» 19-05-2020 |
Hay unas cuantas cosas relativas a la evolución de la especie humana -desde los primates- que no cuadran: la piel lampiña, la forma de las manos y los pies, el pabellón de las orejas, la posición del foramen magno (el agujero en la base del cráneo por donde se continua la médula espinal y está girado respecto a los primates), las tetillas en los machos y el clítoris en las hembras -en cuanto a características físicas- y el lenguaje, la cultura (transmisión exogenética de conocimientos y memoria), la escasa rigidez del instinto, la idea de la resurrección de la carne, el pensamiento, la espiritualidad, etc. Giorgio Agamben en Idea de la infancia (2015, 101) contenida en “Idea de la prosa” Adriana Hidalgo, recala en el tema a propósito del axolotl una salamandra tigre cuyo desarrollo se ha detenido en estado fetal pero que puede reproducirse.
Esa idea de la neotenia es la que puede explicar en el ser humano todas las circunstancias reseñadas. Al principio el axolotl se consideró una especie nueva pero posteriormente se descubrió que administrándole hormona tiroidea se completaba su desarrollo alcanzado la forma de una salamandra tigre adulta. Se trata por tanto de una regresión evolutiva en la que la salamandra se detiene en una etapa fetal del desarrollo, como adaptación, pero adquiere la facultad de reproducirse. Eso mismo pudo ocurrir con el ser humano que no habría evolucionado de los primates adultos sino de una fase infantil (fetal) de estos alcanzando la facultad de reproducirse. La piel lampiña, la forma de las manos y de los pies, el pabellón de la oreja, la posición de foramen magno, corresponden a fases fetales de estos órganos, La presencia de las tetillas y el clítoris corresponden a la totipotencia embrional que por economía no diferencia los sexos hasta una fase avanzada del desarrollo.
El desarrollo del lenguaje (que como es sabido no puede ser adquirido en la fase humana adulta) se trataría según Agamben del juego de nombrar (ordenar) infantil potenciado por la creación de la faringe debido al giro de la cabeza. En una fase fetal (embrionaria) el instinto no estaría todavía en el estado rígido que caracteriza los primates adultos debido a la totipotencia embrional lo que propiciaría el desarrollo de otra forma de pensamiento más libre. Ambas (lenguaje y pensamiento) formarían la tradición exogenética de conocimientos y memoria es decir la cultura. La inmortalidad es una idea infantil que conduciría a la resurrección de la carne, y el pensamiento objetivado a la espiritualidad. Evidentemente el sexo es la única característica adulta (y por tanto revestido de las características instintuales y animales del caso) que presenta este ser humano neoténico, lo que explicaría las dificultades cognitivas y operativas que encuentra en su manejo. El sexo más la espiritualidad y la cultura conduce al amor como arcano incomprensible, como constructo de instinto y razón ingobernable.
Lo que resulta aterrador (ni siquiera los amantes a ultranza de los animales querrían ser monos) de esta explicación es que, como el ajolotl, también nosotros podríamos mediante una simple administración hormonal completar nuestro desarrollo y convertirnos en primates adultos. ¡Port fin el planeta de los simios sería una realidad! Que todavía no haya ocurrido con tanto descerebrado manejando células madre nos hace pensar que la evolución sobre la evolución, la formación de ramas colaterales estables, a obturado esta posibilidad, pero no está de más, frente a la idea darwinista de que el hombre desciende del mono, que también pensemos que es posible que el mono descienda del hombre… si éste completa su evolución.
“Si non e vero e ben trobato”. Nunca habíamos tendido una explicación tan completa de las características diferenciales evolutivas del ser humano. Pero existen problemas más que sencillos: las tetillas y el clítoris existen en ¿todos? los mamíferos por lo que la totipotencia embrional se manifestaría en todos. De todas formas estas dos características no son nombradas por Agamben que se centra en las características no morfológicas, citando las físicas de pasada y ahí si que la neotenía podría explicar lo más complejo de los humanos. Quizás también la epigenética tenga algo que decir pues la posibilidad de desconectar ciertos genes sería otra manera de alcanzar los mismos resultados (parciales) que la neotenia, por otro camino. La totipotencia embrional no es todavía suficientemente conocida para aventurar esos caminos, pero que existen posibilidades es una evidencia. Habrá que esperar a que la ciencia venza su actual impotencia. Amén.
El desgarrado. Mayo 2020.