» 20-08-2019

Relato 23. La fortaleza del relato como pensamiento débil.

Quiero continuar hoy con la reflexión sobre el relato como pensamiento débil. Frente a las grandes formas de universalización-abstracción-ley que suponen la cantidad-matemáticas, el concepto-lenguaje, la verdad-lógica y la igualdad-justicia el relato es una forma débil que no iguala su fortaleza. Ni que decir tiene que frente al pensamiento cibernético (inmensas bases de datos operadas por potentes ordenadores con el método cibernético de retroalimentación) el relato no tiene nada que oponer… en cuanto sistema de conocimiento de la realidad. El relato es la estructuración racional de la realidad (Rancière) de la forma que conviene a la mente pensante, con principio, desarrollo y fin, en un momento discreto de la historia y con las características aristotélicas de secuencialidad (linealidad), causalidad (concatenación), necesariedad (solo lo importante y nada más que lo importante), intriga (interés), etc.

 

Con la llegada de la posmodernidad y la impugnación de la metafísica (la existencia de un sujeto soberano que es capaz de comprender el mundo -no solo como es sino también como separado del sujeto-, la verdad como esencia oculta tras la apariencia, y el ser estático como compendio de todo lo que hay) aparecen ciertas corrientes de pensamiento (el pensamiento débil de Vattimo y los tiempos líquidos de Bauman) que aplican la desaparición de la metafísica al pensamiento filosófico o sociológico en lo que, desde aquí entendemos que es simplemente una ampliación del relato.

 

Vattimo ve, precisamente a la desaparición de la metafísica (y la imposibilidad de lo objetivo), como la debilidad del pensamiento actual. A ello le añade la caracterización de la democracia como lo que en vez de buscar la verdad busca la utilidad (el gobierno de las mayorías). El pensamiento liberal, el naturalismo y el cristianismo son vistos como procedimientos de imposición de la violencia, violencia que excluye, de principio, del pensamiento débil. Se alinea con los pensadores que no supeditan la filosofía a la ciencia como Heidegger, Husserl, Gadamer, Rorty, supeditación que identifica con el pensamiento europeo frente al pensamiento norteamericano. De ello deduce que solo un pensamiento de izquierdas es posible convirtiendo su pensamiento débil en un pensamiento fuerte e incluso dogmático. Esa contradicción no afecta al relato que por no proponerse como forma fuerte de conocimiento no entra en contradicción ni con la verdad-lógica, ni con la ciencia-cantidad-matemática, ni con la igualdad-justicia, ni con la metafísica-concepto-lenguaje.

 

Respecto a los tiempos líquidos de Bauman (una visión sociológica) ya les dedicamos unos blogs: “Refugiados, asilados y migrantes económicos 1, 2 y 3. Bauman” que ahora rescatamos muy parcialmente. Una serie de novedades crean un nuevo escenario mundial: 1) el paso de la fase sólida a la fase líquida de la sociedad (las instituciones, las estructuras y los modelos de comportamiento no se sostienen en su forma sólida y se derriten incapaces de desempeñar su cometido); 2) el divorcio entre poder y política (el poder se desplaza del Estado-nación al espacio global, La política se circunscribe al espacio local); 3) la gradual pero sistemática reducción de los seguros públicos (que cubrían el fracaso y la mala suerte individual) socava los fundamentos de la solidaridad; 4) la desaparición de la planificación y la acción a largo plazo a manos del cortoplacismo; 5) la individualización de las responsabilidades (flexibilidad, oportunismo, deslealtad, como actitud de vida). La consecuencia es la incertidumbre generalizada.

 

La justicia es una cuestión planetaria. 1) por las autopistas de la información. Nada permanece en un afuera intelectual; 2) por la interconectividad. Nada permanece en un afuera material. Todas las sociedades se hallan abiertas (sin afueras). Esta apertura casi siempre se asocia con la globalización negativa (altamente selectiva del comercio y el capital, la vigilancia y la información, la coacción y el armamento y la delincuencia y el terrorismo). Lejos de ser una sociedad autodeterminada es una sociedad desventurada, vulnerable y abrumada por fuerzas que ni controla ni entiende. Y, como no, la imposibilidad de conseguir la seguridad de un país al margen del resto.

 

También es imposible conseguir la justicia. Y todo ello desemboca en el miedo. Un miedo que se realimenta a sí mismo: contra más miedo más parafernalia para combatirlo,  cuya escenificación produce más miedo. Este círculo vicioso extrae su energía de los estremecimientos existenciales (que siempre existieron pues ningún escenario social fue nunca garantía contra el destino, pero que ahora se agravan). El progreso se ha convertido en distopía fatalista. Incapaces de combatir los miedos, tratamos de focalizarlos, buscamos blancos sustitutivos (humo de tabaco, grasas saturadas, bacterias malas) contra los que fortificarnos, lo que acrecienta la sensación de mundo temible.

 

Frente a esas dos formas de pensamiento débil el relato muestra paradójicamente su fuerza. El relato vive al margen de la metafísica y consecuentemente de sus grandes sistemas de abstracción-universalización-ley. El relato no busca la necesidad, no busca la rígida causalidad sino la posibilidad. Desplegar un repertorio de mundos posibles (y alternativos) es suficiente para él, puesto que no participa de los pares de oposiciones metafísicos. Lo suyo es producir modelos alternativos. Pero de esta manera no se formula un sistema dogmático y por tanto no se sale de la inceridumbre. La cuestión es que tampoco desde la metafísica se sale de la incertidumbre como demostraron el teorema de incompletitud para las matemáticas, la partición de lo sensible discreta (y no continua) del concepto, la inducción respecto de la lógica y la dominación respecto de la igualdad. Como acabamos de ver el pensamiento débil de Vattimo se convierte en dogmática metafísica y los tiempos líquidos de Bauman conducen a la incertidumbre y al miedo.

 

El relato no es un sistema mejor que los sistemas instados por la metafísica. Es un sistema igual de malo (porque los sistemas “buenos” no son posibles) y por lo tanto comparable a todos los efectos con ellos. Es un sistema hermeneútico filosófico tal como lo caracterizó Gadamer, para quien la experiencia vivida es comparable a la aspiración (fallida) del sentido en sí. Esa es la fuerza del relato: la debilidad de los sistemas científicos. La rebelión de la filosofía frente a la ciencia (recordemos que la ciencia es la suma de los cuatro sistemas de abstracción-universalización-ley de la metafísica).  Si aún así os parece que la dogmática esencialista-idealista puede llegar a ser exacta (que no es así) pensad que la estadística (práctica) y la probabilidad (teórica) -que tanto se aproxima a la posibilidad del relato-, de acuerdo a la ley de grandes números, puede aproximarse a la exactitud tanto como quiera (aunque nunca alcanzará la exactitud dogmática). Una exactitud instrumental al fin y que siempre se puede aceptar de acuerdo a los fines previstos. Si la exactitud dogmática es imposible el relato de las posibilidades puede llegar a ser exacto… instrumentalmente.

 

El desgarrado. Agosto 2019.




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