» 28-03-2024

Señoras y señores 103. Feminismo cotidiano. Rigoberta Bandini.

Entre las diferencias que cabe distinguir entre géneros (y sin afán de absoluto) se encuentra la trascendencia. Podríamos decir que el hombre es trascendente y la mujer no. La metafísica (obra magna del pensamiento masculino) es esencialmente trascendente (el nombre la delata). Para el hombre la trascendencia es una necesidad. El hecho de que esta vida se acabe en la muerte es insoportable para quien se  ha autoentronizado como rey de la creación. ¿que mierda de rey es aquel al que le espera la nada? La muerte tiene que ser la puerta a otra realidad: la ultratumba… para la que la religión ya ha dispuesto escenario y función. La eternidad, la juventud eterna, permanecer en la memoria, dejar una obra imperecedera, es el sueño de todo macho humano. La mujer tiene otros intereses lo que no es óbice para que -por contagio- se abra un resquicio a la inmortalidad. De hecho la relación de la mujer con la vida es bastante distinta que la del hombre: el hombre la quita; la mujer la da. La mujer la vive; el hombre la sufre. El hombre la lucha; la mujer la disfruta. En resumen: en una vida en la que la muerte es cotidianidad, trascender es mucho más importante que el simple vivir.

 

Las empresas a las que el hombre aspira (tanto físicas como síquicas) tienen que ser intensas, grandes hazañas, épicas, heroicas. Es su forma de tomarse la vida. Las ideologías corren la misma suerte: libertad, igualdad, humanismo, dignidad, honor, valentía, sabiduría. La mujer es menos dada a las grandes empresas, lo que la hace llevar las ideologías de forma harto más ligera. Pero el hombre defiende las ideologías como esenciales y la mujer se contagia de su halo de grandeza. Es lo que ha ocurrido con el feminismo. De la necesaria reivindicación de la igualdad entre géneros (en un mundo en que las diferencias son abrumadoras), los teóricos bien intencionados y el contagio han hecho una epopeya, una lucha heroica, una gesta sin par. Las mujeres quieren la igualdad, pero pasan de la lucha y de la gesta. Quieren los fines pero no aceptan los medios. La igualdad debería ser algo que se pide, se razona y se obtiene, no una lucha sin fin a la que el hombre opone una defensa numantina. Y además la ridiculiza, presentando a las mujeres que la siguen desde brujas hasta marimachos. El hombre se toma la reivindicación como una cruzada y la lanza a la cara de las mujeres, magnificando su carácter de lucha fraticida contra el género humano. Resultado: el 50% de las mujeres claudican. 

 

La cuestión es ¿existe un feminismo a la medida de la mujer, a la medida de su forma de pensar? ¿Es posible plantear un feminismo sin el carácter de lucha de sexos, envidia del pene o deficiencia genética? Hasta ahora solo lo hemos visto en las grandes manifestaciones, en contestación a grandes abusos masculinos como la sesgada aplicación de la ley en casos de violación, acoso, violencia, etc. Y han sido manifestaciones esporádicas en casos sangrantes (la manada, Mee too). En pocas palabras: no existe un feminismo cotidiano, a la medida del pensamiento femenino, que se desarrolle en un diálogo sereno y no como respuesta a un abuso flagrante de derecho. La concienciación de la mujer es cada vez mayor pero no tanto como para denunciar cualquier caso de violencia, acoso, violación, injusticia, techo de cristal, etc. La mayoría no quieren entrar en una guerra abierta, bien caracterizada por los ideólogos como de oscuras motivaciones sexuales. El feminismo no debería aflorar solo en casos de extrema gravedad, sino que debería ser tan cotidiano como la reivindicación laboral; tan normal como cualquier otra actividad social.  

 

Rigoberta Bandini es un proyecto de Paula Ribó. Su nombre saltó a los medios cuando el jurado del Benidorm Fest 2020 le arrebató el triunfo que le habían concedido crítica y público en favor de Chanel. También se le censuró la coreografía que incluía la visión de tetas en un momento de la actuación, lo que desvirtuaba la letra de la canción (“No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas
Sin ellas no habría humanidad ni habría belleza…”), que por otra parte era un canto a la madre, lo que hace sospechar que las tetas que se hubieran mostrado hubieran sido en esa faceta. Dicha censura, se argumentó que hacía a la canción no adecuada para  Eurovisión… a pesar de la repercusión que tuvo en los medios musicales y feministas. Paula no hizo sino felicitar a Chanel y al festival. Dos años después su proyecto se ha consolidado y sus letras -de intensa poesía y modernidad- se han convertido en himnos feministas (a nivel de calle), y juveniles. Internet ha acogido un aluvión de entrevistas de las que no es difícil extraer ese poso de feminismo cotidiano, firme pero sin alharacas, constante pero sin pausa. 

