» 11-05-2025

Señoras y señores 117-1. “La maravillosa Sra. Mainsel” Prime TV. Feminismo y judaísmo.

Inicio aquí una serie de reflexiones sobre el feminismo de la mano de la serie de TV “La maravillosa Sra. Mainsel” de la plataforma Prime, creada por Amy Sherman Palladino. La Sra Palladino (por matrimonio) es judía militante, lo que se trasluce en la serie de forma incluso más patente, que en las series de tantos otros creadores de cine y TV como: Allen, Lorre y Prady, Sorkin, Abrams, Spilberg, etc. Y aparte de la solvencia de estos creadores me fijaré en ellos por la influencia de su raza-religión-política-sociedad-nacionalidad en los productos que elaboran. Los judíos son los primitivos mejor conservados disponibles para su estudio, antropológico. La búsqueda de pueblos “preservados” de los que pudiéramos aprender de nuestro pasado ha obviado siempre a este pueblo que se autocongeló en las más rancias tradiciones. A ello no es ajeno que sean el pueblo elegido, es decir, el pueblo señalado por dios con exclusión de cualquier otro, lo que les permite clasificar el mundo en judíos y gentiles (no-judíos), hazaña del dualismo que ni siquiera el hombre blanco ha conseguido. Acerca de que son los reyes del humor en la TV tampoco hace falta discutir demasiado pues dominan el género de forma totalitaria. Al hablar de judíos no me refiero exclusivamente a una religión, nación, sociedad, raza, política, sino al conglomerado de todas ellas. En una era de individualismos como la nuestra, observar a un colectivo que se ha mantenido fiel a sí mismo durante milenios me parece un regalo de la antropología que no se puede desdeñar. 

 

No solo son los autores del primer relato de los orígenes (la biblia) sino también de la primera religión monoteísta, y depositarios de tradiciones ancestrales como sus textos sagrados, sus costumbres primitivas: circuncisión, selección de animales prohibidos, de procesado ritual de alimentos, de endemia racista y cultural, de estado de guerra perpetuo (producto de un dios justiciero y vengativo), y campeones del victimismo y de la culpa. La lista de sus grandes hombres es inacabable: Spinoza, Marx, Kafka, Freud, Einstein, etc.  Consecuencia de todo ello es su extraordinario sentido del humor en el que se confunden: desprecio, ridiculización, surrealismo, crueldad, mimo, quizás -como decía Bergson- porque el humor tiene que ver con la culpa, humor que los ha llevado a controlar la industria del espectáculo. La fosilización de su cultura no les ha impedido estar a la cabeza de la tecnología, liderazgo que como muestra, nos proporciona la transformación del desierto que era Palestina en el vergel que ellos construyeron… a la par que una potencia militar y armamentista de primer orden. Quizás por eso y por la cultura de ¡Que gane el mejor! Han masacrado al pueblo palestino en una guerra santa digna de su ancestralidad. Verdad es que lo han hecho con la connivencia de USA y UE que resultan así tan culpables como los propios israelitas. Toda la cultura occidental (judeo-cristiana) dimana de su linaje: el pecado original, la redención de la culpa, el racismo y la xenofobia, la bondad de la ambición, el patriarcalismo y la familia como núcleo de la sociedad, etc. Todo ello visto desde una posición a-moral (la mía), lejana a esa dualidad maniqueísta que ellos (y casi todos los demás) lucen en su adn. 

 

