» 26-08-2023

Lecciones de política alternativa 95. Intoxicación de los ciudadanos por los políticos Virilio.

 

El tema de la intoxicación, la posverdad (la mentira flagrante, en definitiva) se ha convertido en tema de actualidad política. Y no solo política sino también deportiva. Estos días hemos visto al Sr Rubiales afirmar lo contrario de lo que vimos con nuestros propios ojos en la TV para salvar su culo, tan bien acomodado en su poltrona de lujo. El tema ya fue tocado en blogs anteriores: “Lecciones de política alternativa 86-4”, y otros, he querido, en esta ocasión, glosar “El accidente original” de Paul Virilio, Amorrortu 2005 sobre el tema de la intoxicación de los ciudadanos por parte de los políticos… aunque las referencias sean, en muchos casos, al terrorismo y a la guerra. Quede claro que Virilio no habla de la intoxicación de los ciudadanos por los políticos sino que ello es una extrapolación mía.

 

“Ello explica la alternancia no tanto entre la izquierda y la derecha clásicas como entre lo político y lo mediático, es decir, el poder de gestión (de sugestión) de la información, listo para invadir el imaginario de poblaciones subyugadas por la multiplicación de pantallas que tan bien caracteriza a la mundialización de los “afectos”: esa súbita SINCRONIZACIÓN de las emociones colectivas que tanto contribuyen a la administración del miedo” (Virilio 2005, 36) Estamos en el poder de (su)gestión de la información que mediante la proliferación de pantallas de la mundialización de los afectos, tanto contribuye a la sincronización de las emociones colectivas, para administrar el miedo. “Fácilmente se adivina que la inquietud y la duda sobre el origen del accidente participan en esa solapada administración de las emociones hasta el punto de que, en cualquier momento, el Ministerio de la Guerra podría dar paso a ese Ministerio del Miedo manejado por el cine y los medios masivos, partes integrantes del CONTINUUM AUDIOVISUAL que sustituye al espacio público en nuestras vidas cotidianas” (Virilio 2005, 36). Recordemos que para el autor, tras la guerra de obstrucción (murallas y defensas), y la guerra de destrucción (“tierra quemada”), la guerra actual es la de la manipulación de las emociones ciudadanas mediante las pantallas (Continuum audiovisuaL: cine, TV, internet, redes sociales… que sustituye a “lo real”) y la hiperguerra del terrorismo . Las palabras claves de este fragmento son “inquietud y duda”. El accidente al que se refiere, es el accidente integral (guerra, hecatombe generalizada ecológica o escatológica, generalización de los accidentes locales), único horizonte de expectativa aún posible.

 

“De ahí la urgencia estratégica de mantener durante el mayor tiempo posible la incertidumbre con respecto al origen de cualquier “accidente”, puesto que el enemigo declarado y las hostilidades oficiales entre los antiguos estados han sido sustituidos ahora por el atentado anónimo y el sabotaje de la cotidianidad en los transportes públicos, en las empresas y en los hogares” (Virilio 2005, 36). Aunque aquí habla del terrorismo, lo significativo es “la incertidumbre sobre el origen”, es decir: la desinformación. “En el invierno de 2001, el Ministerio de Defensa estadounidense anunció la creación reservada, por no llamarla furtiva, de la Oficina de Influencia Estratégica (OSI)… esta oficina, autentico Ministerio de la Desinformación, se encargaba de la difusión de noticias falsas destinadas a influir sobre un enemigo terrorista… de la que no iban a quedar libres, sin duda, los medios de los países aliados de USA… a fines de febrero el asunto OSI quedaba oficialmente cerrado” (Virilio 2005, 37). “Fue este un buen ejemplo de accidente de la información o, dicho en otras palabras, de intoxicación destinada a sembrar la duda sobre la verdad de los hechos, despertando inquietud respecto de amenazas difusas, pues el trastorno de la percepción de los acontecimientos refuerza siempre la angustia de la población” (Virilio 2005, 37), La estrategia de la decepción se creó para la guerra, pero estaba disponible para la paz. Los casos como el de Cambridge electrónics -que manipuló las elecciones americanas y el Brexit- indican un caso intermedio entre la guerra (Rusia estaba detrás de ellos) y la hiperguerra (terrorismo) y por otra parte, la política interna de las naciones. 

 

“En este ejemplo, elegido entre muchos otros, el privilegio del accidente pasa a ser (durante todo el tiempo necesario, el de la administración de ese miedo público que no tiene nada que ver con el miedo privado de los individuos, puesto que la meta perseguida es, ante todo, el control de las emociones con fines psicológicos. Frente a esta cadena de acontecimientos mediáticos a cual más catastrófico (virus del ántrax, amenaza de bomba radiológica, etc.) conviene preguntarse por la dramatización… Primer objetivo de esta dramaturgia: no romper jamás la cadena de la emoción generada por las escenas catastróficas” (Virilio, 2005, 38). Mediante los desastres “a repetición” la TV manipula las emociones colectivas creando el terror.