 

La innovación (originalidad) de Paula no consiste en los elementos (armonía, melodía, ritmo, letras -lírica, festiva, nostálgica- estructura narrativa, etc.) sino en la manera como mezcla todos estos elementos. No en cada uno individualmente sino en la forma de relacionarlos. Parece música deconstruída (en el sentido vulgar del término), es decir analizada y vuelta a sintetizar en un orden nuevo, aunque también le cuadraría el sentido de “deconstruido” de la posmodernidad: des-metafisicado, in-trascendente, ajeno al dominio del concepto, la verdad absoluta, la igualdad y la cantidad, tanto como del género único, el fetichismo de la mercancía, el dinero como equivalente universal del valor. Incluso supera la concepción habitual de la música al introducir elementos del contexto en el que se creó (como el huevo frito, ruidos de fondo o las interrupciones del bebé). Pero todo esto no se manifiesta desde la profundidad sino desde la fiesta y la diversión: cantar y bailar como expresión de humanidad. Los comentarios de sus seguidores a sus trabajo así lo manifiesta: reír y llorar, emocionarse y divertirse… vivir. La referencia a la libertad (por encima de la igualdad) entronca con la referencia a Despentes. Las referencias a Torrentino grita a la vida. La referencia a Delacroix llama lo mismo a la figura femenina en el arte como a la mujer guiando al pueblo hacia la libertad (¿la belleza -el arte- guiando al pueblo?). “Paula Ribó sufría y ahora es solo poesía!” La conversión del sufrimiento vital en poesía, efectuada por el proceso artístico, es sencillamente glorioso.

 

La multitud de caminos que toma su arte: dobladora, teatro, compositora musical, cantante, bailarina, tertuliana, nos devuelve la imagen multiárea y multipuesto de la mujer en la sociedad. La superwoman capaz de acarrear con múltiples bultos, subvenir a todas las necesidades, compatibilizar el papel de madre, llegar a todas las citas, cuidadora, profesional, organizadora, etc. y todo ello sin la insoportable trascendencia del hombre y sus sueños de héroe de epopeya, sujeto de la épica. Vivir no es ir, es estar; no es ser para… sino existir, sin más. Esa manera de entender la vida desde la feminidad es lo que todos deberíamos entender y practicar: la perra como modelo. La principal característica diferencial de las mujeres es la de ser sintéticas (sumadoras, constructoras, componedoras) en vez de analíticos (descompositores, destructores, reductores). Dice la lógica que solo la síntesis aporta conocimiento nuevo, innova. El análisis no trasciende (ahora, sí) los elementos componentes, no añade la relación o la estructura como elemento nuevo. En la estructura de ¡Ay mamá! hay un elemento que me fascina. La última estrofa se produce como reacción a la reacción del público al descubrimiento del pecho en un ejercicio de autoconstrucción sin precedentes. Si la presencia del pecho la estrofa no tiene sentido no tiene lugar en una canción dedicada a la madre (a las madres). Es una canción interactiva que se construye mientras se produce. Creo que si la performance no se produce la estrofa debería desparecer o cambiar. Por cierto que la referencia a las “pussy riot” moscovitas brutalmente reprimidas por el zar de todas las Rusias me parece un hallazgo.

 

Un feminismo no beligerante es posible. Por que no solo de violencia vive la ideología. Su energía no brota de sus hormonas (que también) sino de su condición de mujer, madre y artista. Sus letras son espléndidas, pues tocan temas candentes (desde la fe a la maternidad, pasando por las drogas o el compromiso) y sus músicas son pegadizas y bailables (cosa que reivindica), no exentas de modernidad. Cotidianidad en su mejor expresión original y comprometida. Ciertas referencias podrían ser entendidas como trascendentes, pero no lo son, porque nunca se hacen desde la intención de trascender sino de retomar momentos vividos, episodios de diario, fantasías de normalidad. Ante la avalancha de machismo reguetonero y machacón, su música bien vale un apoyo y no por compromiso con la justicia sino con el disfrute y la fiesta.  Y además tiene una voz preciosa… en todos los sentidos.

 

Estamos viviendo una época de política-macho, de adrenalina y violencia sin fin, en la que hasta las empoderadas mujeres de la política sigue a pies juntillas el guión de la desacreditación, el insulto, la difamación, la bronca, etc. En esa época en la que los políticos no están a la altura de su condición de ejemplos públicos, en la que el ego se ha convertido en el motor de un cometido que debiera empezar por el respeto a los ciudadanos y a sus oponentes, los otros ciudadanos públicos, los artistas y los científicos toman el relevo de la ejemplaridad y el liderato de las luchas que de verdad importan: contra las guerras, contra la opresión, contra la mezquindad, contra la corrupción, contra la injusticia. La tradición en España de artistas comprometidos es larga y la dictadura se hubiera hecho mucho más larga sin ellos. Mientras los políticos se sepultan en su guerra sin sentido, olvidando su misión y su representación, el mundo de la farándula, cómicos y artistas, escribe otra página más de decoro, decencia y genio. ¡Qué buen vasallo fuera, si tuviera buen señor!

 

El desgarrado. Marzo 2024.




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