» 05-08-2021

Reflexiones tipográficas 243. JJOO: una visión sociolólogica. ¡Las mujeres y los niños primero!

Los JJOO no son un espectáculo deportivo sino un espectáculo televisivo- Ya lo anuncio Lipowtsky: el futuro de la TV es la estelarización y la espectacularización. Los JJOO no solo son un espectáculo sino que también crean estrellas. Ya comentamos cómo Bale ha sucumbido a la presión sicológica. Su vuelta a la competición en barra solo fue una operación de minimizar el desastre que supone que el deporte sea una fuente insoportable de estrés, en el que la competición a cara de perro se impone a cualquier consideración sobre valores. Y los comentaristas han tomado el testigo cacareando, una y mil veces, que los valores deportivos destacan continuamente. Las estrellas este año son los muy jóvenes. Gimnastas y skaters están en los 13 años. Un atleta americano -finalista- no puede tener carnet de conducir (en Europa) a sus diecisiete años. La participación española exhibe una juventud envidiable. La medalla de oro de escalada tiene 17 años. Las mujeres -que empezaron siendo minoría hace unos años- tienen hoy, la misma importancia que los hombres.

 

Aquel valor ancestral del cuerpo atlético se mantiene en ciertas disciplinas, pero en otras se ha abandonado a las ventajas de la competición pura y dura. Peso, martillo, haterofilia… se han alejado de los valores deportivos para adentrarse en los valores exclusivamente competitivos. Ver boxear a hombres es lamentable, pero en el caso de las mujeres es deplorable. Y la lucha no se queda lejos. Masas de carne y grasa cuyo único valor es la inercia. Si los de artes marciales no se pegan ¿Por qué se castigan los boxeadores? Es evidente que la violencia es un valor en el deporte… y, a veces, el único. Si los JJOO nacieron para dirimir diferencias de forma incruenta ese espíritu no ha disminuido ni un ápice.

 

La ceremonia de entrega de medallas de los 100 metros dura cuarenta veces más que la propia prueba. Los funcionarios olímpicos deben recibir su cuota de gloria. Sabemos de que pie cojean los miembros del comité: están ahí para lo mismo que los políticos: para figurar y para cobrar… y no siempre de forma legal. No sería exagerar decir que son una pandilla de corruptos. Como los políticos, consideran que lo mínimo que se merecen por todo lo que han hecho por los ciudadanos, es un buen pellizco… y figurar. Los himnos y las banderas vibran (y hacen vibrar) a los nacionales. Porque los JJOO no son solo valores deportivos sino también valores políticos, cívicos, nacionalistas. Han prohibido las manifestaciones políticas (aquellos atletas negros manifestándose como miembros de los “Black panters”), pero se hace la vista gorda ante las manfestaciones LGTBI. Las normas son para interpretarlas… desde el poder.

 

Algunas jugadoras de voley playa se niegan a vestir bikiny. La organización pensó que si las atletas corren en bragas, razón de más para que las playeras lucieran palmito erótico. Pero las atletas no están obligadas. Si se las ponen es porque quieren. Las atletas lucen -casi todas- la marca del pantalón (al modo de “La muchacha de las bragas de oro” de Mercé). Por lo visto entrenan con mallas. Por razones que ignoro compiten en bragas, despreciando lo antiestético de esa marca que les ha dejado el sol. Quizás es una protesta. En cualquier caso no es lo mismo hacerlo por obligación que por devoción. Veo que las golfistas visten minifalda. Como las tenistas. Se ven obligadas a ponerse mallas debajo para evitar retratarse cada vez que se agachan a mirar la trayectoria. Competir de uniforme…  canta. Sobre todo cuando son los hombres los que deciden.

 

Las disciplinas olímpicas se han producido por la historia y no por la racionalización. Se nada en cuatro estilos distintos pero solo se salta altura en una modalidad (anteriormente llamada Fosbury)… cuando hay varias. Entre marchar y correr no hay más diferencia que la que hay con correr a la pata coja. Un nadador puede ganar ocho medallas (y las gana) mientras un atleta no puede ganar cuatro. No tiene sentido. La decisión de declarar vencedor se hace unas veces por tiempo, otras por metros, otras, hasta que fallas, otras por puntos, etc. El VAR en fútbol es tan arbitrario como sin él. En balonmano han suprimido la invalidación por pisar área, en voley ball no se pitan los dobles, todo ello por la dificultad de apreciarlo. Pero en marcha se penaliza levantar los dos pies del suelo (que encierra la misma dificultad). En estos juegos he visto como se invalidaban tres salidas desde los tacos porque a una participante se le caía la melena en el momento de tomar la salida invadiendo la pista.  Los valores deportivos están muchas veces mediatizados.

 

Y que decir de los periodistas. La emoción lo permite todo. El rigor no existe. El periodismo deportivo es de segunda clase. Y sin embargo es masivo. Las cabeceras de los periódicos españoles son deportivas… con gran diferencia. Da la impresión de que no van a retransmitir sino a ver el partido. Quizás lo hacen para fomentar las apuestas porque no dan una. Si tiene buena cara, disposición o maneras… es que va a perder y si va asfixiado puede ganar. Decir una cosa y la contraria es la norma. Defendella y no enmendalla (cuando la cruda realidad se impone) es lo habitual. El espectáculo exige diversificar y las retransmisiones se alternan con las insulsas entrevistas, a veces incluso con los familiares a 20.000 Km. Las lágrimas son bienvenidas. Se puede dar rienda suelta a las filias y las fobias, sin problemas. La “simpatía” es imprescindible. A falta de rigor se sitúan en el humor… o lo que ellos piensan que es humor. ¡De vergüenza ajena! Estamos en verano y las normas se relajan. ¡Ya se sabe!

 

Afortunadamente, de vez en cuando, se producen momentos inolvidables. A pesar de los miembros del COI, de los periodistas, de los que decidieron las disciplinas, de los machistas, de los jueces (¡no árbitros, no: jueces!), y, a veces, del Covid, incluso de los deportistas que no dudan en doparse hasta los ojos. En fin. El año que viene… mundiales.

 

El desgarrado. Agosto 2021.




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