» 04-02-2021 |
El concepto del Otro, utilizado profusamente por los filósofos y sobre todo por los posmodernistas cronológicos: Levinas, Rancière, Derrida, Lyotard, siempre me ha turbado. Quizás, como la metafísica, son conceptos/palabras que asustan, que imponen. Voy a tratar de acercarme a ese concepto en el bien entendido que es una interpretación sin ningún otro valor que la sincera intención de entender. Nada más lejos de mi intención que estar a la altura de esas grandes mentes, pero en la seguridad de que mi derecho a mi propia verdad es algo que me pertenece y es irrenunciable. Y tras tantos prolegómenos vamos al lío.
Se dice a menudo que el Otro es el inconsciente, la ley, Dios. Se dice también que es un alter ego que reside en otra parte del cerebro. Rancière dice que la otredad es lo otro de nosotros mismos. Lyotard le llama lo inhumano. Vamos a recapitular porque es posible que todos tengan razón. Freud desveló el inconsciente, era la otra escena, un otro yo, dentro de la misma carcaza. A partir de Freud ya no fuimos uno. La esquizofrenia ya no es una enfermedad sino una realidad. McLean elabora la teoría de los cerebros aditivos que afirma que nuestra mente es el producto de diversos cerebros evolutivos: el cerebro reptil, el mamífero y el humano. La actual neurociencia es más específica. Al cerebro fisiológicamente más antiguo (¿reptil?): tallo, cerebelo, amígdala, hipocampo, hipotálamo, ínsula, etc. se superpone el cortex cingulado que añade el cerebro social en estrecho contacto con -sobre todo- el cortex frontal que supone el tercer cerebro, el plenamente humano, el culmen de la evolución.
Todo esto contradice la idea de la identidad que Aristóteles enunció como uno de sus principios de la lógica. No somos uno. Somos diversos. Somos esquizofrénicos estructurales. No es de descartar que la moral, la religión, la mítica, lo que pretendieran era unificar esa dispersión que evolutivamente no era recomendable. Que la esquizofrenia sea una enfermedad (una disfunción) lo dice todo sobre como se contempla la diversidad estructural, la dispersión. Estamos, por tanto, en el área de la metafísica, la que se basa en los principios aristotélicos, en -sobre todo- el gran principio del tercio excluso: entre los dos extremos de oposición no existe una tercera opción. No voy a discutir que mientras la mente humana no pudo procesar esa diversidad, lo razonable, fue excluir el tercio (excluso). Pero esa era ha acabado. Debemos enfrentarnos al conocimiento del mundo de acuerdo a nuestros conocimientos y sabemos que no somos unitarios. Somos diversos, complejos, contradictorios.
Ahora ya podemos entender que es el Otro. El otro es la parte de nosotros que no somos (reconocemos como) nosotros, el inconsciente, pero también lo que no queremos afrontar, lo excluido, lo odiado, lo que no queremos reconocer, para proteger nuestra unitariedad. Nuestras creencias religiosas o nuestra moral. El otro es la mierda, lo que no cuadra con nuestra propia idea de nosotros mismos. El otro es el emigrante en cuanto nos amenaza en nuestra seguridad, en el empleo, pero también en cuanto nos enfrenta a nuestros miedos frente a la inseguridad y el azar. El otro son nuestras perversiones que nuestra moral nos impide afrontar, nuestro egoísmo que se opone a nuestra sociabilidad, nuestra violencia vergonzosa o nuestra misoginia. Lo otro es nuestra parte de nosotros mismos que se opone a nuestra idea de como deberíamos ser. El reconocimiento del otro es es el reconocimiento de nuestra propia diversidad individual, de nuestra propia esquizofrenia.
Es el fin del principio de identidad. Es un trabalenguas pero es también el principio de la posmodernidad. Derrida dijo que la posmodernidad era la deconstrucción de la metafísica y la metafísica es el complejo de los principios de identidad, tercio exclusa y no contradicción. Este siglo será el de la “deconstrucción” de esos principios (de la metafísica). Sin principio de identidad, el Otro se convierte en una parte de nosotros mismos, sea el inconsciente el super yo, o Dios). Cuando entendamos que el otro somos nosotros mismos será mucho más fácil entender a los emigrantes, los ignorantes, los pobres o los marginados, no son otra cosa que nosotros mismos. Pero para eso tendremos que abandonar el liberalismo que te dice que desde tu superioridad puedes ayudar a los otros desde la caridad, desde la otredad. Amén.
El desgarrado. Febrero 2021.