de ello, no fue suficiente. Hubo que caer en la mentira flagrante. Un antiguo chiste sobre las diferencias que existen entre las señoras y los diplomáticos decía así: Cuando una mujer dice no, es quizás; cuando dice quizás, es sí; y cuando dice sí… no es una señora. Cuando un diplomático dice sí, es quizás; cuando dice quizás, es no; y cuando dice no… no es un diplomático. El lenguaje es perverso… constituye al sujeto. Lacan -en su lectura de Freud- estableció que el inconsciente se estructura como un lenguaje. Gadamer entendió que la comunicación es el conjunto de lo que dice el interlocutor y lo que entiende el receptor. Sin interpretación no hay comunicación. La teoría de la recepción suprimió al emisor.

 

Todo esto no lo saben los políticos pero, como las ratas observadas por los científicos, lo corroboran con sus actos. La vida del político es la carrera del ratón. Siempre huyendo hacia adelante en la esperanza de que, delante, las cosas serán de otra manera. Han sustituido la programación por la ambición. Inch allah (dios lo quiere). No se trata de pensar o programar sino de encomendarse a Dios. De hecho la táctica del político es obtener el poder absoluto para que nada le pueda afectar. Porque la mierda que deja detrás es inmensa. Por eso miente. Todo es apariencia para él, desde los carteles electorales (apariencia física, lograda a golpe de publicistas), hasta el carisma (apariencia sicológica, lograda a golpe de asesores) pasando por su propia verdad (apariencia sociológica, obtenida con la mentira). El político es un bluf, pura apariencia sin ninguna esencia, sin alma alguna. La aparición de la inteligencia emocional (no solo se piensa con la razón, también con los sentimientos y las emociones) les dio pie a acuñar la posverdad: la verdad emocional. Pero no había emoción alguna excepto en los receptores. Eran mentiras de tomo y lomo. Y así se llega a la mentira pura y dura. Es nuestro estado actual. Las mentiras se suceden a tal velocidad que es imposible distinguirlas. Los programas de “check fact” no dan al abasto. Si la mentira es generalizada… el programa no tiene sentido.

 

Pero la mentira se diversifica. No solo se miente para salvar el culo. Se miente para obtener una ventaja electoral, para intoxicar las voluntades, etc. Las diversas leyes de educación (ocho) que se han sucedido en España tienen una única y sola intención: lograr ciudadanos educados en una dogmática que los convierta en ciudadanos dóciles. En receptores abiertos a mentiras institucionales. No importa que eso cree crispación, lo único que importa es que sean ciudadanos dóciles y facciosos (estructuralmente de derechas o de izquierdas). La mentira llega mucho más lejos de lo que sus patas cortas hacían prever. Y también se miente para destruir al oponente (como ya vimos). Se miente para todo. Por Dios y por España, por la humanidad y por el progreso. Pero sobre todo por el pellejo del propio político. De acuerdo con una extendida teoría, un mentira repetida mil veces se convierte en verdad. (¡váyase Sr. Gonzáles! ¡La izquierda no sabe gobernar! ¡Los herederos de los terroristas no son constitucionales! ¡La izquierda siempre sube los impuestos! etc.). Y así llegamos a la era de Internet y de las redes sociales. De pronto los medios tradicionales de comunicación se encogen. Aparecen las redes sociales, inmediatas, directas, abiertas a todos (podríamos decir que democráticas) que toman su lugar. Trump gobernó a golpe de Twuit. Y con ellas el buzz (rumor), el bulo (mentira), las cuentas falsas, y las campañas de publicidad encubiertas. ¡Todo parece tan natural! Fue necesario que la TV proporcionara la presunción de veracidad a las pantallas que recogieron el ordenador y el móvil: si está en la pantalla: ¡es cierto! Aquí las mentiras llegan al orgasmo.

 

En la cultura anglosajona la mentira es un acto imperdonable. El que miente tiene que desfilar hacia la puerta. En los países latinos la cosa es diferente. Simpatizamos con los mentirosos, somos pícaros y nuestra natural anarquía nos hace pensar que nuestro enemigo es el poder, el Estado. Para un político, España, Italia, Grecia, Portugal (los PIGS) son los países donde operar. La mentira se disculpa con benevolencia. Los anglosajones persiguen la dehonestidad (de cintura para abajo) de los políticos (que a los latinos nos importa poco) como persiguen la mentira. La jerarquía de valores va por barrios. Deberíamos ser más estrictos con la mentira porque tiene consecuencias mucho más importantes que la deshonestidad. Pero no lo haremos. Y así nos va. Quizás es cierto que cada pueblo tiene los políticos que se merece: los nuestros mentirosos y de virtud privada, los anglos: sinceros y de virtud pública. Estamos condenados a que nos engañen, en lo público y en lo privado.

 

El desgarrado. Junio 2021.




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