» 25-01-2020

Señoras y señores 38-2 Apuntes sobre la diferencia de género. La igualdad.

La igualdad es un concepto límite, una aspiración, una tendencia que nunca puede llegar a realizarse cabalmente. La igualdad no es un concepto aislado sino un concepto relacional. Una cosa no puede ser igual sino a otra cosa. E inmediatamente hay una que antecede a la otra, que la preexistía, el modelo, el original. La igualdad que los hombres proponen a las mujeres es la igualdad a ellos mismos. El modelo, el original es el hombre. La mujer puede aspirar a bajar a la mina, a boxear, a lanzar peso o a ser militar o verdugo. Puede aspirar a ser analítica, filósofa o matemática. Puede defender el honor de la patria enviando a sus hijos a la muerte. Por supuesto deberá taparse los cabellos, ocultar el cuerpo, cumplir las normas (masculinas) de acuerdo con unas normas patriarcales que solo puede cumplir y de las que no puede escapar. Eso no es igualdad. Eso es modelización, dominación, sojuzgación.

 

Las matemáticas son un procedimiento de abstracción de la cantidad que olvida la calidad en favor de la universalización. Eso le permite ser conmutativa (entre otras muchas cosas). Lo mismo da a=b que b=a y sin embargo es evidente que no son iguales. Ni son el mismo guarismo (aritmética) ni están en la misma posición (geometría). Ni siquiera pertenecen al mismo tiempo, puesto que el proceso de escritura ha hecho llegar al papel a una antes que a otra. En una palabra: se ha abstraído la cantidad y todo lo demás se ha relegado al olvido. No se pueden sumar peras y manzanas ¿cuál sería el resultado? En efecto frutas. Pero sería un resultado incoherente. Si sumamos frutas el resultado coherente son frutas. Si sumamos peras y manzanas el resultado coherente es pera/manzanas. Frutas en un nivel de abstracción superior que peras y manzanas. Estamos tan acostumbrados a las matemáticas que nos parece coherente que peras y manzanas den como resultado frutas y no es así. Hay ahí una operación encubierta que transforma peras y manzanas en frutas y es una operación que no está autorizada en la operación matemática. Podría por ejemplo descubrirse mañana que la pera no es una fruta sino otra cosa (no es probable pero cosas así pasan, pensad en Plutón) y la operación quedaría invalidada. Si queremos saber cuantas manzanas hay en seis cajas si en cada caja caben 24 manzanas multiplicamos 6X24=144. La operación es conmutativa por lo tanto lo mismo da 24X6=144. Sin embargo cualitativamente no es lo mismo pues ahora son 24 cajas de seis piezas cada una. La cantidad es conmutativa, la cualidad no lo es.

 

Amparándose en la conmutatividad matemática el hombre ofrece a la mujer la igualdad proponiéndose como modelo a imitar. Hombres = mujeres quiere decir que las mujeres deben ser iguales a los hombres, lo que no es lo mismo que pongamos a las mujeres como modelo y que los hombres se deban asimilar a ellas. Para operar cualitativamente deberíamos decir que h=m y m=h. Solo si ambas igualdades se producen podremos decir que hombres y mujeres son iguales. Pero el hombre nunca ha hecho esto. El hombre concibe la igualdad con un modelo privilegiado que es él mismo (tan parecido al modelo del dios en la religión). Si quieres la igualdad tendrás que bajar a la mina, ingresar en la policía, o boxear. No estamos diciendo que no haya mujeres que estén dispuestas a hacerlo (recordemos la plasticidad) y que tengan perfecto derecho a hacerlo, estamos diciendo que la igualdad que el hombre propone es la adopción del modelo masculino. Por lo tanto no es verdadera igualdad sino modelización, mímesis, clonación. La auténtica igualdad sería la antedicha de h=m y m=h (ambas cláusulas) o bien la igualdad de hombres y mujeres a un ente neutro (n). h=n y m=n (también ambas cláusulas). El ente neutro parece difícil de alcanzar (¿hermafrodita funcional?), pero no imposible. Pero hasta ahora nadie ha querido armarlo.

