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» 19-09-2021 |
El Barça pasa por malos momentos. No es la primera vez ni será la última. Me interesa el fútbol como espectáculo de la brillantez de sujetos que aúnan la excelencia física y la excelencia mental (aplicada, ¡evidentemente!). Si me fijo en el Barça es porque vivo en Barcelona y eso supone que, quiera o no, estoy inmerso en lo que afecta a (casi) todos los catalanes. El fútbol es mucho más que un deporte (al igual que el Barça es más que un club). El fútbol delata a una sociedad, la retrata. No a la sociedad catalana -que también- sino a la sociedad global. Y al decir que la retrata me refiero a los aficionados y a los profesionales, a los dirigentes y a los dirigidos, a los nacionalistas y a los constitucionalistas.
Repetiré argumentos ya utilizados. El fútbol es una cuestión emocional… mucho más allá de lo deportivo. Tiene que ver poco con la razón. Esperar que los aficionados se comporten racionalmente es como esperar que un enamorado/a racionalice sus opciones. Como consecuencia el fútbol es una forma privilegiada de integración social, para los catalanes de distintas clase y para los inmigrantes de distintas culturas. Incluso (en esa imparable asimilación de las mujeres a los estúpidos comportamientos sociales de los hombres) de integración de género. El fútbol es capaz de saltarse barreras como la clase social, la diferencia cultural o el género. Así son las emociones: locas, pero no se puede menospreciar su valor como ascensor social. Núñez dijo una vez que era más importante que el jefe de gobierno. El Barça aglutinó históricamente a un catalanismo oprimido por la élite madrileña y con aspiraciones de emancipación. El fútbol es mucho más que un deporte.
Hace tiempo escribí que un entrenador debía ser una madre para los jugadores, un malabarista con la prensa y una puta con los directivos. Si además sabía de fútbol, ¡mejor que mejor! En aquella afirmación se encerraban algunas de las claves que, para mí, resumen el fútbol como praxis, como profesión. Los futbolistas son postadolescentes que necesitan enfrentarse a grandes decepciones y grandes idolatrizaciones lejos de haber alcanzado la edad de decidir cabalmente. Sus altibajos no necesitan un experto en fútbol (de lo cual suelen entender mucho) sino una madre que los consuele, los comprenda y los anime. Con la prensa debe ser un malabarista pues defender la posición propia ante una pandilla de presuntos expertos a los que no se puede insultar porque eso sería el fin de su carrera (actual y quizás futura)… como tan bien comprobó Camacho. Se espera de él que suscite noticias pero que se avenga a sus estúpidas convenciones. Y finalmente con los directivos debe ser una puta, siempre a su disposición (el que paga manda), siempre obsequioso y siempre falso, escondiendo sus miserias y alabando sus errores. Naturalmente cobran cuantiosamente por ello. Solo un ingenuo pretendería que el saber deportivo sería determinante en un entrenador. De los entrenadores (que se sustituyen cuando todo va mal) se esperan milagros. No se contrata a los mejores sino a los que están libres.
Pero lo más sorprendente son los directivos, gente de dinero, provenientes del sector empresarial, ávidos de fama mediática y con pocos escrúpulos. La política gremial (Colegios profesionales, Cámara de comercio, Deportes…) es un bombón para los que no han cursado la carrera política pero tienen aspiraciones hacia la fama. Pero el botín que se puede conseguir en el campo deportivo es suculento. El fútbol mueve mucho dinero y donde hay dinero hay negocio. Hace años los que movían a los jugadores (y cobraban las comisiones) eran agentes independientes (como aquel Minguella que tantas alegrías dio a la afición). Pero eso se acabó. La presidencia de un gran club no solo daba fama sino que podía dar dinero y los directivos se convirtieron en agentes de fichajes. Y el negocio está en el movimiento: se cobra de cada fichaje. Lo que interesa a un comisionista es fichar lo más caro posible y lo más a menudo posible. ¡Contra peor, mejor! Un canterano es una ruina: no tiene comisión de entrada al club y si no se vende no rinde crematísticamente. Como se hizo con Cesc Fábregas, el negocio está en venderlo, comprarlo y volverlo a vender: tres comisiones. ¡Eso es un negocio! Pero hay que conseguir un equilibrio entre lo que se ficha y lo que ese fichaje rinde. La solución más simple es comprar lo más caro, lo que la afición demanda.
Los grandes clubes no quieren convertirse en sociedades anónimas porque los controles societarios son estrictos, los requisitos de gestión son normativos. Es más fácil mangonear si nadie te controla con una sociedad deportiva sin ánimo de lucro. No es lo mismo una asamblea de socios que una de aficionados compromisarios. Así, el Barça y el Madrid. Planteado el contexto adentrémonos en el caso del Barça. Bertomeu cobró (él y el Barça) una millonada por Neymar. Con ese dinero se hicieron fichajes precipitados y fallidos, pero con suculentas comisiones. Mientras el Barça no ganaba títulos internacionales. Eso cabreó a Messi que lo que quiere es ganar títulos y se planteó irse. Aquí hubiera hecho falta un entrenador-madre que no era el caso. Bertomeu pensó: ¡otra comisión multimillonaria! y pisó el acelerador, pero Messi optó por irse al final del contrato (cero euros para el Barça). No fue capaz de renovarle y Messi se perdió para él y para el Barça. Tener a Messi ha sido para el Barça un privilegio y un honor y si se ha ido ha sido por la estupidez de Bertomeu. ¡Retirad el letrero que ha aparecido el cerdo!
Es cierto que la pandemia ha golpeado duramente al fútbol pero se hace difícil pensar que, al que más duramente ha golpeado, es al Barça que está en la ruina. Antes, los presidentes de los clubes, en honor al cargo, se metían la mano en el bolsillo para ayudar al club. Eso se ha acabado. Los ganapanes que pasan por el Barça lo hacen para forrase y no para ayudar. El honor ya no cotiza en bolsa. Bertomeu -el peor presidente que ha tenido el Barça, y mira que los ha habido malos- se largó dejando el pastel a Laporta y este no ha aportado ni soluciones ni dinero. ¿Para que están ahí si no gestionan ni financian? Buscan fama y dinero mientras la afición se entrega en cuerpo y alma, los jugadores se entregan en la medida que pueden y los entrenadores… bueno, ya saben. Koeman fue contratado para echar a las vacas sagradas, demasiado viejas y demasiado caras. Era -sin dinero en las arcas- una refundación de la plantilla empezando con un relevo tan joven que solo podría rendir dentro de unos años. Ahora Koeman se lamenta de que no tiene jugadores. El Barça hace aguas pero se lo ha ganado a pulso. Ahora empieza la travesía del desierto. ¡Dentro de tres años: la Champions!
El desgarrado. Septiembre 2021.