» 18-10-2023

Reflexiones tipográficas 386. Israel, el pueblo elegido.

Veo en TV una tertulia amateur (de hecho una caricatura de tertulia). El tema es el bombardeo de un hospital por parte de Israel con el resultado de más de 500 muertos. Ha sido un bombardeo concienzudo pues el hospital se sitúa en una plaza a la que acuden los palestinos precisamente por las presencia del hospital que actúan a modo de cortafuegos. Pocos días antes se suscitó la cuestión de que Israel recomendó el desplazamiento de los palestinos en la franja de Gaza, hacia el sur, poco antes de bombardear, precisamente esa zona, es decir no estaba evitando muertos si no concentrándolos para mejor hacer su labor de masacrar a la población civil. El primer tertuliano en hablar identifica al pueblo palestino con Hamas, lo que justifica su masacre, por cuanto serían un pueblo terrorista. Como ya sabemos está feo masacrar civiles (niños incluidos) pero no lo está combatir al terrorismo con todos los medios y con toda inhumanidad. El segundo se declara incapaz de opinar por cuanto no comprende lo que ocurre, pero llega más lejos al opinar que nadie debería opinar, pues es imposible saber lo que pasa desde los parámetros habituales. Incumple así la primera y principal obligación de todo buen tertuliano: opinar de todo, en todo momento y lugar prescindiendo de si conoce o no el tema. A partir de ahí aparece el deseo de que la cosa cese y que Israelitas y palestinos se reconozcan mutuamente y dejen de hacer el cafre. El mensaje habitual.

 

Pero el problema no es entre israelitas y palestinos. Es entre Hamas (una organización terrorista) y un pueblo de Israel que ha practicado el terrorismo de estado contra el pueblo palestino de forma continuada y concienzuda. No perderé el tiempo con lo que todo el mundo (incluso los tertulianos) han condenado hasta la saciedad como no perderé el tiempo en glosar los evidentes beneficios del agua. El conflicto se produce entre dos pueblos que pretenden dominar sobre un territorio sin compartirlo (israelitas y palestinos) y los terrorismos que apoyan cada facción (el estado de Israel y Hamas). Tampoco perderé el tiempo en dilucidar a quien corresponde el derecho sobre el territorio puesto que la historia (el devenir) y la ontología (el ser) no tienen avenencia posible en cuestión de derechos territoriales. Para acabar de arreglarlo existe también una guerra de religión entre judíos y árabes, ambas teocracias, que no han realizado la necesaria separación entre Iglesia y estado que funda la democracia. De hecho ser judío es tanto una religión como ciudadano de un determinado país: Israel… y no todos los judíos quieren miliar en la cuestión territorial. Pero no acaba aquí el kilombo. Lo que se juega últimamente en la geopólitica internacional es el nuevo orden mundial y quien toma el lugar de USA en ese orden. Complejo, es.

 

Desde que en 1947 la ONU decidió el establecimiento de los judíos de la diáspora en el -entonces- territorio palestino (desde el Siglo I después de Cristo) e históricamente territorio judio-israelí (antes del Siglo I), no han cesado de sucederse los conflictos. Los israelitas no han dejado de presionar a los palestinos para que abandonen el territorio que les adjudicó la ONU y que ellos consideran suyo por la gracia divina. Y lo han hecho con toda clase de argucias desde el asentamiento fraudulento de colonos, la fragmentación/aislamiento de los asentamientos palestino (cuando no confinamiento), el levantamiento de muros de separación y pasando -como no- por la guerra pura y dura. No hace falta ser muy agudo para darse cuenta de que los israelíes han practicado, en estos setenta años, es terrorismo de Estado. La apabullante superioridad tecnológica de los israelitas se ha puesto de manifiesto en la “intifida” (guerra de piedras contra misiles). El apoyo de USA y de la UE ha significado que la causa palestina sea una causa perdida, solo defendida por perroflautas y rojillos inflamados por la injusticia hacia los más débiles. La superioridad de los israelitas en la guerra de propaganda (curtida en la magnificación del holocausto como genocidio de un “pueblo” inocente e indefenso), ha sabido vender la causa israelí de forma convincente. Un concepto de “Patria” en guerra, y la simpatía del sistema capitalista hacia los que hicieron feraz el desierto, completa la desmesurada diferencia entre ambos pueblos. 

 

No es fácil entender la religión judía. En primer lugar son el pueblo elegido por Dios lo que los diferencia del resto, que no pueden acceder a un título comparable, aunque no deja de ser una autoproclamación. En segundo lugar son una teocracia (como el Islam) en la que el poder civil está supeditado al poder religioso. Son además iconoclastas (no admiten las representaciones icónicas), también como el Islam. Esta renuncia a la representación icónica los instala en la más profunda abstracción (“…el verbo era Dios”) fundando una tradición de pensadores absolutamente deslumbrante. Su situación de nación sin territorio los dispersa por todo el planeta ): la diáspora, tanto en un ejercicio de adaptación como de mimetización. Pronto fueron vistos como manipuladores (pensamiento abstracto más supervivencia). Eso explica que -siendo como son iconoclastas- se hicieran con el control de la industria del cine al reparar en su poder de manipular a las masas. La adoración del becerro de oro es para los judíos algo más que un episodio bíblico. Resumiendo que solo a base de trabajo duro y áspera reflexión conseguían integrarse. La tolerancia (dada su situación de pueblo elegido y la existencia de libros antiquísimos) no es su fuerte, lo que hace aparecer como hongos las facciones ultraortodoxas de su religión.

 

Hanna Arendt acuñó (desde el sionismo) aquello de “la vanalidad del mal” como la explicación de la concienzuda fijación en la perfección de la fabricación del más efectivo gas letal. La personalidad de Eichman (a quien los israelitas habían secuestrado y trasladado a Israel para juzgarlo) le fascinó y le horrorizó a partes iguales  hasta el punto que llegó a “disculpar” (con todas las cautelas) su extrañísimo comportamiento. El parecido de Eichman con los judíos de la diáspora era más que significativo. Solo la sólida fe religiosa de los judíos les permitió no caer en esa vanalidad del horror… por lo menos hasta ahora. Las dos acciones referidas en Gaza parecen encajar a la perfección con la actuación de los nazis. Uno de los tertulianos recaló en la inaceptable tentación de comparar a los nazis con los judíos, con los israelitas respecto a los palestinos, destacando el horror inconmensurable del holocausto. ¿Seguro? (no del holocausto que es innegable sino de la comparación).

 

El pueblo palestino no es un grupo terrorista que de ninguna manera puede ser asimilado a Hamas y por tanto lo que está ocurriendo en Gaza es un genocidio, un crimen de guerra. El pueblo israelita no es un pobre pueblo en busca de su territorio, sino un estado terrorista cuya misión es acabar con el pueblo palestino para quedarse con su territorio.  El judaísmo es una religión (precisamente la del pueblo elegido por Dios) desperdigada por muchos países y de las que muchos de sus practicantes no quieren vivir en Israel. El pueblo civil como víctima en los conflictos armados ha ido en aumento desde la segunda guerra mundial hasta hoy, con especial relevancia en Ucrania. Tanto los judíos como los islamistas son extremistas religiosos empecinados en la supremacía de su propio credo… por lo menos, los asentados en un territorio. Todo el mundo aspira a liderar el nuevo orden mundial, hasta el punto que esto solo puede acabar en tango. USA y UE han estado siempre del lado de los judíos y de los israelitas. El petroleo volverá a subir y la economía volverá a desplomarse. Las víctimas civiles, lo son en todos los campos.

 

El desgarrado. Octubre 2023.

 




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