» 14-03-2020

Señoras y señores 40-2. Las paradojas metafísicas, la posmodernidad y la física cuántica frente al principio de no contradicción

Bien. Partimos de que el hombre a impuesto un pensamiento único que es la metafísica. Incluso ha borrado el género femenino mediante la idea de falo (la premisa universal del pene). La mujer no tiene estatuto humano lo que permite ora colocarla junto a los animales, ora ignorarla. Solo la mujer (o un grupo muy generoso de hombres que es evidente que no ha existido) podría haber reaccionado a semejante dominación creando un pensamiento opuesto o integrador del pensamiento único masculino. Pero no era posible. La mujer no tiene biológicamente un pensamiento especulativo. No es un defecto. El pensamiento especulativo (abstracción-universalización-ley) es una forma de pensamiento entre muchas (revelación, intuición, inducción, experimentación, etc.). La mujer no participa de esa forma especulativa de pensar (se suele decir que la mujer se rige por el pensamiento práctico. No es exacto pero es significativo). Podríamos decir que el pensamiento especulativo es un defecto del hombre. Y digo que es un defecto porque, tras veinticinco siglos, la posmodernidad ha demostrado que no es un sistema de pensamiento fiable. La tarea es ahora encontrar el tipo de pensamiento que la mujer es capaz de generar (y existe, evidentemente) pero que no tiene que ser ni parecido ni similar al pensamiento especulativo masculino.

 

¿Es imposible un pensamiento especulativo femenino? No. La plasticidad del cerebro humano permite cualquier dislocación de una dirección determinada. ¿Es un pensamiento especulativo femenino deseable (como solución para la emancipación femenina)? No necesariamente. El pensamiento femenino existe pero simplemente no es sistemático (tampoco es un defecto), es decir no es sistemático de acuerdo con el concepto de sistemático creado por los hombres. Esta disquisición nos la vamos a encontrar continuamente. El paradigma es masculino y tratamos de escapar de él desde su interior. Dada la dificultad vamos a fijarnos en los indicios que nos muestran que el paradigma masculino ha tenido dificultades que no ha sabido solucionar y vamos también a fijarnos en los puntos que la posmodernidad estableció como disidencias de la metafísica. Por último nos fijaremos en las divergencias que enfrentaron la ciencia (sobretodo cuántica) con los principios metafísicos. Partimos a la búsqueda de un pensamiento femenino que no es especulativo (o dicho de otra manera pretendemos deconstruir el pensamiento metafísico) y para ello tendremos que fundamentarnos en las paradojas (las contradiciones internas del sistema metafísico), y las incoherencias (las contradicciones externas).

 

1. Los otros sistemas de pensamiento. No existe una lógica (la formal), existen muchas lógicas: la mitológica (como lógica del mito y no como panteón uraniano), la analógica (la lógica de la similitud), la teológica (la lógica de la revelación), la tecnológica (la lógica del uso). Diréis que hago trampas. En todas estas “lógicas” la palabra logos hace referencia a tratado, a ciencia y no a lógica específicamente. Pero ¿que diferencia hay entre una lógica y una ciencia?  La lógica es el sistema de las relaciones necesarias. Dando un antecedente el consecuente solo puede ser uno determinado. No hay ambigüedad, hay certeza. Mediante la lógica el hombre puede escapar de la sopa de posibilidades en la que estaba inmerso. El mundo se vuelve claro, cierto. El arco del conocimiento se formuló tempranamente en Platón y establece dos mecanismos uno de ascenso y otro de descenso: la inducción y la deducción. Con la primera se accede de lo particular a lo general (de lo particular a lo universal). Nuestra experiencia se convierte en ley. La segunda desciende de lo universal (la ley) a lo particular. Se aplica la ley al caso concreto. Es evidente que la inducción se opone a la lógica formal: que una cosa ocurra mil veces no quiere decir (en pura lógica) que ocurra una vez más. Y en el caso de la deducción ¿de donde ha salido la ley que se aplica al caso particular? Solo puede haber salido de la inducción (o de la revelación, de la intuición, de la experiencia…) que ya hemos dicho que no se aviene con la lógica. Solo un mecanismo sincronizado de ambas podría escapara a esta causalidad que la desmonta, pero la causalidad es uno de los fundamentos de la metafísica. La causalidad y el principio de no contradicción que impide que las cosas se confundan. Platón fue consciente del problema y apostó por el consenso como modo de solucionarlo. Pero el consenso no pertenece a la lógica (formal).