 

El caso más paradigmático de esta “igualdad” que los hombres ofrecen a las mujeres es el trabajo fuera del hogar. La mujer se ha igualado al hombre trabajando fuera del hogar pero con una salvedad. El trabajo dentro del hogar sigue siendo privativo de su género. El hombre nunca ha pretendido que el trabajo del hogar fuera con él. h=m pero m no es igual a h. La brecha salarial, la paridad, la igualdad sexual, se producen por una desigualdad subyacente: la agresividad, la testosterona. Desigualdad biológica-hormonal. La mujer no alcanza la igualdad de salarios, la paridad o la igualdad sexual porque no lucha, por que no se plantea el mundo laboral como una guerra. Y evidentemente porque el hombre está totalmente conforme con que así sean las cosas. No pretende la justicia sino la ventaja. Es cierto que el hogar es un invento femenino. Cuando ambos trabajan por igual en el campo (como ha ocurrido durante siglos en el mundo rural) el trabajo del hogar “prácticamente” no existía (pero existía: había que cocinar, coser, lavar, etc.) porque el hogar se reduce al fuego, el suelo suele ser de tierra, las paredes no pretenden adornar sino cerrar el paso a los meteoros, y el aseo es la cuadra. Sin embargo el hombre ha aceptado el hogar arreglado y limpio y la ropa lavada y planchada sin considerar que debe echar una mano.  Como si fuera algo que la mujer quiere hacer y a ella solamente atañe. Probablemente la civilización sea más ese decoro que la tecnología.

 

Resumiendo. La igualdad que el hombre ofrece es una adhesión al modelo masculino. Mimesis de ese modelo. El hombre se mira en un espejo que es la mujer (a la que pretende a su imagen y semejanza). Narcisismo. Para nada contempla que esa igualdad sea laboral, ocupacional, sexual, parental, etc. Los hijos son un problema de la madre por la sencilla razón de que ella no lo discute. Porque su dependencia afectiva la traiciona. El hombre se aprovecha. No es vano recordar que el sufragio femenino (pensemos que el sufragio universal no incluía a las mujeres), o la libertad para trabajar sin permiso parental previo, son cosas recientes. Las asignaturas pendientes son muchas desde una justicia machista que disculpa a los violadores, hasta la citada brecha salarial, el acoso, la equiparación sexual, la paridad, el trabajo doble, la asistencia a los dependientes… No es esta igualdad secuestrada la que hará que hombres y mujeres sean iguales. Simétricamente iguales. No es este el camino. Todo este montaje es una cortina de humo en el que el hombre ha conseguido que la mujer se pringue en la violencia y en la zafiedad masculina. En el consumo de alcohol, en el lenguaje procaz, en las costumbres bárbaras como las novatadas, en el consumo de pornografía, en toda la mierda que nos adorna como género. Y en una pretendida libertad sexual que solo conduce a la manada. De la prostitución como profesión hablaremos en otra sesión.

 

Podéis pensar que esta pretendida igualdad es un paso previo hacia la emancipación. Lo dudo, pero si pensáis que ese es el camino, ¡adelante! Creo, sinceramente, que esta igualdad que ofrecemos los hombres es otra manera de perpetuar el dominio de la manera más sangrienta: ¿no quieres ser hombre, pues, ¡toma!? Como si la igualdad consistiera en convertirse en hombre, en asumir el modelo. Si el machismo es zafio este comportamiento es perverso, inaceptable, atroz. Evidentemente es una opinión. No pretendo que renunciéis. Pretendo que no os conforméis. Mejor dicho: lo deseo. No pretendo nada sino informaros. Quizás ni eso. Un comentario entre amigos. Tendremos que aprender un respeto al que no estamos acostumbrados.  Cuando menos informaros de que tenéis aliados, gente que os apoya, que no estáis solas.

 

El desgarrado. Enero 2020.




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