» 03-05-2020

Señoras y señores 44. Orden y poder.

Hemos visto en las entregas de Foucault y de urbanismo que El poder disciplinario se asienta -para normalización de los individuos- sobre las normas y las reglas; que estas normas (recibidas como imposición de poder) son resistidas por los individuos a que se les aplican y que finalmente son interiorizadas (la resistencia infinita es imposible, somos seres acomodaticios), subjetivadas, que es lo mismo que decir que se convierten en nuestras propias normas. Es como establecer que hay dos respuestas al poder impuesto: la resistencia (contra el que lo ejerce) y la interiorización (y posterior pasaje) que se manifiesta en el ejercicio de ese poder sobre sujetos distintos de quien lo ejerce. Es lo que en biología se llama reorientación y que como se produce contra alguien menos “poderoso” que el primer actor, origina una cascada de actuaciones de poder que impregnan toda la sociedad. Según el refrán popular: “Mi padre le manda a mi madre, mi mande a mí, yo le mando a mis hermanos; todos mandamos aquí”. Esta impregnación de toda la sociedad por el poder es el micropoder, situación en la que todos los sujetos son actores del poder, no porque no exista un poder jerárquico de dominación con mayúsculas, sino porque ese poder jerárquico va permeando todos los escalones sociales hasta saturarlos.

 

Todos hemos sentido como el mismo niño que se resiste a nuestra disciplina, no pierde ocasión de aplicar la misma disciplina a otros niños o hermanos menores (cuando no con los adultos) a la primera ocasión propicia. El poder es una mancha de agua que acaba impregnando todas las baldosas del pavimento. El poder es nominal (localizado y concreto), localizado porque lo podemos hallar en todas partes y concreto porque no responde a un gran relato (el Estado, el Poder, la Política) sino que se puede hallar incluso en los más nimios rincones donde haya un sujeto que lo ha sufrido o lo ha conocido. El poder, como la energía, ni se crea ni se destruye: se transmite (las leyes dinásticas, la herencia). Y de ahí la lucha por el poder que es un bien escaso. Evidentemente quien más poder acumula, menos poder sufre. El poder, como la libido, el dinero, la tierra, el abolengo, etc. está sujeto a una economía, a un reparto muchas veces salvaje. El poder no es sustancial, es relacional.

 

En “Urbanismo 16-5. El hogar” afirmé que la mujer establece su feudo de micropoder en el hogar, organizando el dispositivo hogar como dependiente del poder. También planteé que esa respuesta lo es al reparto (abuso) de poder jerárquico que establece la metafísica reservándolo exclusivamente para el hombre, basándose en estúpidas consideraciones sobre la capacidad de la mujer (física, analítica, racional, macro-organizativa, etc.). Y lo hace porque la resistencia al poder disciplinario (que no puede ser infinita) se troca en un micropoder, es decir, en poder transmitido a los hijos, el servicio, los suministradores, las mascotas, etc. Y ese micropoder se plasma en el orden (la clasificación de las cosas mediante palabras). El orden hace con el hogar (la familia, al fin y al cabo) lo mismo que el hombre metafísico hizo con la naturaleza a través de la obra de Linneo y que Foucault analizó en “Las palabras y las cosas”. La mujer no solo es una víctima del poder sino, que a su vez, administra un poder (subsidiario, pero poder al fin), un micropoder.

 

El poder impregna toda la sociedad (en diversos grados y siempre jerárquicamente) de acuerdo a un orden primordial que es la jerarquía y que impregna todas las instituciones de poder (el Estado, el Ejército, la Iglesia, la Familia, la Burguesía, la Aristocracia, los Gremios, los Lobbies, etc.). Este orden primordial es el que caracterizamos como la dominación, pero no es el único. Se complementa con el micropoder que acaba de rellenar toda la escala social. Y ese micropoder más que jerárquico es práctico, científico, cibernético. Es un orden que facilita la recuperación de la información. Es guardar para hallar. El hogar debe estar “ordenado” en primer lugar por una cuestión de orden práctico (la recuperación de la información), pero también por cuestiones estéticas (el orden es bello), sociales (el orden es signo de educación), políticas (el orden es transparente), etc.

 

¿Por qué son los niños desordenados? En primer lugar porque su mente no es capaz de mantener la atención prolongadamente sobre una cuestión determinada… y salta a otro foco de atención. Pero en segundo lugar porque percibe que ordenar (con un orden impuesto) es sojuzgación. Y se produce la resistencia que presupone y acepta el sometimiento y le opone una estrategia de liberación. Esta sensación de estar sometido es el origen del concepto de  libertad. La libertad es la aspiración a cesar en la situación de sometimiento (emancipación, manumisión). La situación de sociedad exige un orden y una jerarquía que limita la libertad. La naturaleza (ser humano excluido) tiene el límite de la libertad, en la vida (la huída o la lucha). Para el ser humano es mucho más complicado. El precio de la libertad es el ejercicio del poder, exige la interiorización del poder del otro y el balanceado de éste con el ejercicio del poder sobre el otro. La libertad no es soslayar el poder, sino compensarlo.

 

¿Por qué los hombres no encuentran los calcetines en el armario o las sobras en la nevera? Todo el mundo tiene una idea de orden que depende de una cierta jerarquía y de unas determinadas afinidades. Cuando se enfrenta a una multitud de cosas ordenada (con otros criterios) trata de proyectar su orden en vez de recorrer todos los elementos (Wiener), y si ese orden es diferente, fracasa. Si el tapper no es el habitual también fracasará porque no busca sobras sino el tapper de las sobras. ¿Que significa: “esto no es desorden yo sé donde está todo”? Significa que tenemos una imagen (muchas veces histórica) de ese desorden y que por tanto para nosotros no es desorden. Pero no es un orden exportable porque es subjetivo y por tanto, en cuanto el orden debe ser compartible, no es orden, es desorden. Y es resistencia puesto que ese orden “personal” no se somete sino que se rebela. No se comparte sino que establece un ámbito de poder privado.

 

Y ya puestos a hablar de tópicos ¿por qué las mujeres no entienden los planos (urbanos, de carreteras). Porque no los necesitan. Son capaces de hacerse planos mentales directamente de la realidad. Quienes los necesitan son los hombres y por eso los fabrican. Necesitan una representación de la realidad que puedan usar como guía, una simplificación de la realidad. El modelo reducido de Leví-Strauss. Solo hace falta oír contar un vestido, una mujer a otra, para darse cuenta que no es necesario dibujarlo, con contarlo basta. No me imagino a dos hombres en la misma situación. Orden, jerarquía, poder, libertad, imagen mental, plano, resistencia, interiorización, subjetivación. Formas de funcionamiento de nuestra mente con una única misión: controlar el entorno, entenderlo. Cometido que todas las especies realizan de modos distintos, muchas veces extendiendo las diferencias incluso al género. Cometidos distintos, respuestas distintas.

 

El desgarrado. Mayo 2020.

 




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