 

La metafísica desarrolla mecanismos para alcanzar certezas basados en la abstracción-universalización-ley. Primero se podan los objetos del mundo de todo lo accesorio. 1) Por ejemplo de todos los objetos numerables se abstrae exclusivamente la cantidad. Esta cantidad es aplicable a todos ellos por lo que resulta universal. La posibilidad de comparar todos estos objetos por medio de la cantidad permite inferir leyes que atañen a todos ellos (por ejemplo la conmutatividad). El sistema aritmética-matemáticas-calculo infinitesimal, será el mecanismo que opere este milagro de la formulación de leyes aplicables universalmente mediante la cantidad. No se pueden sumar peras con manzanas pero sí se pueden sumar frutas. Aumentando el nivel de abstracción aumenta la universalización. 2) La lógica no abstrae la cantidad sino la verdad. Se trata de determinar si una proposición es cierta atendiendo a su forma (y de ahí lo de formal) y no a su significado, lo que nos permite operar con significantes (que es una abstracción  del concepto total). Pero la gran abstracción es la verdad. 3) El concepto es una nueva abstracción de la realidad. Los conceptos aúnan colecciones de cosas atendiendo a algunas características comunes (en general la forma y la materia) y soslayando otras como el tamaño, el color, su situación, etc. Los diccionarios están llenos de conceptos que nos indican precisamente cuales son los rasgos que se han tenido en cuenta (que son los que se han abstraído). Árbol se define como: Planta de tronco leñoso, grueso y elevado que se ramifica a cierta altura del suelo formando la copa. La materia leñosa, la forma de ramificación en copa a cierta altura definen todos los árboles. 4) Por último la igualdad es una potente herramienta de abstracción que se aplica desde las matemáticas hasta la ética y la política. Se abstrae lo que coincide.

 

La metafísica desarrollará otros mecanismos de abstracción-universalización-ley como el dinero como abstracción universal del valor o el falo como premisa universal del pene que abstrae el género masculino como género único (la mujer es un hombre castrado). Sin embargo existe otro modo de alcanzar certezas universales: la probabilidad (matemática) y la estadística (experimental). Por definición ambas solo determinan posibilidades pero de acuerdo a la ley de los grandes números se puede acotar el error hasta un valor tan pequeño como se quiera. Si ese valor lo hace despreciable, habremos alcanzado la certeza práctica. La metafísica nunca aceptará la probabilidad como un método exacto (que no lo es) sin reparar que los otros métodos considerados exactos tampoco lo son. Gödel demostró el principio de incompletitud por el que un sistema no puede demostrar su propia verdad desde dentro del propio sistema. La lógica se opone a la inducción lo que bloquea la creación de leyes. Los conceptos se desdibujan en los bordes de modo que entre el árbol y el arbusto se extiende una zona de ambigüedad y la igualdad que en matemáticas es tautología es en ética y política machacada por la dominación. Así las cosas, la probabilidad se equipara con las otras abstracciones como sistema aproximado, y por esta aproximación se cuelan las paradojas que minan la metafísica internamente.

 

El mecanismo por el que operan las paradojas es la partición de lo sensible (Rancière) que consiste en cómo dividimos (clasificamos) el mundo antes de aplicarle la metafísica. En la paradoja de Aquiles y la tortuga la partición de lo sensible es que tomamos una medida cada vez que Aquiles recorre la mitad del espacio que le separa de la tortuga. Dividimos el espacio recorrido en fracciones discretas (no continuas). Mediante esta partición Aquiles nunca alcanzará a la tortuga. En la paradoja del vuelo de la flecha la partición de lo sensible consiste en dividir el espacio recorrido en fracciones discretas (la flecha tiene que llegar a la posición anteriormente ocupada). Esta reducción de lo continuo (el devenir) a divisiones discretas (el ser), esta ontología, desbarata la medición y produce la paradoja. En el lenguaje encontramos conceptos que contienen su propia contradicción: “todo es relativo” La palabra todo nos habla de un absoluto mientras que se enuncia como relativo. La igualdad también puede ser paradójica. Si al comparar la altura de dos colectivos de hombres y mujeres emparejamos a cada mujer con un hombre un poco más bajo, nos quedará un resto de los hombres más altos emparejados con las mujeres más bajas. Una vez contabilizadas habrá más parejas, de mujeres más altas que hombres. La comparación depende de la partición de lo sensible.

