» 30-03-2022

Reflexiones tipográficas 360. La deconstrucción y la política.

La metafísica es un sistema de pensamiento que ha existido (y organizado nuestra vida) durante 25 siglos. El SXX asistió al espectáculo del principio de su fin: la fenomenología, la hermeneútica, la filosofía de la diferencia, el sicoanálisis y -aunándolos todos: la posmodernidad-. La deconstrucción era su expresión cabal y deconstrucción significaba el desmontaje de la metafísica. Pero muchos entendieron que esa deconstrucción autorizaba a cuestionarlo y desmontarlo todo. Y en especial los políticos, los grandes especialistas en retorcer los argumentos para que digan lo que ellos quieren. Los políticos decidieron que la coherencia, la homogeneidad y los principios de la metafísica (identidad, contradicción y tercio excluso) habían perdido su vigencia y que, por tanto podían ser soslayados. Es cierto que la causalidad lineal y simple ya no eran suficiente. Se necesitaban sistemas de causalidad complejos, retroactivos (feed-back), abiertos (probabilísticos), etc. pero eso no autorizaba a deconstruir en su totalidad la coherencia del discurso. La cantidad, la verdad, el concepto, la igualdad, ya no eran suficientes, pero lo que hicieron los políticos fue conservar y fortalecer los que les interesaban (dogmatismo, posverdad, desigualdad, formas no conceptuales de pensamiento como el sentido común, la tradición o las bases de datos) y desmontar o despreciar los que les molestaban (la coherencia, los principios de la metafísica, la ética… ). Veamos como lo han hecho.

 

El principio de identidad (tan relacionado con la igualdad en todas sus formas: tautología, semejanza, analogía, simetría, igualdad parcial, etc.) se conculca continuamente mediante la discordancia entre la palabra y el contenido. Casado dijo que VOX era un partido de centro-derecha. Evidentemente se conculca también el concepto, pues entre el nombre y el significado se abre una brecha (el despido se llama regulación de empleo, la amnistía fiscal: regulación de rentas, la guerra: operación militar, etc.) Los partidos han abandonado la acción para centrarse en la palabra. Ni Saussure (significante-significado) ni Pierce (que añadió el contexto) son capaces de dar cuenta de esta impostura intelectual. El único tipo de acción que conservan es el utilitarismo, el pragmatismo del pensamiento dirigido a la acción y tan afín al fascismo. El populismo es la manifestación más vistosa de este utilitarismo: decir al pueblo lo que quiere oír, con evidente intención de aplacarlo y engañarlo.

 

El principio de no contradicción también se abandona, echándose los políticos en los brazos de la incoherencia y la inhomogeneidad sin atender a la mínima concordancia en el discurso. La demagogia (la utilización habitual de falsos recursos dialécticos con apariencia de verdad) es tan habitual como generalizada. Los conceptos se retuercen para que digan lo contrario de lo que dicen: libertad (de tomar copas, el café para todos), igualdad (de impuestos, de deberes), verdad (absoluta, posverdad), cantidad (manipulada por la estadística y la partición del campo de estudio). Social quiere decir prestaciones y no paz social o derechos humanos. Huelga es lo mismo que paro patronal. El gobierno está desligitimado por la oposición que, a la vez, le exige un pacto de Estado (como interlocutor válido) (Juliana). El gobierno tiene que sacar el ejército a la calle contra los transportistas (Nuñez) y es culpable de criminalizarles (Gamarra). La deuda se dispara pero hay que bajar los impuestos. El gobierno se está forrando con las subidas de las energías pero la gestión económica es nefasta. El Estado no debe intervenir en la economía pero debe solucionar los problemas económicos de los ciudadanos. No se puede pactar con radicales de izquierda pero sí con radicales de derechas. Cualquier cosa y la contraria valen para definir la actuación del gobierno (Escolar).

 

El principio del tercio excluso (lo que no es una cosa es la opuesta… si ambas cosas son de suma cero). Como sabemos la metafísica simplifica el mundo reduciéndolo a pares de oposiciones excluyentes (verdad/falsedad, espíritu/materia, pensamiento/acción… ). Cosas tan sencillas como apoyar una ley se convierte en “no la apoyo porque es insuficiente” es decir, entre el sí y el no existe el “no pero sí”. El tiempo suele utilizarse como tercio excluso cuando se acepta una solución pero se invalida por haberse tomado demasiado pronto o demasiado tarde. Lo mismo ocurre con las formas: “no me opongo a lo que dice sino a como lo dice”. Y aunque a ellos les gusta decir que “el que no está conmigo está contra mí”, es decir, que las posiciones de ambos son excluyentes, la realidad es que es un abuso de lenguaje pues se califica de posiciones excluyentes lo que no lo son: las transversalidades políticas (mujeres, altersexuales, ecólogos, animalistas, jubilados, etc.) demuestran que lo contrario de la izquierda no es la derecha, sino que existen otras posiciones. La ideología social/laboral (derecha/izquierda) es una ideología sectorial que admite otras posiciones.

 

Los políticos tienen la tribuna pública (los medios) y la legislación y eso resulta un poder desmesurado. Si además controlan otros poderes del Estado como los jueces, la situación se hace dramática. Se trata de una oligarquía que desprecia la democracia interna como ha hecho el PP proclamando a Nuñez como presidente, al margen de los mecanismos democráticos para hacerlo. Y para qué hablar de la corrupción y de su impunidad. Pero a ellos no les basta con acaparar el poder económico y político. Además quieren convencernos (engañarnos) y para ello se afanan en la “deconstrucción” (mal entendida) con tal de apoyar sus retorcidas tesis. Eso es lo que hay y así se lo hemos contado (Buroaga).

 

El desgarrado. Marzo 2022.

 




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