» 02-01-2020 |
Como otras veces he repetido el sistema de conocimiento de la metafísica se centra en cuatro abstracciones que se universalizan hasta constituir leyes: la cantidad (las matemáticas), la verdad (la lógica), el lenguaje (el concepto) y la igualdad (la política y la ética). A estas hay que añadir otras abstracciones universales como el falo (la premisa universal del pene: todos tienen pene originalmente y lo conservan o lo han perdido) o el dinero (equivalente universal del valor). Leyendo a Derrida “El factor de la verdad” Mármol-Izquierdo editores 2019, me encuentro con otro universal en el que no había reparado. Citando a Schreber dice: “Además era bien conocido por las almas que, si la voluptuosidad masculina es ciertamente estimulada por la visión de desnudeces femeninas, mientras que inversamente, la voluptuosidad femenina no lo es, o lo es en medida mucho menor, por las desnudeces masculinas, las desnudeces femeninas tienen un efecto igualmente estimulante sobre ambos sexos” (Derrida, 2019, 13). Schreber, a pesar del interés que suscitó en Freud y Jung, no es un personaje con especial autoridad en este campo.
Así planteado y con todas las reservas (nada avala esta afirmación sino el hecho de que Derrida la recoja, es decir, su autoridad) podríamos colegir provisionalmente, que el atractivo femenino es universal (afecta a hombres y a mujeres). Existen indicios de que así sea como la reticencia de los hombres a manifestarse sobre la belleza de otros hombres que, simétricamente, no se da en las mujeres, o la afirmación generalizada de que las mujeres no se visten (arreglan) para gustar a los hombres sino para competir con otras mujeres. Insisto: indicios. Deberíamos definir “atractivo” lo que haré a través de una aproximación: atractivo es lo que gusta. No tiene por tanto connotaciones exclusivamente sexuales sino también, afectivas y estéticas. Las consecuencias son enormes pues la explotación del cuerpo femenino en la publicidad o en el cine no tendrían un cariz exclusivamente sexual sino que, al ir dirigidas a ambos sexos, se ubicarían en el espectro más amplio del atractivo o el gusto. Todo un feminismo que se centra en la explotación del cuerpo de la mujer debería reorientarse del sexo (deleznable) al gusto (aceptable).
Si pensamos en el fenómeno de la metrosexualidad, todas sus actitudes: depilación, cuidado del cabello y de la piel, vestuario, cuidado del cuerpo en cuanto cuerpo (y no en cuanto herramienta), sensibilidad, normalidad del llanto, amaneramiento, etc. no son sino exportaciones de la idiosincracia femenina (aunque algunos podrían decir que lo son de la niñez). Los hombres que quieren gustar, imitan a las mujeres. En la homosexualidad estos traspasos son evidentes no solo de la actitud femenina a los homosexuales masculinos sino en sentido contrario de las actitudes masculinas a las lesbianas machorras. Podríais decirme que la esportivización y la inclusión en profesiones tradicionalmente masculinas, de la mujer también la abocan a actitudes de hombre, pero no es cierto. La imagen de Florence Griffith luciendo toda su feminidad en Barcelona 92 es suficientemente expresiva. Atleta y musculada, si, pero sin renunciar a su atractivo femenino.
Con ello no quiero decir que no se utilice el cuerpo de la mujer de forma exhaustiva (como por otra parte se abusa de la mujer en todos los campos desde el laboral al doméstico, como muestra de la dominación pura y dura) sino que ese ab-uso es incluso más amplio que el sexual pues se extiende hasta la pura atracción y al gusto, prácticamente a la imagen. En este sentido lo erótico sería el atractivo específicamente femenino, pero universal, mientras que el atractivo sexual sería otra cosa y no universal (en cuanto se diversifica por géneros). Pero siendo estos matices importantes no son los sustancial. Lo sustancial es que el atractivo de lo femenino es universal. No es difícil pensar que lo femenino marca el canon de la belleza. Es cierto que como dice “guerrilla girls” las mujeres solo pueden entrar en los museos desnudas. Es cierto que en la Grecia clásica los cuerpos de efebos masculinos son habituales pero con dos precisiones: 1) los efebos eran objeto habitual de las atenciones de los hombres maduros, 2) Las representaciones de hombres maduros son escasas y metafóricas (la fuerza, el dominio). Las figuras de efebos desnudos desaparecieron fulminantemente con el cristianismo homófobo.
La abstracción del B&N iniciada por el dibujo y la despolicromización de las estatuas clásicas e institucionalizada por la fotografía y el cine, no por ser consecuencia de accidentes o por falta de tecnología adecuada, han dejado de ocupar un puesto importante en la estética. El B&N se aleja de la pornografía en el sentido que se aleja de la carnaza, pero no se aleja del erotismo ni de la belleza. El B&N se centra en los volúmenes alejándose del cromatismo, abstrae de la carne su cualidad esencial: el color. Como diria F. Julien: esencializa el desnudo, lo espiritualiza (“La esencia o el desnudo”). Mapplethorpe a parte, no existe una escuela estética de fotografía de desnudos masculinos porque no pretenden la belleza sino la sexualidad. Con todo esto quiero decir que el atractivo del cuerpo desnudo de la mujer tiene mucho más que ver con la estética, con el gusto (incluso con el erotismo), que con el sexo.
¿Desarticula esto la tesis de que el cuerpo femenino es explotado por el patriarcalismo heteronormativo (que diría Preciado)?. Rotundamente no. ¿Es una maniobra más de llenar con un contenido fútil, aquello que se ha despojado de todo contenido? Probablemente. En tiempos en que el ab-uso de las imágenes de los niños (en las manifestaciones, en la inducción al consumo, en la ecología, en la caridad…) y el ab-uso de los hombres objeto copan los anuncios de colonias y cosméticos, quizás deberíamos replantearnos el ab-uso del cuerpo femenino como un depravación específica. Se ab-usa de todo, aún cuando el abuso de la imagen de la mujer siempre estará en primer lugar. Parece que hemos hecho un viaje circular: estamos donde estábamos. Quizás un poco más sabios. La acción es otra cosa. La lucha continúa.
El desgarrado. Enero 2020.