 

2. La posmodernidad. Este texto apareció en Estética 7-1. “La trascendencia de la contradicción. De Kant a Derrida” y se reproduce aquí parcialmente.

 

La deconstrucción de la metafísica tiene un desarrollo largo. Kant fue el que dio a la trascendencia un estatuto filosófico al identificarlo con lo inteligible (lo adquirido por la mente) que sumado a lo sensible, lo fenomenológico (lo que se adquiere por los sentidos) compone nuestro mundo real. Es la diferencia entre el noumeno (en sí) -al que no se puede llegar por los sentidos- y el fenómeno (lo sensible), que alcanzamos con los sentidos. Nuestro conocimiento del mundo, de la realidad surge de la composición de estas dos facultades. El mundo tal como aparece ante el hombre, es construido por él mismo. Por otra parte, lo estético lo caracteriza por dos precisas propiedades: es una finalidad sin fin y es desinteresado. Ante la imposibilidad de dotarlo de universalidad (y de acuerdo con las leyes de la metafísica: perderlo como fundador de una ley) decide universalizarlo a través del gusto (universalizado por consenso), que generaliza a todos los hombres.

 

Con Husserl empiezan los movimientos dirigidos a desmontar la metafísica. La separación del mundo (sensible) y la conciencia inteligible (donde se forma la imagen del mundo) había conducido a un solipsismo que amenazaba el andamiaje metafísico: la conciencia autosuficiente. Husserl decide recuperar las cosas en sí mismas, portadoras de una esencia que es su verdad última y su sentido. Las esencias son objetividades que aparecen ante el pensamiento. El conocimiento se articula mediante el establecimiento de la significación que proviene de la intención del sujeto. Esta intención implica un trato con el objeto del que surge su sentido (localizable en la conciencia) en donde ha entrado gracias a la expresión (la voz). El sentido es pues un contenido de la conciencia (ideal y no material) obtenido gracias a esa voz. Pero esta voz no podía ser otra cosa que el logos. La fenomenología husserliana acaba, pues, por sumarse al aparato de la metafísica (dirá Derrida)

 

Tras él aparece su discípulo Heidegger, quien rehace la ontología, con la vista puesta en deshacer la metafísica. Una filosofía de las esencias que dejara de lado las existencias, servía de poco. El problema no era ¿qué es el hombre? (metafísica) sino ¿cómo es el hombre? Se centraba en el ámbito de lo existente (ente) y olvidaba el ser.  El hombre desaparece de sus escritos para ser sustituido por el dasein (el ser ahí), un modo de ser propio del hombre.

 

Todo esto le parece a Derrida metafísico. A la filosofía de Husserl la llama logocentrismo: la tendencia de la metafísica a asignar al logos el origen de la verdad en general. A la filosofía de Heidegger le achaca la dependencia de la idea de origen (Heidegger había retrotraído su análisis a un momento inicial -presocrático- en el que existía un contacto directo con el ser, no mediatizado por esencias ni sustancias): el ser puede ser desvelado (des-ocultado) y eso es la función de la filosofía.