 

“Así como hay una escala de Ritcher de las catástrofes telúricas, también hay, en forma encubierta, una escala de las catástrofes mediáticas, cuyo resultado más patente consiste en provocar resentimiento contra los responsables, y por otro lado, un efecto ejemplarizador que, cuando se trata del terrorismo, conduce a la reproducción del siniestro gracias a su dramatúrgica amplificación. Y ello, hasta el punto de que al nacimiento de la tragedia estudiada antes por Nietzsche habría que agregarle, en nuestros días, el análisis de esa TRAGEDIA MEDIÁTICA. En la cual la perfecta sincronización de la emoción colectiva de los telespectadores desempeñaría el papel del coro antiguo, ya no a escala del teatro de Epidauro, sino al tamaño natural de continentes enteros” (Virilio 2005, 51). “(La contaminación de la emoción pública) Se trata de una contaminación que sirve siempre de asiento a la intolerancia y luego a la venganza; dicho de otro modo, a una barbarie y un caos que no tardan en inundar a las sociedades humanas, como lo demostraron hace muy poco las masacres y los genocidios, esos productos de la funesta propaganda de los “informadores del odio”” (Virilio 2005, 52). Desde el naszismo hasta la guerra de los Balcanes los ejemplos de la barbarie de las masas empavorecidas y alimentadas de violencia, es patente.

 

No es difícil extraer conclusiones de como los políticos han adaptado esta estrategia del terror pánico a una política de la intoxicación. En los casos citados por Virilio la duda, la inquietud y la incertidumbre (de la información) contribuyen a la implantación del terror en la población. En el caso de los políticos la finalidad es la propia desinformación, sin menospreciar el miedo y la inseguridad que producen. En una situación en la que el CONTINUUM AUDIOVISUAL ha sustituido al espacio público (a la realidad), la manipulación de los medios es la estrategia a seguir. La sincronización de las emociones unificará la (des)opinión pública mediante esta (su)gestión de la información. Esta mezcla de inseguridad y de desinformación es el caldo de cultivo que los políticos quieren para las elecciones. Las tácticas son múltiples: populismo (decir al pueblo lo que quiere oír), demagogia (utilizar argumentos viciados), dispersión (inconcreción), argumentarios concertados, polución (acumulación extraordinaria de informaciones intrascendentes), evasión (no contestar, no informar), medias verdades (interpretación o retorcimiento de la verdad), mentiras (tal cual), posverdades (verdad topológica: relativa, que varía entre una situación y otra), amenazas de catástrofe (inseguridad), verborrea (diluir el grano entre montañas de paja), etc.

 

Pero ¿por que conviene a los políticos la desinformación? En un ambiente de verdad informativa resultarían evidentes: los incumplimientos de los programas, los delitos y faltas, la responsabilidad de las decisiones, la incompetencia, la corrupción, la falta de ideas, la ausencia de democracia interna, la prevaricación, el cuñadismo (nepotismo) y la estulticia, etc. ¿Se puede acudir a las urnas con semejante bagaje? Rotundamente no. Pero ¿una vez desinformados, como atraer el voto a su morral? Mediante un sucedáneo de realidad (el continuo audiovisual) difundido por las pantallas y teñido de terror): la crispación política… que es también crispación mediática y ciudadana. Unos pocos mantras y eslóganes sonoros y llamativos (populistas). “La derecha baja los impuestos” “la izquierda no sabe de economía” “la corrupción es inevitable; es parte del sistema: tú eres tan corrupto como yo”, “España va bien”. “Hay que acabar con el sanchismo o acabará con nosotros”, y sobre todo: “Que vienen los rojos a arruinarnos”.  El recurso a la ideología es otra estrategia: no votes por lo que ha pasado en la legislatura, vota en conciencia, vota ideología. Y por supuesto mediante la mentira al servicio de la descalificación del oponente convertido en enemigo recalcitrante.

 

Y la única respuesta a este desaguisado es la indignación (castigar a los que se les ve el plumero operativo, como el 11-M 2002, como estas últimas elecciones), porque la información -obtenida a nivel individual- es imposible. El resultado de estas estrategias es que el voto ha encontrado nuevas razones: el voto de castigo, el voto irracional, el voto útil, el cordón sanitario, la abstención o,  como siempre se ha hecho: el voto por la imagen (audiovisual, evidentemente). Porque los llamados a legislar contra esta corrupción electoral son los propios causantes: los políticos. Si alguien ve una solución, le ruego que me la haga saber.

 

El desgarrado. Agosto 2023.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web