» 22-06-2020

Reflexiones tipográficas 250. ¿Es la moral una enfermedad?

Las imágenes de familiares que se abrazan en contra de toda recomendación vital se suceden. Es evidente que somos mucho más afectivos, emocionales o pasionales que lo que nuestra pretendida racionalidad nos dicta. Somos capaces de olvidar que nos jugamos la vida. ¿O es lo contrario? ¿Es nuestra manera de demostrar (posturear) que somos incondicionales? Es difícil saberlo pero nos inclinamos por la primera opción. Somos irremisiblemente afectivos. Deberíamos tomar nota. Las normas que rigen nuestro mundo son racionales (¿masculinas?), pero -visto lo visto- no se ajustan a la realidad. ¿Quizás el coranavirus nos va a enfrentar a una realidad que hasta ahora no veíamos? Las grandes crisis son grandes ocasiones (y no solo para vender, como piensan los chinos). Las feministas (¡esas brujas!) lo han repetido una y otra vez: la razón es dominación; el modelo afectivo-femenino es mucho más efectivo. Afectivo/efectivo, quizás el dilema del futuro.

 

Si la moral (evidentemente afectiva) puede producir la muerte por contagio, es evidentemente in-eficaz. “A contrario” la eficacia es a-moral. Que la moral sea una enfermedad es algo que suscribirían políticos y financieros. Escucho a Merry del Val (apellido franquista donde los haya): cualquier contrarreforma laboral está contraindicada. Cualquier reforma fiscal puede ser un infierno. Está claro que para él solo existe una solución: la aniquilación de la clase obrera y  la exención de impuestos para los empresarios. El capitalismo necesitó a los obreros durante siglo y medio para convertirlos en consumidores. Parece que ahora eso ya no es necesario: la robótica llama a la puerta. No sabemos a quién venderán sus productos pero deben tener un plan cuando han decidido aniquilar a la clase trabajadora. Quizás por eso se han opuesto tan poco a la renta universal. Sea como sea necesitan consumidores. De hecho es ese su talón de Aquiles (mientras tratan de reciclarse a especuladores puros que no necesitan consumidores).

 

Todavía políticos, empresarios y especuladores financieros no han conseguido convencernos de que la moral es una rémora. Pero no van por mal camino. Los votantes de derechas no ven con malos ojos que sus líderes sean unos mangantes. O por lo menos no dejan de votarlos porque esa realidad se patentice. En la izquierda lo ideológico se antepone a lo moral. La moral política es dispersa con el consentimiento de los votantes. Los que se asquean del circo simplemente no votan dejando el campo libre a los buitres. Entre los que lo aceptan y los que se retiran, el campo queda libre para las alimañas. Si no es una moral “de iure" es una moral “de facto”. Se exige de los ciudadanos que sean morales, pero se les miente y se les intoxica para que sea imposible que puedan juzgar. Es tan perverso que da asco. No deberíamos votar, deberíamos potar.

 

El desgarrado, Junio2020.




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