» 24-07-2024 |
Cuando el hombre -en los orígenes del logos- dio el golpe de mano que desplazó a la mujer de su posición igualitaria en el género y el saber, una de sus primordiales acciones fue precisamente poner enemistad entre la mujer y la lógica (¿os suena?), expulsarla del raciocinio altamente representado dentro del sistema metafísico por la lógica aristotélica. La lógica -tal como la concibió Aristóteles- es un sistema formal de razonamiento y por tanto no depende del significado de las proposiciones que componen el silogismo, que es la base de todo raciocinio deductivo. Y decir formal quiere decir mecánico, solo dependiente de la formulación: no es preciso entender lo que se está diciendo, sino simplemente aplicar las reglas de su uso. Pero eso contradecía el propósito del hombre de expulsar a la mujer del raciocinio por cuanto éste no era sino unas reglas prácticas que bien podía aplicar un animal bien adiestrado. Pero el hombre se había erigido también en maestro de la verdad y -en su posición determinante- la aplicaba a su antojo incluso en contra de sus propios designios (despotismo). La cuestión es que al calificativo de irracional se aunó el de ilógica. Los manuales de lógica -escasos por cuanto la lógica propuesta por Aristóteles se fosilizó hasta el SXIX en que Morgan y Boole, Peirce, Frege y Russell, la ampliaron de las proposiciones a las clases e intentaron su fusión con la matemática (Programa logicista)- denigraron e ignoraron a la mujer, excluyéndola. Traigo aquí el ejemplo de “Introducción a la lógica y al método cientifico” de Cohen y Nagel de 1934 (todavía en uso) en el que la mujer no existe.
Pero no es exacto que no exista la mujer en la lógica. Existe cuando se suscita la ocasión de denigrarla además de excluirla. En la página 128, al tratar de los silogismos hipotéticos y alternativos combinados se centra en el conocido como “dilema”. “El dilema es un razonamiento en el que una de las premisas, la mayor, es la conjunción de dos proposiciones hipotéticas, mientras que la menor es una proposición alternativa”. (Cohen y Nagel 1934, 128). Recordemos que el silogismo (aquí “razonamiento”) es un procedimiento de deducción que consta de una premisa mayor, una premisa menor y una conclusión, que se sigue necesariamente de las premisas. Existen varios tipos de dilemas de los que analizaremos el llamado constructivo complejo ,del que el texto citado da el siguiente ejemplo:
Premisa mayor: Si las mujeres se adornan por ostentación, son vanas; y si se adornan para traer a los hombres, son inmorales.
Premisa menor: O las mujeres se adornan por ostentación, o para atraer a los hombres.
Conclusión: O las mujeres son vanas o son inmorales.
Obsérvese que aunque no sabemos por qué las mujeres se adornan (se trata de hipótesis) concluimos que son vanas, o alternativamente, inmorales. Supongamos que hay un adversario (en la lid lógica) al que argumentamos el silogismo y cuyo cometido es refutarlo. A las alternativas se las conoce como “los cuernos del dilema”, con los que se cerca al adversario. Veamos como se opera la refutación: 1) El adversario puede aducir que las alternativas de la premisa menor no son exhaustivas (hay más alternativas, como que se adorna para ocultar un defecto o que el hombre al que quieren atraer es su marido), lo que le permite “escabullir los cuernos”. 2) El adversario niega la premisa mayor, mostrando que uno u otro de los antecedentes (ostentación; para atraer a los hombres) conduce a consecuentes diferentes de los enunciados (son vanas; son inmorales). Se dice entonces que “toma el dilema por los cuernos” por ejemplo aduciendo que “si las mujeres se adornan para atraer a los hombres, lo hacen con el fin de salvarlos de locuras peores, en cuyo caso, se debe considerar bondadosas” (Cohen y Nagel 1934, 131). 3) Finalmente, el adversario puede responder con otro razonamiento (silogismo) cuya conclusión contradiga la original. Si nos centramos en el segundo caso (2): negar la mayor, desconectar el “atraer a los hombres” de la “inmoralidad” es lo que comúnmente entendemos por: “poner los cuernos”.
Las conclusiones (no del silogismo sino del manual de lógica) son múltiples. 1) Las mujeres son necesariamente vanas (se adornan por ostentación) o inmorales (se adornan para atraer a otros hombres). 2) Son las mujeres las que “ponen los cuernos” a los hombres. 3) El adorno esconde la vanidad o la inmoralidad. En resumen: la lógica abala algunos de los grandes mitos negativos sobre las mujeres (fantasías): vanidosas (esclavas de la apariencia), ostentosas (soberbias), inmorales (busconas), fatales (son la causa de la perdición de los hombres… a los que adornan con vistosas cornamentas), provocadoras (atractivas y busconas), falsas (adornadas)… Pero hay más. Se desvela, además, la existencia de una campaña orquestada contra la mujer cuya insistencia ha hecho que se asuma inconscientemente por la sociedad su inferioridad. No otra cosa puede querer decir que se siga reimprimiendo un libro (¡de lógica!) que denigra a la mujer. En algo debemos estar de acuerdo: la fuerza del silogismo lógico es inmensa.
Hablar del hombre como representante de la especie humana (confundir el género con la especie), no es una simplificación inocente, sino un atropello. El lenguaje inclusivo es necesario si queremos que se disipe en el inconsciente la huella de la exclusión de la mujer del género, del saber y de la maestría. La resistencia a su generalización con argumentos tan débiles como la costumbre, la facilidad o la estética, simplemente esconde la reacción del macho ante el restablecimiento de la justicia. Que el 50% de las mujeres opinen en una reciente encuesta que el hombre es acosado por el feminismo no nos habla de la verdad de ese hecho, sino de la intoxicación inconsciente de esas mujeres por un pensamiento invasivo, tóxico, sesgado y taimado. Negar la paridad (la imposición de la igualdad numérica de hombres y mujeres en posiciones en las que la disparidad puede ser más contraproducente todavía) aduciendo la mayor valía (demostrada en una prueba diseñada y aplicada por hombres), la tradición, la historia o Dios, no solo es estúpido: es inhumano. El argumento del mal menor (netamente femenino como dejó claro Luis XV cuando dijo: “después de mi el diluvio”) -como en el caso de las becas, los pactos o los armisticios- tiene que integrase en nuestra lógica masculina… o quedará desplazado por el pensamiento femenino que apunta en el horizonte.
La paradoja para la mujer es la misma que para el demócrata: ¿Cómo se lucha contra la lucha? La respuesta sería: Ghandi (la resistencia pasiva) pero creo que las mujeres ya han hecho de Ghandi bastantes milenios. Y no es una lucha equitativa, luchar con piedras contra tanques (intifada). El micropoder ha sido un parche pero no una verdadera solución. Para el demócrata la disyuntiva es ¿cómo se debate dialécticamente con quien no acepta la democracia? En estas situaciones se niega la (premisa) mayor, el contexto, las reglas del juego. Estamos ante una situación ob-scena (fuera de escena) como diría Baudrillard. O jugamos todos al mismo juego y con las mismas reglas o no hay solución. Y da la impresión que esa alternativa es la más codiciada por muchos hombres: los de Dios y los de la propiedad privada. ¡Esto va a ser largo y duro!
El desgarrado. Julio 2024.