» 13-12-2021 |
La política es la lucha entre los que detentan el poder y los que aspiran a ello. La política no es la interacción entre políticos y ciudadanos en aplicación de un saber político; esa interacción es la dominación, nunca ha sido otra cosa. La política es la interacción entre las distintas facciones del poder, los asentados y los aspirantes. Y eso no se manifiesta solo -como en la actualidad- en la guerra sucia de los partidos, sino que ha sido así históricamente. Tal como explica Platón las fuentes de legitimación del poder son: la cuna (la sangre), la fuerza, la sabiduría (experimental o teórica) y asombrosamente: el pueblo soberano. Estas fuentes de legitimación dan lugar a la monarquía/aristocracia, y si se distribuye entre la corte: la oligocracia. No nombra a Dios (la teocracia) porque el monoteismo no existía cuando el escribía, y el poder de los sacerdotes se diluía entre muchas facciones, pero a partir de su aparición, las grandes religiones fundan grandes imperios -a punta de espada- cuya teoría política es la palabra de Dios… como sigue ocurriendo con el Islam y el judaísmo/cristianismo. La fuerza da lugar a la dictadura, el gobierno de los guerreros, que pasan de defender al sistema a adueñarse de él. El saber da lugar al gobierno de los sabios, o de la teoría política, con la variante de la sabiduría ética (el gobierno de los hombres buenos), pero también al gobierno de los ancianos (el senado) asentado sobre la experiencia. El gobierno del pueblo es la anarquía, la negación de cualquier forma de gobierno (y de cualquier tipo de dominación), el no-gobierno, El enemigo de todas las formas de poder.
Pero la democracia es mucho más y mucho menos. Es mucho menos porque no es una forma de gobierno real. Es la excusa que opone el aspirante, al poder establecido, para desalojarlo. Nunca jamás ninguna facción política ha pretendido que la soberanía recayera sobre el pueblo… a no ser de forma nominal. Tal y como los monarcas absolutos ejercían su poder por la gracia de Dios (tratando de emular a los sacerdotes) los políticos demócratas gobiernan por delegación del pueblo, pero sin el pueblo. El gobierno del pueblo es una legitimación alternativa virtual a la sangre, la fuerza y el saber, los auténticos títulos de legitimación del poder. Pero también es mucho más porque es universal: todo aspirante al poder lo ha esgrimido por dos razones: 1) porque al ser nominal no compromete a nada y 2) porque es absolutamente necesario esgrimir un título legitimante. En ambos casos: lo más y lo menos, el gobierno del pueblo nunca llegará a ser efectivo.
No es difícil rastrear como los distintos sistemas de gobierno han sido desplazados por los que les sucedieron en nombre de… la legitimización del pueblo. La monarquía y la aristocracia (la legitimación de la sangre) fue desplazada, primero por la oligarquía y después por la burguesía; la dictadura (la legitimación de la fuerza) por el saber; así como la experiencia y la teocracia… pero de forma nominal; la burguesía (ya convertida en liberalismo capitalista fue desplazada por el laborismo (el gobierno de los trabajadores pronto convertida en dictadura del proletariado… masculino). Tras esto y ya en el SXX la democracia nominal (de la mano del voto generalizado popular) desplaza a todas los sistemas anteriores de la mano del capitalismo y del parlamentarismo de partidos. Siempre en nombre del pueblo, con el pueblo como legitimación. En la actualidad esa legitimación se ha convertido en bandera, y en unos sistemas de gobierno que son partidocracias (la versión oligárquica de la profesionalización de la política como medio de vida) se ha institucionalizado el recurso al pueblo en democracias que: no tienen democracia directa y en constituciones redactadas por los partidos. La democracia para el pueblo… pero sin el pueblo, es hoy una continuación de la historia de la dominación del pueblo por los legitimados para ejercer el poder. Los partidos políticos son el último eslabón de la legitimación de esta gigantesca pantomima.
La democracia está hoy secuestrada por los partidos políticos en cuatro fases: 1) redactando la constitución (ley de leyes), 2) mediatizando las elecciones (la única rendija democrática del pueblo) mediante la ingeniería y la delincuencia electoral, 3) mediante la redacción de las leyes en el parlamento, absolutamente sesgadas hacia los poderes fácticos, sus socios en el contubernio y 4) mediante su exoneración legislativa de cualquier tipo de responsabilidad y la inclusión de todo tipo de prebendas. ¡Nunca la oligarquía (en este caso los partidos políticos) había tenido tanto poder! Movimientos como los verdes, feministas, altersexuales, anticolonialistas, animalistas, indignados, etc. no han conseguido sino ser absorbidos por los partidos políticos. Para colmo, absolutistas declarados como los fascistas de la ultraderecha se constituyen en partidos políticos democráticos y parlamentarios, mientras la derecha equipara a los ultraizquierdistas (que nunca han defendido otra coa que al pueblo) con la ultraderecha clasista, elitista y fascista, en la que ven un filón de votos. El Estado y la Economía han sustituido al pueblo en su propio campo: la democracia.
La primera democracia (la griega) ya nació mentirosa: era esclavista, excluía a las mujeres, los artistas y a los trabajadores, era censitaria (solo para los ricos). ¿Donde estaba ahí la soberanía del pueblo. Era sencillo: pueblo solo eran los patricios, libres, hombres y ricos. La ingeniería empezó hace 25 siglos mediante la definición de pueblo… y no hemos mejorado nada. Por el contrario esa ingeniería de la manipulación alcanza hoy a la definición de democracia, de instituciones, de separación de poderes, etc. La desigualdad es un destino y la libertad tomar cañas. Esto con un pueblo infinitamente más culto, formado e inteligente que el que sufrió la democracia griega. ¿Que nos ha pasado?
El desgarrado. Diciembre 2021.