» 19-03-2024 |
El genocidio que Israel han emprendido contra el pueblo palestino continua. Ahora ya es evidente lo que al principio solo era una sospecha: Israel pretende la desaparición del pueblo palestino, en su totalidad, infanticidio incluido. Quiere acabar de raíz con quien se opone (con el beneplácito, aunque no el apoyo de la sociedad de naciones) a su glorioso proyecto de restauración del Estado de Israel, en una campaña de limpieza étnica como jamás se había hecho otra, incluido el Holocausto. 33.000 muertos y 70.000 heridos en una campaña de una crueldad sin límites en la que los hospitales se han convertido en objetivos preferentes y los niños (más de 10.000) en objetivos significados. Todo ha tenido cabida en esta campaña, y todo lo peor de nuestra especie. Con el señuelo de una guerra contra el terrorismo se han sobrepasado todas las premisas de la guerra humanitaria y todas la barreras de la compasión de nuestra especie, contra un pueblo prácticamente indefenso (llegó a utilizar las piedras como armas). Y ante la inacción de los servicios secretos israelitas, con la sospecha de que el atentado de Hamas fue consentido para llegar a la situación actual.
En la guerra (práctica que no hemos dejado de usar en ningún momento de la historia de la humanidad) la estrategia, los intereses los ponen los político-militares y los muertos los pone el pueblo, que sin embargo, es el rehén de todas las represalias. Esta reorientación de objetivos: de los políticos al pueblo y del terrorismo de Hamas al estado palestino, es la excusa del genocidio. Poco importa si se han sobrepasado todas las leyes de la guerra y humanitarias en una campaña, mentirosa, desproporcionada, jactanciosa y por encima de todo inhumana. El contexto de esta situación ha sido preparado concienzudamente por los dirigentes del pueblo israelí, que antaño sufrieron la sinrazón -hasta entonces más horrible- del Holocausto: nadie puede hacer comparaciones porque el Holocausto es lo más, nada lo puede igualar. No solo era necesario el genocidio sino que además hacía falta la justificación. En el año de gracia de 2024 Israel ha conseguido lo que ansía desde la muerte de Cristo: la recuperación de su Estado nacional, el restablecimiento del Estado del pueblo elegido por Dios. Y cuando Dios te apoya los medios son accesorios.
Traigo aquí a colación dos fragmentos de Hans De Waal -insertos en “El mono que llevamos dentro”, que me parecen harto significativos. Ambos está en la página 247 de la edición de Booket.
“Encontré un vívido ejemplo de esto mientras tomaba el té con una pareja joven, durante una visita a un Kibbutz israelí en la década de 1990. Ambos se habían criado en un kibbutzim cercano cuando todavía se separaba los niños de los padres para que crecieran juntos en la cooperativa. La pareja me explicó que esta práctica se ha abandonado y que ahora se permite a los niños ir a casa con sus padres después de la escuela y por la noche. El cambio fue un alivio, me dijeron, porque tener a los hijos cerca" parece lo correcto”.
“En el año 2004, el ministro de justicia israelí provocó un gran revuelo político al compadecerse del enemigo, Joseph Lapid cuestionó el plan del ejército de Isreal de demoler miles de casas palestinas en una zona a lo largo de la frontera con Egipto. Lo habían conmovido las imágenes de los telediarios: ‘cuando vi la imagen de una anciana a cuatro patas en las ruinas de la casa buscando sus medicinas bajo unas baldosas, pensé que diría yo si fueran mi abuela’. La abuela de Lapid fue una víctima de Holocausto. Los partidarios de la línea dura no querían oír esto, por supuesto, y se distanciaron de él. El incidente ilustra como una emoción simple puede ampliar la definición del grupo propio. De pronto, Lapid se había dado cuenta de que los palestinos también estaban dentro de su círculo de preocupación. La empatía es el arma que puede librarnos de la maldición xenofoba”.
Es evidente que ni en uno ni en otro caso las emociones han concurrido para evitar la situación actual.
Asistimos impávidos a la masacre de un pueblo por los intereses político-económicos-religiosos de su eventual vecino. No solo no hemos mejorado sino que seguimos cavando la fosa de nuestra humanidad y nuestra decencia. ¡Todos somos Palestina, todos somos los niños palestinos, ejecutados por unos políticos sanguinarios cuya ideología es obtener un puñado de votos, ofreciéndoles a sus votantes lo que previamente les han hecho creer que es su anhelo! Netanyahu ya se ha hecho un lugar en la historia, junto a Hitler y Stalin. Pero deberían hacer un hueco en su particular Olimpo para el resto de dirigentes mundiales que han consentido que esto ocurriera, que han asistido al dantesco espectáculo sin que fuera con ellos. Si votáramos por sus actos deberíamos tomar buena nota de cuales son sus prioridades: la política antes que la vida; la poltrona antes que los derechos humanos. Pero somos rehenes de nuestros políticos como los palestinos son rehenes de los políticos israelitas. Si tuviéramos lo que hay que tener, abandonaríamos a esta banda de desalmados en la próxima cita a las urnas. Sin sustituirlos por la ultraderecha, ¡Claro! no fuera que cayéramos de las sartén al fuego. Pero no lo haremos. Aún así, nuestra cobardía no blanqueará su ignominia. Si todos nosotros somos palestinos, todos ellos son Hitler… por acción u omisión.
El desgarrado. Marzo 2024.