No diré que el segregacionismo de género en el que vive inmersa nuestra sociedad sea una invención judía, pero que no es ajeno a él el patriarcalismo, es una evidencia. La expulsión de la mujer del culto a dios (la religión), del saber (la cultura y la sociedad), del género (la instrumentalización de la maternidad), de la esfera pública (política) y del maestrazgo (la prohibición de la pedagogía), son características (Irigarai) de cualquier nación occidental y podemos pensar que se originaron paralelamente en la evolución de muchos pueblos, pero que todos esos rasgos estén fuertemente presentes en el pueblo judío no puede ser casual. En ese aspecto -aunque dudo que esa fuera  la intención de la Sra, Sherman- la serie es ejemplar. La protagonista vive en el sometimiento y la sojuzgación sin fisuras y, sin embargo, muestra su oposición a la segregación de género (al que llamaré  feminismo, aunque se trata de corregir un defecto y no de imponer una voluntad) en su trabajo de humorista. ¿Solo desde el humor puede una mujer denunciar la segregación de género? ¿Es ese el mensaje que nos envía la Sra. Sherman? La magnífica recreación de los años sesenta que nos regala pueden hacer pensar que es así porque así era, es decir: estamos ante una descripción de lo que ocurría. Pero ¿no es chocante que no haya ni el menor atisbo de conciencia feminista en la protagonista? ¿De donde surge el contenido feminista? Ella anota en su libreta situaciones o frases graciosas pero no así situaciones de segregación de género. ¿Es el contenido de sus monólogos fruto exclusivo del humor, sin intervención -ni siquiera mínima de su conciencia de género? Ese parece ser el mensaje y el trato tibio que hace del movimiento feminista -no distinto del que da al progresismo juvenil- hace pensar que -la creadora de la serie- no está en el feminismo sino en la curiosa circunstancia de una mujer dedicándose al humor en un registro prohibido a los hombres… pero con la misma grosería.

 

La serie es original, graciosa, bien recreada (vestuario, decorados y música impecables), inteligente, bien interpretada, y a ratos parece feminista. Pero ¿lo es? A estas alturas ¿no deberíamos ser menos complacientes con una historia y una sociedad que presenta a los hombres como buenas personas y buenos ciudadanos, conviviendo con unas mujeres sojuzgadas y sumisas como si no fuera con ellos? La definición de los personajes secundarios es perspicaz y creativa, lo que contrasta con unos caracteres protagonistas mucho más anodinos, hasta el punto que, -a medida que vamos bajando en el escalafón- los caracteres están mejor definidos y más ricos en matices. La Sra, Mainsel es Jekills (esposa perfecta) de día y Hyde (feminista crítica) de noche y su marido es el marido perfecto, excepto por un error del que no se puede zafar en toda la serie. El padre representa la racionalidad académica y el patriarcalismo militante (sobre todo si es su pene lo que está en boca de todos). Su madre es un dechado de superficialidad y florero. Las relaciones amorosas son efímeras y cambiantes, en oposición flagrante a “el final feliz” y a la fantasía del enredo amoroso. El sexo “parece” -a ratos- más abierto que lo que fue en la época que se relata y la píldora solo aparece en los monólogos. La protagonista -desinhibida por lo común- es capaz de levantase de la cama -una vez acostada- para embadurnarse de crema y ponerse los bigudíes, evitando así que su marido la vea  en tan desfavorable situación estética. Sin embargo, las relaciones de amistad, son duraderas, respetuosas, y ejemplares. 

 

Como he dicho es difícil saber hasta que punto estas situaciones son denuncias o son descripciones. Si aplicamos el chiste de los dos peces que charlan mientras nadan: “¿está buena hoy el agua. No?”. “¿Qué agua?”. El relato se centra en mostrarnos una época en la que la sojuzgación de la mujer es “lo normal”, lo cotidiano, algo que no se detecta porque forma parte del contexto, un ambiente en el que se está inmerso. Pero eso -con ser interesante- no explica de donde sale  la conciencia feminista de la prota, excepto -si como he dicho antes- se trata del oportunismo del humor. Que solo desde el humor se ha podido realizar la crítica de la dominación es bien sabido, pero es llamativo que el humorista masculino -que hace lo mismo que ella- es tratado como defensor del derecho de expresión, paladín de la libertad y ella es simplemente un verso suelto. Ella no se plantea nunca si el contenido de sus monólogos es el adecuado (cosa rara en un artista) y -por supuesto- no se los plantea como lucha. Para ella es un trabajo, que debe hacer lo mejor que pueda… como si el contenido de sus monólogos fuera consustancial al trabajo y no un arma de lucha o reivindicación. El avance del feminismo en estos 75 años puede tildarse de enorme o de esmirriado, pues si se  han logrado algunas mejoras, por otra parte se ha iniciado una contraofensiva desproporcionada. El problema de que la segregación de género es un contexto, el agua en la que nadamos, no ha cambiado nada, hasta el punto que incluso las mujeres resultan involucradas en él. Mientras la igualdad sea unidireccional (iguales al hombre, iguales al modelo ejemplar) nada se habrá logrado. Como dice Despentes: libertad. Esa es la meta. Continuará.

 

El desgarrado. Mayo 2025




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