» 07-12-2020 |
En Agosto escribí sobre la transición en “Reflexiones tipográficas 263, El rey se larga” lo siguiente: “La transición fue un apaño para que los franquistas no pagaran por sus crímenes. J. A. Sánchez en “Cuerpos ajenos” Ediciones la uña rota 2017, dedica el capítulo 34 (página 265) a la transición española que compara con el punto de vista de Oppenheimer: la persistencia del crimen en una sociedad como la Indonesia que cancela la posibilidad de una ética del cuidado y obliga a adoptar la perspectiva del verdugo. “Un planteamiento como el de Oppenheimer en Indonesia hubiera sido difícilmente aceptable en Camboya, Sudáfrica, Argentina o Chile, donde las sociedades, al menos simbólicamente, han confrontado la verdad de lo sucedido bajo los regímenes recientes (por más que, en muchos casos, esto no signifique la completa restitución de justicia o dignidad a las víctimas ni el fin del privilegio de los criminales)” (Sánchez, 2017, 265). Entre otras consecuencias de esa “transición modélica” son los desmesurados privilegios del Rey y de los políticos en el ejercicio de su cargo.
Naturalmente retocar los privilegios del rey supondría retocar los privilegios de todos los políticos, lo que no figura en sus agendas. No entraré en las barbaridades que dice el comunicado (en forma de carta de padre a hijo como si la jefatura del Estado fuera una cuestión de familia). El bien de España no se soluciona con la huida. La decisión serena y meditada es ni más ni menos que cuestión de Estado y defensa de los privilegios de los políticos por cuenta de la transición. Ahora salen los defensores de la monarquía a sacarle la cara (el inefable Marhuenda), a felicitarlo y a congratularse de los muertos en las cunetas, del bloqueo de la ley de memoria histórica y de la glorificación de un dictador sanguinario y sus secuaces. Y sobre todo: defender su magnífico trabajo como rey… como si lo cortés no quitara lo valiente. El pueblo español es mezquino. Así lo dice el Marhuenda que de esto sabe mucho.” Hasta aquí la autocita.
El rey vuelve para blanquear medio millón de euros. Hay dos cosas evidentes su fortuna no declarada es infinitamente mayor (nadie regala 86 millones cuando su problema es de 0,5 millones) y esto es un apaño para tapar bocas (hay un acuerdo para blanquear al propio rey). Los políticos del bipartidismo están de acuerdo. La ultraderecha también. Es una maniobra desesperada para tratar de parar la hemorragia, porque lo que está por venir es la hecatombe (la república. Por menos se hizo una guerra). Se dirá que se añora y que quiere volver a España. No es así. Está más cerca de su dinero fuera de España que dentro. El pacto incluye que de lo que ocurrió mientras era rey no se hablará nada de nada; que la AT no le abrirá ningún expediente; que la fiscalía no lo tiene como tema urgente y que los políticos de la transición no moverán un dedo en su contra. Estamos ante un parche, ante un contubernio. El rey está desnudo y nadie lo quiere denunciar.
La transición no solo no fue ejemplar sino que no ha acabado. Incluso para determinados personajes ni siquiera ha empezado. Lo manifiestan con lo que dicen en sus chats y las cartas que le envían al rey. La derechona pone leña al fuego deslegitimando a un gobierno salido de las urnas o de una moción de censura absolutamente legal. Ávidos de poder están dispuestos a lo que sea para recuperar el poder omnímodo que les arrebató la democracia. No solo la transición no ha acabado sino que sus herederos directos añoran la dictadura y la prueba es que siguen pensando que la única facción legitimada para gobernar es la suya: los hijos y herederos de Franco. Hay que tutelar al pueblo que no saben lo que hacen. Y lo defienden sin ambages en los medios, desde puestos políticos de relevancia. Y sin embargo, los hijos de puta son los otros. La transición no ha acabado porque porque ha sido una pantomima. Nadie quiere una democracia a no ser nominalmente. Ni la derecha ni la izquierda. Todos están de acuerdo con Franco. Por eso tenemos una Constitución que sojuzga la soberanía popular, por eso la transición no ha acabado. Lo único que ha cambiado es la enorme hipocresía de los fascistas que se nos presentan como demócratas. ¡País!
El desgarrado. Diciembre 2020.