» 19-05-2020 |
Sigo con Giorgio Agamben en Idea del comunismo (2015, 69) contenida en “Idea de la prosa” Adriana Hidalgo, analizando, tal vez, la pornografía. No es este un tema que haya sido ajeno a este blog. Nos interesan las cosas complejas, difíciles, raras, por eso nos interesa la pornografía porque una cosa es denostar y otra explicar. La pregunta es ¿Cómo se explica la pornografía? podríamos preguntarnos por la prostitución, por el feminismo o, para resumir, por la dominación. Pero, como el tema es complejo, ahí vamos con los textos de grandes autores y empezamos por Agamben, pero seguiremos con otros. La pornografía es, pensamos, enormemente explicativa de nuestra civilización (pero no sabemos cómo). Por eso vamos a hacer blog de investigación y tratar de desentrañarla. ¡Empezamos!
Lo primero (textualmente hablando) que llama la atención del autor es el baile de clases sociales representado por los “uniformes”. Los cuerpos desnudos se cubren con máscaras sociales: doncellas domésticas, monos de trabajadores, enfermeras. No nombra los policías (imprescindibles en las despedidas pornográficas de solteros) pero tampoco se adentra en en el tema más allá de la nivelación de clases sociales: a la hora de joder, las clases se diluyen, lo que por otra parte, cientos de miles de servidoras del hogar, conocen. A partir de esta entrada marca una dirección principal: la felicidad: la pornografía es una historia de final feliz y probablemente también de realización feliz: es la felicidad generalizada. A esta dirección añade dos matices: 1) la inexorabilidad: sin felicidad no hay pornografía. Si no hay consumación (que es la felicidad) no hay pornografía. 2) la contingencia: la consumación no es necesaria (pero como antes hemos dicho es imprescindible), es circunstancial, anecdótica, oportunista. No estamos en el campo de lo inexorable lógico sino en el de lo inexorable histórico, temporal, accidental. Nos encontramos, pues ante una contradicción evidente: inexorable temporal (teleológico) pero no lógico (formal). Casi podríamos decir que estamos ante un problema kantiano: el problema que Kant encontró en el arte entre la finalidad y la racionalidad.
Para resolverlo Agamben recurre a Aristóteles y a su distinción entre potencia y acto. Así lo explica: “Mostrar el potencial de felicidad presente en cada mínima situación cotidiana y dondequiera que haya una sociabilidad humana: esta es la eterna razón política de la pornografía. Pero su contenido de veracidad, que la ubica en las antípodas de los cuerpos desnudos que atestan el arte monumental del fin de siglo, es que la pornografía no eleva lo cotidiano al cielo eterno del placer, sino que exhibe, más bien, el irremediable carácter episódico de todo placer, el íntimo carácter de todo universal” (Agamben 2015, 71) Y para acabar de confundirnos añade: “…solo en la representación del placer femenino, que se indica solamente en un rostro, complace su intención” (Ibidem). No consumación sino complacencia.
En un giro inesperado el autor se traslada a cómo ven los actores de la pornografía a los espectadores que la contemplan (esgrimiendo la intercambiabilidad de la literatura entre personaje y lector) y eso le lleva al mundo de los sueños (“nuestros sueños no pueden vernos”). La pregunta es ¿pueden nuestros sueños aprender a leer nuestra vidas). Pero, colige, no se trata de conservar ideales de algo, no se trata de realizar algo. “Más bien los sueños y los deseos no realizados de la humanidad son los miembros pacientes de la resurrección, siempre en acto de despertarse en el último día. Y no duermen encerrados en preciosos mausoleos, sino que se encuentran clavados como astros vivientes en el cielo remotísimo del lenguaje” (Agamben, 2015, 72). Lo que está en juego en la pornografía es mucho más que el placer. Son los sueños y los deseos no realizados que solo serán colmados en el lenguaje (el inconsciente se estructura como un lenguaje, dijo Lacan).
La pornografía es un delirio, un deseo por siempre insatisfecho. Un ansia de poder satisfecho en la imagen de dominación. La hiena moteada hembra tiene un clítoris enorme, pero no es un órganos de placer sino de poder. La vulva es capaz de simular el escroto y el clítoris emula la verga. Es entonces cuando los órganos sexuales toman el auténtico papel que les corresponde: el poder. Y si el poder es emular al macho, pues bien, se hace. Esa es nuestra tragedia: la hembra prefiere el combate con las mismas armas que la independencia y la diferencia. Esa es la herencia de la metafísica. No es culpa de nadie. Es así.
El desgarrado. Mayo 2020.