 

Derrida asume la tarea de superar la metafísica, pero de forma radical y para ello deconstruye la filosofía de sus maestros: el propio mecanismo metafísico.  Ello se produce de acuerdo a dos pasos: 1) el pensamiento metafísico se asienta el el logocentrismo (y sus variantes: logofonocentrismo: voz, o falogocentrismo: padre). 2) El logos es único. Aunque en la historia de la filosofía encontremos pares de oposiciones (mente-cuerpo, materia-forma, esencia-existencia…) todas ellas tienden a ser reducidas a un origen, principio o fundamento (uno, ser, causa, o dios). La identidad absorbe la diferencia. No se trata de determinar o invertir las jerarquías sino de superarlas: afirmar la indecisión. Lo mismo nunca puede absorber lo otro (el secreto del texto queda a salvo). Este mecanismo de demolición de la metafísica se llamó deconstrucción (a semejanza de la destrucción heideggeriana).

 

A este mecanismo añade otro: la diferenzia (algo que suena igual que diferencia pero se escribe distinto, es decir solo puede ser detectado en la escritura, en el texto). Y aquí Derrida hace una pirueta increíble: las oposiciones metafísicas no proceden del principio único (uno, ser, todo o dios) que las unifica (metafísicamente) sino de una diferencia originaria: la diferenzia. Evidentemente una diferencia originaria no puede existir (pues se debe ser diferente a algo y en el origen no puede existir ese otro algo). Nos hemos salido de la lógica. Estamos en una nueva forma de pensar. Ni la identidad ni el tiempo son ya lo mismo. La metafísica ha muerto, pero ¿Qué es lo que nos queda?  No nos lo explica, pero se remite al texto. Los textos están constituidos por esas diferenzias irreductibles. Ya no es posible descifrarlos (encontrarles significado). Escribir es todo lo contrario a fijar un sentido (que solo en el habla era factible). Escribir es tejer un entramado de diferencias que se presta a ser leído como un juego en el que el lector no encuentra el sentido originario sino que juega sin poder (ni pretender) conocer su significado: “la ley de su composición y la regla de su juego”. La escritura ha sustituido al logos (la palabra, la voz)

 

El texto guarda siempre un secreto inaccesible para el lector. Hay dos modos diferentes de leer. El primero se afana en penetrar en el secreto del texto. El segundo entiende que esto es imposible: no hay un último sentido al que llegar. El secreto es la condición del texto.

 

3. La física cuántica y el principio de no contradicción. Este texto se publicó en 7-4. “La transcendencia de la contradicción. El principio de no contradicción” y se reproduce aquí parcialmente.

 

En los capítulos anteriores he introducido la posmodernidad. Ya he insinuado que la clave de esa posmodernidad es la disolución del principio de no contradicción de Aristóteles. ¿qué dice? Una cosa no puede ser ella misma y la contraria a la vez. Las cosas no se contradicen y si lo hacen una de las dos es falsa. No hace falta escarbar mucho para darse cuenta de que es un principio metodológico, un principio de exclusión. En el marco de la metafísica: con la cantidad-matemática, la lógica-verdad, la lengua-concepto y la igualdad-matemático/ético/política como armaduras del entramado metafísico, es razonable. Pero es razonable dentro de ese paradigma orquestado por esos principios. Pero resulta que esos principios no son capaces de garantizar la “verdad”. Ese entramado no es fiable. Ni los conceptos “definen” con exactitud las cosas Gadamer), ni las cantidades garantizan las verdades del sistema desde el interior (Godël), ni la lógica es capaz de absorber la inducción (Bacon), ni la igualdad es otra cosa que la dominación estandarizada (Rancière).

 

Estamos por tanto, comparando dos opciones cognitivas, de entre las cuales ninguna es superior a la otra, o para decirlo más claro, ninguna esta suficientemente fundada. Resumiendo: no estamos demoliendo nada sino comparando dos sistemas con las mismas fugas. No es David contra Goliat sino David contra David. Quizás David contra sí mismo. Sería maravilloso que os dijera que el sistema que os ofrezco es superior al existente (la metafísica). Pero no es cierto. Solo en vuestra mente se podrá resolver la contradicción. Solo a vosotros corresponde la solución. Esta fue la posición de Derrida que más de una vez (aunque su corazón hubiera decido) aclaró que no había una opción ganadora. Él optó por la indefinición (es decir la contradicción -la diferencia- no resuelta), aun cuando la indefinición no es una opción humana. Quizás ese es el gran fallo de la posmodernidad; es inhumana (en el sentido de que solo la metafísica es humana). Pero quizás ese concepto de humanidad, como lo que basa su consistencia en la no contradicción, es simplemente un concepto metodológico.

