» 26-12-2024

Reflexiones tipográficas 396. ¿Se puede poner en la misma frase Gaza y ¡feliz año?

Desde que empezó el genocidio de los palestinos por los israelitas he escrito siete artículos sobre ello a medida que la guerra se adentraba en su auténtica dimensión de holocausto. Empezamos por una guerra contra el terrorismo y estamos en un genocidio que pretende la diáspora de los palestinos y la desaparición de su Estado nacional en las fauces del Estado judío de Israel. Una guerra civil con trasfondo religioso en nada diferente a las de la entonces Yugoslavia, atrocidades incluidas. En uno de ellos presentí que Biden perdería las elecciones por su alineamiento con las tesis judio-israleitas que le restaba unos votos demócratas absolutamente necesarios en una situación de empate técnico. Cuando la cosa fue inevitable Biden cedió el puesto a Harris -que si bien era mujer y estaba fresca- tenía relaciones con el lobby judío-americano. Los votantes desairados no vieron en el cambio suficiente garantía de reparación al pueblo palestino y retiraron su apoyo a unos demócratas vendidos al oro judío. Al fracaso de Harris no se le puede negar que  la guerra sucia -que se libra en las redes sociales y en el internet político- no haya influido poderosamente en el resultado. La cuestión es que Trump está de nuevo en la casa blanca. Ocho años después de haber dado un golpe de Estado tratando de tomar el poder que había perdido en las urnas y que quedará -definitivamente impune- por indulto presidencial. 

 

Dentro de poco habrá que comparar a los USAnos demócratas con los gazaties. Porque Trump ha aprendido de sus “errores” y en especial: no matar a su enemigo cuando estaba vencido. Estamos ante la dictadura democrática, “sin complejos” como diría VOX. Trump es un dictadorzuelo que no cree en la democracia, en los derechos humanos, en las libertades individuales, ni en la igualdad más elemental. Considera que la justicia es un recurso a su favor, el Estado una empresa (que debe ser regida por empresarios y por sus prácticas hipercompetenciales), las mujeres seres inferiores y los extranjeros parias. “America first”. Ya no estamos en el ultraliberalismo sino en la dictadura del empresariado. Adiós a sindicatos (lo que queda de ellos tras la “gran” labor de Thatcher y Reagan a quiene -probablemente- se canonice en breve). Adiós a la mano de obra inmigrante que se ocupaba de todas las tareas de mierda que los USAnos no querían realizar. Adiós al esmirriado Estado-providencia (sanidad, educación, pensiones…). Se impone la ley de la jungla: la competencia a ultranza por la vida, el “todo vale”. Lo que se avecina -en el antaño coloso americano- es dantesco. Pero ya no es el gendarme mundial que antes fue. Los gigantes demográficos: China, India, Rusia quieren un nuevo orden mundial y sabemos cual es la “política” de Trump para evitarlo: “America first”. La ley de la fuerza.

 

Nunca habíamos estado tan cerca de una conflagración mundial. En el próximo oriente -junto al avispero israelita- estan la mitad de los socios del club nuclear. Cada vez los dirigentes son más autoritarios y menos democráticos. Los hechos han tomado el lugar de los derechos (giro ético). La inhumanidad es una de sus características. Fanfarrones que -cuando las baladronadas no sean suficientes- deberán apretar el botón rojo. Solamente hace falta, estar seguro, de que el otro lo va a hacer. Los servicios secretos (que antaño garantizaban una información fiable) está absolutamente desbordados por la intoxicación interesada de los medios debida a la guerra de la información. ¿Cuándo no haya manera de saber que es verdad y qué es mentira… como actuar? Está claro: siendo el primero. Pero no hay que alarmarse. La destrucción está tan multideterminada que es inevitable. El negacionismo lo invade todo: clima, residuos, contaminación, salud, historia. A la dictadura del proletariado (¡pobre proletariado: ni la olió!) le ha sucedido la dictadura del empresariado. Ya no se trata de incitar al consumo; se trata de imponerlo… mediante la simulación en avatares. ¿Alguien se puede creer que unos empresarios y unos políticos que saben por adelantado. qué se va a comprar y quién va a ganar las elecciones… se conformarán con el dictado de las voluntades y de las urnas? Saben lo que vamos a hacer y harán lo indecible por impedirlo. La magia de conocer el futuro ya está aquí… pero solo a disposición de los chamanes. 

 

Cuando las armas aumentaron alarmantemente su letalidad (valga la redundancia), los militares, lo que hicieron, fue poner en su lugar a los ciudadanos. El negocio de la guerra era demasiado suculento como para abandonarlo. La solución fue continuarla cambiando las víctimas. Somos el carbón que alimenta la máquina capitalista, carne de cañón (Hiroshima y Nagasaki)) y combustible (Matrix). ¡Se acabó la fiesta! El estado del bienestar fue una añagaza para instaurar los impuestos (Piquetti). Una vez usados y abusados, el Estad providencia ya no tiene sentido: hay que privatizarlo todo: sanidad, educación, asistencia social, etc. El futuro inmediato es la robotización. El trabajo desaparece y no es cuestión de esperar a que la desamortización del trabajo se produzca de una sola vez (Las masas enfurecidas son siempre peligrosas). Hay que disminuir su masa paulatinamente, sin que se note. Simulando la persistencia del más apto, del más entregado, del trabajador más intergrado. Y hay que desviar la atención de los verdaderos culpables poniendo a los trabajadores los unos contra los otros. Ahora son los emigrantes los que nos quitan el trabajo pero dentro de poco serán nuestros propios compañeros, con lo que tomamos hoy una cerveza. Porque la verdad se opaca a la par que la atmósfera,  se contamina como las aguas, e intoxica como los residuos. La mentira lo invade todo como previamente lo hicieron los plásticos. Somos de una total coherencia: mierda que se va a la mierda.  

 

El poltronismo político, el presentismo empresarial, el beneficio inmediato  comercial, han destruido el mundo que conocíamos. La competencia a ultranza ha sustituido a la colaboración, la esquilmación a la prudencia, la dominación a la pacífica convivencia. No es que el pasado fuera un dechado de perfección, pero tampoco era esto. Nuestro progreso (que lo hay) ha respondido siempre al interés particular, a la lucha por controlar y dominar, a la tiranía de la sojuzgación. Y tantos adjetivos han acabado con el sujeto, con el ser humano, con la sociedad y con el planeta. Y en este ambiente de paz y concordia solo me resta desearos un feliz y próspero año nuevo. ¡Aprovechadlo que puede ser el último! La ultraderecha, Trump, Netanyahu, Milei, la inteligencia artificial, las cumbres del clima, la privatización y exterminio del Estado del bienestar, la deuda económica, la corrupción política, eclesiástica y empresarial… ¿Qué podría salir mal?

 

El desgarrado. Diciembre 2024.




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