» 14-10-2019

Reflexiones tipográficas 198. Raíces y tallos.

Nací en Donosti, he vivido en Barcelona, trabajado en Ibiza y me siento ciudadano de Venecia. Me interesan todos los pueblos y todas las ciudades y pueblos. A pesar de que mis primeras imágenes fueron de un mar ultramarino (y proceloso) y de una paisaje intensamente verde, he apreciado los pedregales de Tarragona y el azul turquesa del Mediterráneo. Mi paladar se curtió en el besugo, el bacalao y la merluza pero siempre he  apreciado el rape, el mero y la sirvia… y como no, la gamba de Palamós y la cigala de Huelva. Creo que buena y mala gente hay en todas partes y siempre encuentro algo en el carácter local que me parece apreciable, adorable incluso. En resumen, no soy nacionalista… si por nacionalista se entiende que hay lugares, paisajes, culturas, comidas, caracteres, historia o tradiciones, netamente sobresalientes. Eso no quiere decir desprecio local. Quiere decir aprecio universal. Siempre he odiado el turismo de burbuja (que te ofrece tu ambiente allá donde vas) y con el espíritu del Club Mediterrané siempre me he aprestado a descubrir.

 

Y eso no quiere decir que no sea crítico. Igual que encuentro las virtudes encuentro los defectos, pero creo que se quiere a los demás por sus defectos y no por sus virtudes (cuando el amor sobrepasa un defecto, es irresistible). Virtudes y defectos conforman a la persona, a los pueblos y a las culturas. Los españoles somos envidiosos, los franceses chauvinistas, los catalanes tacaños. Pero no es eso lo importante. Lo importante, es como compensan esos defectos. Los españoles somos hospitalarios, los franceses solidarios y los catalanes justos. Siempre hay una virtud que oponer a un defecto (¡ese defecto de la metafísica!). Cuando alguien piensa que lo mejor del mundo está en su tierra… es que es inculto. Viajar (fuera de la burbuja) nos enseña que incluso en las ostras más feas y pequeñas, hay perlas.

 

El pueblo más soberbio del mundo es el judío. Son el pueblo elegido y cuando Dios te toca con el dedo las cosas cambian. Tradiciones férreas, costumbres ancestrales, adhesiones incondicionales. Y una fe rocosa, hasta el punto que no se pierde nunca. Simplemente se aparca. El judaismo, como los diamantes, son para siempre. Su campaña de propaganda es constante y no solo por lo del holocausto (una de los episodios más negros de la humanidad), si no porque, y quizás por eso, su fe en sí mismos es casi tan grande como su fe en dios. Son tan patéticos (de buen rollo) que se han tenido que refugiar en el humor (el humor es una defensa antropológica contra el dogmatismo, de tan amplia raigambre religiosa) para suavizarse. Y son inteligentes. No hace falta poner ejemplos. Lo suyo es una fe laica de la que el mejor ejemplo es W. Benjamin que analizó el mundo a través de la lente laico/religiosa. Es como si en ellos lo religioso y lo laico nunca se hubiera separado. Tal y como dios quiere.

 

Pues bien si algún pueblo se parece al judío es el catalán. Su religión laica es la catalanidad sufriente (el tema del sufrimiento, la diáspora, la injusticia, es importante). Todos los españoles somos herederos de un cierto judaísmo, pero más allá del folclore de las llaves, Catalunya y Baleares tiene una tradición judía realmente importante. Quizás la represión feroz que supuso la reconquista de la cristianidad (para nada de los territorios), dejó heridas que, olvidadas históricamente, no por ello han desaparecido del inconsciente. Lo que es evidente es que los catalanes nunca se han sentido españoles (a los que identifican con la miseria, la vagancia y la incultura, como si esas cosas se escogieran), y en el más puro estilo judeizante han optado por el pacifismo físico y el hostigameinto intelectual. Es evidente que la provocación no es un delito (aunque los machos no lo sepan) pero si la naturaleza nos dotó del mecanismo del pudor es porque apaciguar los ardores que provoca el sexo puede ser conveniente. Lastimosamente la provocación no se acaba en el sexo, y parece que los catalanes se han convertido en expertos.

 

¿Pretendo hacer una teoría antropológica de la secesión? No. Pero ante tanta irracionalidad: ¡Catalunya bien vale una misa! Quizás alguien pueda explicar esta “disbauixa” desde la razón. Yo no puedo. Más allá de las soflamas incendiarias de los políticos (injusticia, salvajada, venganza, antidemocracia, etc.), más allá de las convocatorias de organizaciones como CDR o Sutnami demòcratic (¿sustituyen en esta nueva etapa a Omnium y Asamblea?), más allá de unos medios absolutamente sesgados por uno y otro bando, más allá de unos ciudadanos enloquecidos, ¿tiene algún futuro este movimiento, que no sea la violencia? El tiempo lo dirá, pero lo dirá con muertos. Entonces se hablará de causalidad directa. Esa causalidad que ahora se niega a los actores del drama.

 

El desgarrado. Octubre 2019.




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