 

Una opción tan radical como levantar la vigencia del principios de no contradicción de Aristóteles (pues estamos aceptado la coexistencia de dos opciones contradictorias), es difícil de aceptar. Por eso he buscado otros  casos en que sucedió lo  mismo y los he encontrado en la teoría cuántica. Esta teoría es la que estudia lo más pequeño. No lo microscópico sino lo que no se puede observar, lo que se conoce por sus manifestaciones: el nivel atómico. No perdamos de vista que no estamos en la situación de que la física clásica es cierta y la cuantica “rara”. No. La física cuántica es cierta (lo muestran los experimentos) por lo tanto es más fácil que la física clásica sea una parte de la física cuántica. Las contradicciones entre la física clásica (metafísica) y la física cuántica (contra-metafísica) fueron tan irreductibles que Bohr decidió no dar explicaciones sobre ello: montó un dogma y ¡adelante!: la interpretación de Copenhague. Pero las contradicciones no eran tan radicales (que lo eran aparentemente) pero podían ser reducidas a un solo problema: El principio de no contradicción. Parece ridículo que toda la oposición entre la física cuántica y la física clásica radique en un solo principio. Vamos a analizarlo. Antes de ello digamos una cosa evidente: que un principio nos ayude a pensar no quiere decir que se avenga con el universo. No hay ninguna razón para pensar que lo que conviene a nuestro pensamiento sea lo que conviene a una razón universal (independiente). Parte de esa filosofía “metafísica” es precisamente la que tratamos de deconstruir.

 

1) La primera inconsistencia de la cuántica con la clásica es la dualidad onda-corpúsculo. Las partículas atómicas se manifiestan, según los casos, como ondas (campos) o como curpúsculos (condensaciones de esos campos). En una palabra no cumplen el principio de no contradicción que impide que una cosa sea dos cosas distintas a la vez.

 

2) La segunda es la localidad. En determinados casos una partícula parece estar en dos sitios distintos a la vez. Ocurre con el experimento de las rendijas y lo electrones o fotones que parecen haber pasado por las dos a la vez provocando interferencias. Pero hay más casos en los que la no localidad de las partículas se manifiesta. Estar en dos sitios a la vez es como ser dos partículas cuando solo puedes ser una… según el principio de no contradicción.

 

3) La tercera es la cualidad probabilística de la materia. No se trata del desconocimiento que provoca la probabilidad en el mundo clásico (de un dado o una moneda perfectos siempre podríamos saber el resultado de la tirada usando los cálculos precisos). Pero no es así. La certeza no existe (solo existe la probabilidad matemática o la posibilidad aristotélica) y certeza es lo que nos proporciona el principio de no contradicción.

 

4) La existencia de las antipartículas también contradice este principio porque más allá de que el vacío (que sabemos que cuánticamente no está vacío) se descomponga en una partícula y su antipartícula, resulta que algunas partículas son su propia antipartícula (los neutrinos), con lo cual, son partícula y antipartícula a la vez.

 

Podemos enunciar que el principio de no contradicción (que no deja de ser un axioma de sentido común) no es válido en el micro-mundo cuántico. Pero es posible que tampoco sea válido en el mundo clásico y simplemente lo parezca.  Con esta apreciación del principio de no contradicción (su no cumplimiento) lo que estoy avalando es la muerte de la metafísica (que lo abraza) y la consistencia de la posmodernidad. Pero la convergencia de la posmodernidad (la deconstrucción: el análisis al margen de la metafísica y la diferenzia: aquello que se oye igual pero se escribe diferente, derridiana o la ausencia de grandes relatos: de las grandes posibilidades frente a las pequeñas y humildes, lyotardiana) con la física cuántica no deja de ser sorprendente. Ya tenemos la base para hablar de un pensamiento femenino, pero antes vamos a entrar en el pensamiento de Dona Haraway lo que nos proporcionará un ejemplo de primera mano de este tipo de pensamiento. Pero será en la próxima entrega.

 

El desgarrado. Marzo 2020.




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