» 06-10-2021

Reflexiones tipográficas 257. La generación negacionista. El conflicto generacional.

A los sociólogos -en muchos casos aficionados- les entusiasma (y les ha entusiasmado) analizar a las nuevas generaciones en un, a modo de adivinación del futuro, a través del presente, que a juzgar por la sucesión de predicciones contrapuestas, no parece tener ninguna consistencia. Desde la generación perdida a la generación X, es raro el año en el que no aparece un libro que nos ilustra de como son los jóvenes. No se trata de desvelar las constantes que siempre han enfrentado a las generaciones como la negación, la contra o el desprecio. Todo niño debe construir su propia personalidad, pero sus padres y su sociedad le imponen una personalidad a la que llaman educación. La integración en la sociedad (que empieza con la contención de las heces, es decir una represión) es un aprendizaje necesario pero no infinito. En algún momento el niño tiene que volar con sus propias alas y los padres y los educadores no suelen calibrar ese momento.

 

Educar es reprimir. En base a que los padres tienen los títulos y la capacidad que el niño no tiene, se crea una dinámica de represión que amenaza con no cesar nunca. Eso, descontando la injerencia de los regímenes políticos en la educación. La sociedad franquista fue una sociedad profundamente autoritaria, no solo a nivel político sino a nivel familiar. En nombre de la adecuación o del cuidado los progenitores se resisten a ceder su parcela de poder en favor del paulatino empoderamiento del niño. Rancière en “El maestro ignorante” lo explica con claridad: todo lo que no sea educar desde la igualdad (de ignorancias) es, pura y simplemente, dominación. Dice el refrán (ese semillero de verdad tópica) que nadie escarmienta en cabeza ajena. Cómo se ejercita el tránsito entre el necesario cuidado y la más necesaria emancipación es, precisamente la clave de la educación.

 

La diferencia, hoy en día, para que las nuevas generaciones se comporten de forma incomprensible (como siempre han hecho), o mejor, de forma especialmente incomprensible, responde a varias razones: 1) la línea ascendente del progresismo ha desaparecido. Aquella idea de que las nuevas generaciones vivirían mejor que las anteriores es, hoy en día, una utopía. Esa utopía se acabó con la rescisión del M68. En su represión se acabó con una nueva política (transversal, in-titulada, ajena a la dominación de los títulos y las capacidades), con la nueva sexualidad (libre), con la nueva moralidad (individual en vez de normativa). La idea de la sostenibilidad (dejar a nuestros hijos un mundo, por lo menos, igual al que nosotros hemos  tenido), es ni más ni menos, que la renuncia al progresismo. La conciencia ecológica es, ni más ni menos, que el reconocimiento de que estamos en la cuesta abajo, de que la curva ascendente ha desaparecido. El contubernio (Thatcher, Reagan) entre el capital y el poder político (entre empresarios y políticos) supone la llegada del ultraliberalismo y el fin de cualquier posibilidad de igualdad. Hemos vuelto a la sociedad de la esclavitud.

 

2) Sin embargo el capitalismo de la información, cibernético y digital ha convencido a los jóvenes de que la experiencia es una mierda, que ellos saben mucho más que sus padres, y están mucho más preparados que sus ancestros. Pero esa superioridad resulta ser solo nominal. El capitalismo desbocado ha reconducido toda esa superioridad a dependencia sin cortapisas. La expectativa de que las nuevas profesiones digitales no tendrían el techo de cristal que suponía en el capitalismo industrial que cada hijo solo pudiera ocupar el puesto dejado por alguien de la generación anterior, se ha desvanecido. Lo que desbarata la concepción del empleo como regulador económico para convertirse en regulador político. La precarización, el becariado, la desaparición de los sindicatos (los operativos; los chupopteros siguen y siguen), las crisis como mecanismo reguladores del empleo, la exigencia de experiencia a los recién graduados como forma de minusvaloración, la privatización del desempleo. El capitalismo ha sido mucho más rápido y ha estado más atento. Los bancos (otrora mecanismos de distribución del capital para su optimización) son ahora empresas de servicios, conglomerados financieros cuyo fin es engañar a jubilados e ignorantes, delincuentes que engañan con la letra pequeña, con los tipos de cambio, con el estudio de la viabilidad en la concesión de hipotecas, con los impuestos y con su connivencia con el poder (que les protege dese la ley y desde el gobierno).

 

Y todo eso ha conducido al negacionismo. El negacionismo es ponerse de culo a una sociedad que no los considera, que no los valora y que los esclaviza y los explota. Y además, esa sociedad, pretende decirles lo qué tienen que hacer, cómo y cuándo. Puestos a ponerles nombre deberían llamarse la generación negacionista. Y ponerse de culo es negar cualquier autoridad a la generación anterior: no votar, utilizar la violencia, asocializarse, vivir de sus padres, desobedecer a cualquier directiva por razonable que sea, renunciar a una razón que es la herramienta del poder. Los jóvenes han llegado a la conclusión de que la sociedad en la que viven es un cadáver al que no merece la pena enterrar. Simplemente hay que aprender a vivir con su hedor. Los cadáveres están naturalmente destinados a su desaparición, solo hace falta esperar. Si los niños forman su personalidad en la disidencia (negación) con sus padres -que posteriormente reconducirán a la creación de una auténtica personalidad creativa- asistimos hoy a la renuncia a la formación de esa personalidad creativa. Con una personalidad negacionista basta. No están unidos pero tienen un pensamiento común: decir no, negar la generación de sus padres que les ha defraudado.

 

Dejad de clamar contra los botellones, contra el negacionismo y contra el pasotismo violento (sin objetivo, sin organización), la kale borroka. Solo son el resultado de lo que nosotros, sus padres, les hemos hecho. Pero es más fácil lamentarse como si los jóvenes fueran caóticos e incomprensibles. No lo son: son el producto de nuestra mierda. Y no olvidemos que son los dirigentes del futuro… o el fin de la sociedad tal como la entendemos. Amén.


El desgarrado. Octubre 2021.




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