» 19-09-2022

Reflexiones tipográficas 374. ¡La monarquía ha muerto viva el espectáculo!

El relevo real en UK se está convirtiendo en la historia interminable. Entre que entierran a una y entronizan al otro, la cosa se alarga. Pero, eso sí, con todo el boato, ritual y liturgia que (a ellos les parece) que debe tener. El sentimiento generalizado es que se ha muerto una gran reina y se netroniza a un cantamañanas. Quizás es la despedida de la monarquía (que no están los tiempos para monsergas) y el advenimiento del espectáculo. Saben que a partir de ahora la monarquía ya no tiene sentido y la sustituyen por el espectáculo que la define pero sin ningún contenido. Quizás también se despiden de un imperio que ya huele. La sombra de Guy Dabord es alargada.

 

Se despide a la reina como si hubiera sido una gran reina -lo que no es cierto- pero ya se sabe que los humanos y los cerdos mejoramos mucho después de muertos. Tampoco quiere decir que fuera mala. Fue vulgar y por eso -como todos los reyes- necesitó de un envoltorio especial. Para una figura meramente icónica, sin ninguna responsabilidad de gobierno, lo mejor es controlar el papel couché. Durante su reinado ha visto como su familia caía en las peores aberraciones para una puritana: divorcios, adulterios, pederastia, y sobre todo unas consortes más populares que los miembros nativos de la realeza. Su idea de acabar las aventuras de su hijo con una mujer casada (adulterio) pasó por obligarle a casarse con una virgen que su hijo no aceptó nunca, protagonizando la más extraña historia de amor jamás contada. Que la princesa del pueblo tuviera un segundo hijo por polla interpuesta tampoco fue edificante, por más que su matrimonio fuera múltiple. La mujer de Andrés haciendo topless, tampoco fue lo que se esperaba de ella. y la pederastia de este último tampoco mejoró las cosas. Teniendo en cuenta que la reina es el Papa de la iglesia anglicana se puede decir que no acertó ni una.

 

La monarquía parlamentaria instituye al rey en una figura i-rresponsable y por tanto políticamente inútil. Asistió así en los sesenta al hundimiento de su país en la vagancia, la abulia y la degradación más increíble (para un antiguo imperio) en el que la libra llegó a valer 120 pesetas (y la estoy comparando con la moneda menos moneda de Europa). Pero el descubrimiento del petróleo del mar del norte en 1969 salvó a una nación que zozobraba. Aunque añadió un nuevo elemento en la ecuación: el separatismo (el petróleo estaba en Escocia). Si UK sobrevivió a su decadencia fue por el hecho fortuito del petróleo del mar del norte y no por la magnífica actuación de sus políticos (siempre enzarzados en escándalos sexuales) ni de la jefa del estado (más inmersa en la moral que en la política). “Dios salvó a la reina”. La gestión de los “socios” de la commonwelf (chinos, pakistanies, indios, australianos, canadiencses) -regresados a la capital- originó un racismo absolutamente denigrante. Jamás mostró empatía o caridad con su pueblo. ¿Cómo es posible que si nunca estuvo a la altura esté en el corazón de todos los británicos?

 

La reina ha sido una víctima y es eso lo que llega a la sensibilidad de los súbditos (porque la reina no gobierna, pero los súbditos practican la servidumbre voluntaria). Fue una mujer en un mundo de hombres (¡pobre! con su fortuna y su poder); fue una puritana en un mundo de amorales; no supo gobernar su familia siendo reina… pero no madre: evidentemente nunca gobernó políticamente; incluso fue una víctima de su propia maldad cuando la princesísima le robó el papel y la popularidad; fue víctima de los tabloides (cuando en España eran aliados) y de su especial inquina con la monarquía; fue víctima de su codicia ocultando su inmensa fortuna y viviendo del dinero de los impuestos; y sobre todo fue víctima de su soberbia que le llevó a pensar que era la única capaz de reinar (y a diseñar su entierro). Una sociedad que sufre intensamente unas condiciones insoportables tiene tendencia a empatizar con sus iguales y la reina ha sido una víctima, una desgraciada y eso pesa en el ánimo de los súbditos que lo que nunca te perdonarán es la superioridad. Isabel pudo parecer distante pero nunca superior. Es esa su grandeza (es decir: su inferioridad).

 

Pero esa empatía no justifica el desmelene institucional que se está produciendo. Guy Dabord decía que toda ideología que fracasa se convierte (es convertida) en espectáculo. Al decir ideología me refiero a la continuación de la cohesión familiar por otros medios no parentales, que enunció Harari: cualquier institución o acuerdo que cohesiona el grupo social. Al decir que fracasa me refiero a que no resulta ser todo lo ideológica (en el sentido anterior) que se propuso. La monarquía fracasó hace tiempo (cuando era absoluta) y se convirtió en espectáculo (la monarquía parlamentaria). Probablemente ya había fracasado cuando era monarquía tribal y devino el espectáculo de la monarquía absoluta. A lo que asistimos es al fracaso de la monarquía parlamentaria, la que ya es un espectáculo en sí misma. Y eso requiere un superespectáculo. La monarquía es una historia interminable de fracasos convertidos en espectáculo y reconvertidos en ideología. Ahora mola la campechanez, reyes no-reyes, reyes ciudadanos. También esta ideología fracasará pero eso no acabará con la monarquía que se reconvertirá una y otra vez en espectáculo y en nueva ideología.

 

La monarquía no es lo opuesto a la república. Eso son sistemas de gobierno no sistemas simbólicos de transformación temporal del poder. La monarquía no tiene esencia, es puro devenir. Y el devenir es indestructible. En las calles de Londres se ha escenificado el -hasta ahora- último capítulo de la monarquía. No será el último. Ni siquiera nuestro emérito ha conseguido acabar con el mito del rey campechano. ¡La monarquía ha muerto viva el espectáculo!

 

El desgarrado. Septiembre 2022.




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